El príncipe

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Capítulo 9
El príncipe.

Eric

Me levanto de entre las sábanas sobre mi cama, y no puedo evitar mostrar una sonrisa cuando veo al bonito ser humano que descansa a mi lado. Se siente bien, y realmente quisiera que se repitiera tantas veces como sea posible. Disfruto de ella sólo cinco minutos, no más. Son las siete de la mañana y debo estar en la comandancia a las ocho. Tomo una ducha y me preparo un rápido desayuno. Dejo una nota pegada en la puerta de mi habitación y salgo, mientras termino de hacer el pedido en la aplicación de comida para que deje su desayuno  en mi puerta.

Sólo espero que no esté muy frío para cuando despierte.

Arribo alegre, pensando que puede resultar de hoy un excelente día laboral, pero todo se va al caño cuando Omar se coloca frente a mí y me muestra la pantalla de su celular.

—¿Qué hacías en el evento de los Coppola y por qué sometes a un civil?

Ya lo veía venir, sin embargo, no esperé que fuera tan pronto.

—Hay un nombre y dos apellidos para eso —dice Pablo, metiendo sus narices en donde no le han llamado.

Le ignoro y me centro en Omar.

—Defendía a la chica —me excuso.

—No en público, no con cámaras, ¡no con las élites, Montalvo!

—¿Ya leíste los comentarios? —cuestiono como si yo lo hubiese hecho, cuando la verdad es que no tengo la menor idea de lo que puedan decir, pero confío en que son a mi favor.

—No me interesan los comentarios. Quiero a mi mejor elemento fuera de los reflectores —dice realmente molesto—. No puedes permitirte estar en esa clase de chismes. ¡Esta ciudad es pequeña!

El dueño de unos chinos unos alborotados, amigo y compañero, vuelve a meter su cuchara:

—Nos importa un carajo el qué dirán.

—Rodríguez, ¡a trabajar! —exclama el comandante con fiereza, y éste obedece sin rechistar.

Sonrío divertido porque lo han puesto en su lugar, pero la alegría termina cuando la mirada asesina de mi cabecilla se hace presente frente a mí.

—Primera y última llamada, Eric. Esto no vuelve a suceder bajo mi mando.

—Sí, mi comandante —respondo y sello los labios.

—Hermano, esa mujer te trae loco, desquiciado, flotando junto a corazoncitos imaginarios —susurra Pablo por detrás, y en verdad no sé de dónde salió.

—Te metes como la humedad —digo antes de tomar asiento.

Él ríe.

—No, sólo por la puerta trasera.

Niego y me dirijo hacia la sala de juntas, donde próximamente se encontrará Matías para mostrar el avance de los casos de hurto.

—¿Qué han encontrado? —pregunta Omar.

Tomo la palabra.

—Es una banda, se hacen llamar "Los katanos". Le roban a personas que, a su criterio, viven cómodamente y no les hace falta nada. Toman sus pertenencias de valor y las empeñan; el resto es desechado. No portan armas, sólo atacan y, si es necesario, hacen uso de la fuerza. Sin embargo, generalmente se van en contra de mujeres y jóvenes que son físicamente más débiles que ellos. Actualmente... —Leo la cifra del informe—. Se han registrado doce posibles involucrados, sin embargo, es probable que haya más de ellos, entre el grupo, dos mujeres. Se localizan por toda la ciudad pero ya identificamos los puntos más comunes de su actividad ilegal: La zona centro, los manglares, el esterito y la brecha. —Señalo los puntos en el mapa con color rojo—. Hemos capturado a dos de ellos, se niegan a hablar y estamos en espera del juicio.

El oficial de mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora