La Carnada

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Capítulo 44

La Carnada

Eric

Ramona baja del taxi y camina en dirección hacia el lugar en el que la he citado. La veo a la distancia, sigo cada uno de sus movimientos con cautela. Se detiene en la esquina y observa a sus alrededores para encontrarme. Son las nueve de la noche, así que aguardo. Simplemente la observo desde una cuadra más allá. Cada vez se ve más desesperada, sus cambiantes poses y todas esas llamadas y mensajes en mi celular lo confirman.

Ya voy, espérame un poco más, por favor.

Eso es lo único que le digo.

Dan las diez de la noche y creo que es suficiente. No puedo seguir haciéndola esperar, a pesar de que todos los informes que he estado leyendo como un desquiciado, indiquen que es la hora más frecuente en la que las personas suelen desaparecer en este lado de la ciudad. Me decido a encontrarme con ella, pero solo dos de mis pasos bastan para que suceda.

¡Se la están llevando!

¡Maldita sea!

Tomo el radio en reflejo para comunicarme con los demás agentes y corro a toda velocidad hasta subirme a mi camioneta. Ella ya se encuentra arriba de un automóvil negro, blindado y sin placas. Lo han hecho tan rápido y nadie más que yo lo ha notado.

Malditos profesionales.

Mis puños aprietan el volante con coraje mientras me transporto entre las calles tratando de pasar desapercibido, que no se den cuenta de que voy tras ellos. Conocer las calles de la ciudad de memoria es una ventaja para estos casos, así puedo saber cuáles son las rutas que están tomando a pesar de que esté retirado.

—Estoy saliendo de gardenias, por la calle bugambilia hacia la Hibisco —menciono a través del radio para que los refuerzos estén atentos a la ruta y lleguen cuando sea necesario.

—Te copio, Montalvo.

Me costó mucho trabajo convencer a Omar de hacer trabajo encubierto, pero ahora que lo logré, estoy demostrando que era lo correcto. El único plan que nos ha permitido estar cerca de un verdadero resultado.

Estoy muy enojado, el coraje que siento por esos desgraciados pedazos de mierda me mantiene motivado para llegar al fondo de todo esto. Puedo jurar que cuando esté frente a ellos, estrangularé a cada uno y me sentiré muy feliz por ello. Es lo menos que merecen, es lo menos que les puedo dar.

No he descansado en semanas. Me he desvivido por encontrar a estos malhechores porque no permitiré que continúen acechando la ciudad; mi ciudad. Y lo he estado haciendo tan bien, que a pesar de encontrarme al borde de la locura, el comandante no me ha descansado. Omar ha estado codo a codo conmigo y sin tomar un respiro en cada movimiento, tan atento como yo a cada detalle, a todo cambio en el tablero. Las tragedias que acunaron las tres fosas clandestinas que hemos encontrado hasta hoy, le han abierto los ojos. Ha decidido lo que yo decidí hace mucho: acabar con esto de raíz.

—¡Cambio en dirección al norte! —exclamo cuando estábamos seguros de que irían hacia el sur—. ¡Carajo! Parecen que se han dado cuenta —digo porque empezamos a ir en círculos.

No es normal que no sigan su ruta.

—¡Mierda! —grito desesperado cuando se meten en sentido contrario, pero no me importa, yo voy tras ellos—. ¡¡Necesito refuerzos ya!!

Tomo el camino incorrecto, esquivando los autos que van en su sentido. Pido disculpas, a pesar de que no pueden escucharme. El claxon de los autos es ruidoso, así que sí por algún milagro no se habían dado cuenta de mi presencia, ya lo hicieron. El automóvil polarizado aumenta la velocidad sin importarles los peatones que transitan el lugar o chocar los autos que van por la calle siguiendo las reglas de tránsito. Yo no puedo golpear autos y mucho menos estar a punto de atropellar personas, por lo que mi persecución se entorpece hasta el punto en el que los he perdido.

Perdí el puto auto negro.

¡He perdido mi única esperanza!

—¡Se fueron, maldita sea! —digo a través de la radio.

Mis puños golpean el volante y bajo del auto sin importarme haber quedado en medio de la calle. Veo a todos lados con desespero, como si un milagro pudiera suceder, ¿pero qué estoy pensando? Me he vuelto loco. Las manos me tallan el rostro y despeinan mi cabello, lo hago porque estoy bloqueado; no sé qué es lo que debo hacer ahora.

No puede ser, no puede ser, ¡no puede ser!

El auto se fue.

Ramona se fue con ellos.

No puede ser.

¿En qué momento se me ocurrió poner a Ramona como la carnada?

¿En qué momento no hice un plan de respaldo por si esto sucedía?

Mara no está.

Y ahora Ramona tampoco.

¿Qué he hecho?

¡Demonios!

¡¿Qué hiciste, Eric?!

Eres un pendejo.

Camino de un lado a otro, golpeo la caja de mi camioneta y pateo los neumáticos. No escucho, no veo, no nada. Mis sentidos se han nublado, mi cordura se está perdiendo. He cometido un error, un gravísimo error y no sé si voy a ser capaz de perdonarme por esto.

Me siento miserable, quiero darme un tiro en este momento porque las chicas del peñasco se están muriendo. Las están matando para vender sus órganos.

Y yo les acabo de regalar a otra víctima.

Una ráfaga de recuerdos empiezan a reproducirse en mi mente. El desespero de todas las personas que han ido a pedir nuestra ayuda para encontrar a sus familiares desaparecidos, la incertidumbre que sienten, el dolor de todos esos que han confirmado la muerte de sus niñas... La desolación de Tere, la mía propia.

No puedo creer que esto esté pasando, me niego.

Prometí que llegaría al fondo de esto por ti, Mara. Y ahora mírame, tirado en medio de la calle como si fuera un maldito niño, un...

No.

No me daré por vencido.

No puedo hacer esto.

Tengo que encontrarte, tengo que encontrar a Ramona y a todas las demás mujeres que han desaparecido.

Las regresaré a casa, sanas y salvas, como muchas otras no han podido llegar.

Continuará.

En el capítulo anterior estuvieron muy activas, tanto en me gustas como en comentarios <3 muchas gracias! Por eso hice el esfuerzo de actualizar pronto! Nos leemos después <3 Y si me siguen motivando, quien quite nos leamos hoy mismo ! jaja 

El oficial de mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora