Inauguración

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PROMPT DAY 1: FIRSTS - CONFESSION (PRIMERAS VECES - CONFESIÓN)


He de confesar que aquella fue una de las primeras veces en mi vida que me sentía completa y absolutamente devastada ante de la idea de haberme saboteado yo sola una estupenda noche de descanso tras el trabajo.

He de admitir y, una vez más, confesar... que al principio me pareció horrible, monstruoso, una acción fuera de toda razón pero planeada con eminente alevosía, engaño, con la intención de arruinar la estima que tanto me ha costado forjar en mi trabajo; planeada por una truhana, una vagabunda de la vida, una sinvergüenza...

He de afirmar y, por supuesto, evidentemente volver a confesar que... ¡Por Dios, fue una completa insensatez! ¡Un desacato y una falta de autoridad a mi posición laboral! Es imposible que algo así pueda parecerme razonable o lícito.

Aunque... quizá... y solamente quizá, además de confesar, tenga también que aceptar el hecho de que besarnos delante de los libros de legislación y de la cena no me pareció algo tan malo... ¿o sí?




La noche en la zona de la comisaría era tan fría como pocas veces lo había sido. Estaba vacía y con la plena negritud del cielo nocturno tan cerrado y encapotado como en la época de lluvias solía verse en Piltover, poco podía distinguirse más que los trazos irregulares de los apuntes tendidos sobre el escritorio.

Para absoluta sorpresa de nadie, la nueva Sheriff de Piltover tenía una torre de trabajo y papeleo que solucionar durante la madrugada. Nunca antes habría imaginado Caitlyn que acceder a su puesto de trabajo soñado desembocaría en un cúmulo de labores atrasadas que nadie se había molestado en solucionar, le pesara a quien le pesase. Desde luego, en parte, lamentaba la pérdida de Marcus y la soledad vital que ahora le esperaba a su hija; pero esa noche y, después de lidiar ella con su propias ganas diarias de echarse a llorar tras lo acontecido, lamentaba más todavía las muchas horas de lectura, firma, tramitación y orden que le esperaban en aquel despacho arruinado por la ambición, la codicia in extremis y puede que hasta la envidia; vete a saber.

Inclinada sobre el escritorio, con la espalda arqueada casi como una media luna y habiendo abandonado ya la higiene postural desde hacía varias horas, el cuello de Caitlyn crujió ante el súbito intento de estirar el brazo más de lo debido para plantar el sello de consentimiento en la esquina de un documento oficial.

—Jod... —farfulló entre dientes, pero se frenó a sí misma antes de acabar maldiciendo por lo bajo a la figura de aquel que había sido, en parte, una especie de mentor y que había dejado todo sin hacer.

Lo cierto es que estaba confusa. Después de lo ocurrido... ¿Marcus se merecía que Piltover entero lo odiase? ¿Que ella lo odiase? Desde luego, que su hija pagase por sus malas decisiones estaba claro que no; pero Caitlyn seguía batallando consigo misma a la hora de pensar en el cariño que le pudo tener al inicio de su trabajo, cuando empezó como oficial y en sus primeras misiones. Una parte de ella sabía que, en el fondo, lo añoraba, y otra parte de su ser destilaba ácida rabia cada vez que pensaba en el puente, en el cañón de su pistola apuntándole a la cabeza y en cómo tenía claro que hubiese muerto de no ser por la explosión de Jinx.

Jinx, sí. Otra cosa de la que preocuparse, otro asunto que tratar de resolver y otra carga más sobre sus castigados hombros. Por si fuera poco, y aunque hubiesen pasado ya varios meses desde el asunto de Marcus y todo lo ocurrido, quedaba claro que todavía le costaba asimilar lo vivido. No se olvida de la noche a la mañana un atentado como el que se cometió contra el Consejo de Piltover, ese Consejo en el que estaba su madre y en el que, por desgracia, no volvería a estar jamás.

¡Coleccióname esta! [CaitVi / Arcane]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora