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La mañana siguiente, Nathan se levantó dispuesto a desayunar con su familia como cada día. Su madre y su hermana, ya se encontraban en el comedor listas, solo lo estaban esperando a él.

— Buenos días —. Dijo amablemente.

— Buen día, ¿qué tal la noche?

— Pensé que tardarías más en interrogarme madre, pero ya que lo preguntas, no me interesó ninguna dama.

— Los periódicos no dicen lo mismo — comentó Tarah sonriendo con picardía — escucha esto — a nuestro querido vizconde Holland se lo ha visto bailar nuevamente con la señorita Elsie Williams, y es que hay que recordar que el año pasado la eligió en la semana de campo para la primera y más importante pieza musical. Aunque a pesar de eso, nunca mostró interés de cortejarla. Tal vez, logre atrapar a la joya de la temporada pasada este año.

— No hagan caso a eso —. Dijo sin darle importancia.

— ¿Por qué? —. Cuestionó su hermana.

— La señorita Williams no tiene interés en mí y yo tampoco en ella, al menos interés romántico.

— Pero es bonita — insistió la menor de los Holland.

— Es hermosa, no soy ciego — dijo Nathan con sinceridad — pero dudo que llegáramos a ser algo más que amigos.

— Una amiga, es la mejor esposa —. Dijo su madre con seguridad.

— Mejor concentrémonos en el desayuno, es probable que venga alguno de tus pretendientes.

— ¿Por qué siempre eres tan negativos con ellos? —. Cuestionó su hermana frunciendo el ceño.

— Porque son todos idiotas, no te dejes convencer con cualquiera de sus artimañas Tarah.

— Si tú lo dices, a este paso quedaré solterona.

— No sería malo.

— Nathan por favor, tu hermana también debe formar su familia.

— Nosotros somos su familia.

— Si, pero eso no le impide formar una propia, tú lo harás y espero sea en poco tiempo.

El desayuno transcurrió entre charla, Nathan estaba convencido de que su hermana no necesitaba un esposo, él no tendría ningún problema en mantenerla el resto de su vida. Conocía a prácticamente todos los caballeros de Londres, y sabia de sus libertinajes, incluso su amigo era uno de ellos. No permitiría nunca que Tarah terminara con esa clase de hombre, ella merecía ser feliz y estar con alguien que pudiera respetarla.

Cuando el mayordomo anunció que un pretendiente había llegado, lo recibieron en el salón de visitas. No podía evitar soltar un suspiro cansado o hacer una mueca cuando escuchaba algún estúpido halago del hombre.

— Deja de mirarlo así Nathan —. Dijo Mery por lo bajo.

— Es un imbécil.

— Basta ya, ¿por qué mejor no sales un rato?

— ¿Me estas echando?

— Si, así que vete, ve a visitar a Anthony, Harmony, Florence, a quien quieras, pero sal de aquí.

— Bien, me iré — dijo molesto — pero recuerda que tienen que pedirme su mano a mí.

[...]

— Elsie ha llegado lord Harrison a verte —. Dijo Amber.

— Enseguida voy — dijo todavía adormilada — vino muy temprano ese tonto.

Remendando el corazón © TL #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora