༒︎ℰ𝓁 𝒿𝓊ℯℊℴ༒︎

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No sabía qué me pasaba. No podía moverme. Estaba paralizada, observando cómo ese psicópata se acercaba lentamente hacia mí. Su presencia se hacía más grande y amenazante con cada paso. Cerré los ojos, esperando sentir el frío metal de la sierra cortando mi carne, pero... no sentí nada.

Abrí los ojos y vi a Dylan delante de mí, agitado, respirando con dificultad. En su mano sostenía un cuchillo ensangrentado, y a sus pies yacía el cuerpo del enmascarado. El alivio y la confusión se mezclaban en mi mente.

—¿Lo... lo mataste? —pregunté, apenas un susurro.

—Solo hay una manera de saberlo —dijo Dylan, inclinándose sobre el cuerpo sin quitarme los ojos de encima. Giró el cuerpo con cautela y se inclinó más cerca, tratando de escuchar alguna señal de vida.

Todo sucedió tan rápido que no tuve tiempo de reaccionar. Dylan se levantó de golpe, agarró la sierra del suelo, y ambos comenzamos a correr, huyendo de la cocina. Pero no llegamos muy lejos.

—¡Ayúdenme, por favor! —Un grito desesperado nos detuvo. Marjorie estaba en el suelo, herida y sollozando. Justo en ese momento, el enmascarado emergió de la cocina, renacido como un monstruo de pesadilla.

—¡Por favor, no quiero morir! —lloraba Marjorie, su voz quebrándose con el terror.

Intenté correr hacia ella para ayudarla, pero un brazo fuerte me detuvo.

—Ya es tarde, no podrás salvarla. Si vas, te matarán a ti también —dijo Dylan con una voz baja y llena de urgencia.

—¡Tengo que intentarlo! —grité, luchando contra las lágrimas y la desesperación.

—No podemos salvar a todos...

—¡Yo creo que sí! —grité, apartando su brazo con fuerza. Empecé a correr hacia Marjorie, pero mis esfuerzos fueron en vano. Justo antes de alcanzarla, el enmascarado hundió la sierra en su cuerpo, el sonido de sus huesos rompiéndose llenó el aire mientras la sangre salpicaba, empapándome. Sentí náuseas y mareos al instante, el horror de lo que acababa de presenciar me golpeó como una ola.

—¡Lia, ven! —gritó alguien detrás de mí.

El enmascarado levantó la mirada, sacando la sierra del cuerpo de Marjorie con un chasquido húmedo. Comenzó a avanzar hacia mí de nuevo. Me giré y corrí con todas mis fuerzas para alcanzar a los demás, que también huían frenéticamente.

—¡A la izquierda! —gritó Nicole.

Entramos al gimnasio, pensando que habíamos dejado atrás al loco de la sierra, aunque ninguno de nosotros estaba seguro.

—¡Busquen algo que nos sirva! —ordenó Itza, su voz firme a pesar del miedo palpable en el aire.

—¿Para qué? —preguntó Angelique, su voz temblorosa.

—Para matar al que nos está cazando —replicó Itza, rebuscando frenéticamente entre los estantes y cajones del gimnasio.

—No, no, no... Nunca he matado a nadie. ¡Nos meterán presos! —exclamó Nicole, al borde de la histeria.

—¿Qué prefieres, princesa? ¿Que te maten a ti? —preguntó Dylan con sarcasmo, aunque el miedo latente en su voz era evidente.

—No, pero...

—Pero nada, Nicole. ¡Nos están cazando! —dijo Zelezny con una voz firme.

—La violencia no nos llevará a ningún lado. Además, dijeron que teníamos una salida... —comenzó a decir Nicole, intentando calmar los ánimos.

𝑬𝑳 𝑨𝑺𝑬𝑺𝑰𝑵𝑶 𝑫𝑬 𝑭𝑶𝑹𝑫𝑨𝑳𝑬 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora