Bora Bora

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Capítulo 13
Bora Bora

Mara

Me despierto sonriente. Ya no es mi cumpleaños, pero sí el día en que tomaré un vuelo hacia mi pequeño pedazo de tierra de ensueño: Bora Bora. Aún no lo creo. Llevo años deseando ir a ese afrodisiaco y bello lugar, y saber que de un día para otro es así, parece irreal.

Yara nos ayudará a supervisar la tienda, y no necesitamos más para irnos a disfrutar tres días completos del sol, arena y la tranquilidad que brinda aquella isla francesa.

Pero sí hay un problema, y es que verdaderamente me entristece que el responsable de cumplir este sueño no esté presente. También lo entiendo, claro que lo hago. Tiene una responsabilidad y me ofendería que no la cumpliera, pero eso no le resta al enorme gusto que me hubiera dado el poder compartir el viaje con él.

—Hermanita, ¿todo listo? —pregunta Tere, con su tan típica costumbre de asomar el rostro a través del marco de la puerta.

—Sí, ya sólo termino de empacar la cámara —digo, revisando que se encuentre todo en orden dentro de su bolso.

—Tu príncipe azul recién se ha estacionado en la banqueta.

Suspiro y es inevitable contener mi emocionada sonrisa.

Sigo sin creerlo, y seguramente lo será hasta que llegue y mis pies descalzos se hundan en la fina y blanca arena del lugar.

Tomo mi pequeña maleta, el bolso de mano y la cámara, lista para salir de mi habitación. Pero antes de hacerlo, alzo la mirada y me encuentro con aquellos ojos claros que logran hipnotizarme, petrificándome instantáneamente.

—¿Lista?

Sonrío.

Suelto todo, dejándolo caer sobre la afelpada alfombra de mi habitación y corro hacia sus brazos para sostenerlo con todas mis fuerzas.

—Tres cosas —menciono con mi rostro escondido entre su pecho—. Uno, te voy a extrañar. Dos, quisiera que vayas conmigo. Tres, no sé cómo pagar este gesto, porque no tienes idea de lo increíblemente feliz que me estás haciendo justo ahora.

—Con eso estamos a mano, Mara. El verte feliz es lo único que pido a cambio —responde, acariciando mi cabello suavemente antes de depositar un casto beso sobre mi coronilla.

—Eres tan cursi —resoplo.

—Bueno, mujercilla, usted también tiene sus momentos románticos.

—Ah, ¿sí? —cuestiono con cierta intriga, alejándome lo suficiente para poder enfrentarlo con la mirada.

—¿Recuerdas aquella noche en la que la crema batida...?

No termina de decir lo que quiere, pues interrumpo su anécdota cubriendo su boca con mis manos y una gran sonrisa en mi rostro.

—Vámonos o perderé el vuelo.

—¿Quién es la cursi?

Subimos a la camioneta de Eric mientras él nos ayuda a llevar el equipaje hacia la cajuela. No he checado los mensajes del teléfono desde anoche antes de dormir, así que pienso que es un excelente momento para hacerlo. Coloco mi cinturón de seguridad a la par que desbloqueo el celular y abro WhatsApp, encontrándome con una biblia según San Brandon.

Por Dios, qué nefasto.

Ruedo los ojos y suspiro, recostando mi cabeza sobre el vidrio mientras veo la longitud del mensaje, deslizando mi dedo de arriba hacia abajo.

Error, son cuatro biblias juntas.

¿Cómo es posible escribir un mensaje tan largo? Debería haber un menor límite de caracteres.

El oficial de mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora