CAPÍTULO 5: DESPEDIDAS

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Mierda. ¿Cómo era posible que hubiera olvidado poner la alarma? Me levanté mucho más tarde de lo que me hubiera gustado, tan tarde que preferí salir sin ducharme ni desayunar para ahorrarme la bronca en el trabajo. En el autobús me dediqué a pensar sobre toda la información que había leído la noche anterior sobre la Isla de San Martín, y la verdad es que no me parecía tan mala idea. Es más, cuanto más lo imaginaba, más me atraía la idea de vivir aquella experiencia. Estaba tan sumida en mis pensamientos que no había caído en la cuenta de que, en algún momento tendría que sacar esa idea de mi cabeza y darlo forma en la realidad. Parecía sencillo, sin embargo estaba segura de que aquello sería mucho más duro de lo que podía imaginar. Solo con pensar en las despedidas, se me hacía un nudo en el estómago... Pero estaba convencida. Mi vida necesitaba un cambio, y el destino me había mandado una señal que no podía ignorar. Era consciente de que había valorado todo demasiado rápido, hay que decirlo. Tan solo unas horas antes había descubierto la existencia de esa pequeña isla, y ya estaba convencida de que era la solución a mis problemas. Siempre he sido un poco loca, pero aquello superaba con creces las fiestas, las borracheras y los allanamientos de la habitación de Miguel cuando sus padres dormían. Esto ya no era un mero juego pero, ¿Qué podría salir mal? Había que intentarlo. Durante los quince minutos restantes de trayecto, me dediqué a pensar qué la iba a decir a mi jefe para justificar mi auto despido, o cómo podría despedirme de mis amigos y mi familia. Lo único que tenía claro era que debía hacerlo lo antes posible para evitar darlo más vueltas. Hoy, mismamente.

Cuando llegué, Carla y Lucas ya estaban en la tienda, así que me puse el uniforme y me reuní con ellos.

- ¡Se te han pegado las sábanas, Marinita, casi no llegas! Y tengo que informarte de que hoy su Majestad, el gran jefe, ha venido con un amiguito, y no veas lo bueno que está! Te lo digo por si te interesa ahora que Miguel y tú...

- ¡Carla! Pfff, no se como se puede ser tan bocazas... Marina, el jefe ha venido con el inspector de la zona para supervisar nuestro trabajo, pero vamos, que ya sabes que lo que hacen cuando vienen, entre café y café, va de entre poco y nada. Lo de guapo ya no te sé decir, a mi me van más las mujeres- respondió Lucas, fulminando a Carla con la mirada- Espero que ya estés un poco mejor, se te ve buena cara.

- Chicos, tengo que contaros algo, creo que he decidido qué voy a hacer a partir de ahora. Esta tarde quedamos en mi casa y os pongo al día de todo. Ahora tengo un asuntillo que solucionar, y me da lo mismo que haya venido el buenorro del inspector.

En ese momento escuché la voz de Pedro, mi jefe, que pasaba muy cerca de mí, así que me giré y le dije educadamente:

- Pedro, si no te importa me gustaría hablar contigo de un asunto importante.

- Marina, vamos a abrir la tienda en dos minutos y además estoy atendido al inspector, no creo que sea tan importante como para no poder esperar un momento mejor.

Tú dame más tiempo para pensar y ya verás como cambio de opinión. ¡ Ni de coña! me dije a mi misma.

- De verdad, Pedro, es muy importante, no será mucho tiempo.

- No termino de entender cómo puedo ser tan blando a veces. Luego que hacen conmigo lo que quieren... Vamos a mi despacho. Señor inspector, al parecer se trata de un tema urgente, en unos minutos estoy con usted de nuevo.

No me pasó inadvertida la anotación del inspector en su libreta, porque ya poco me importaba lo que me pudiera decir. Tampoco la mirada de sorpresa que Carla y Lucas me clavaban en la espalda. Habían escuchado toda la conversación y sospechaban que de esa charla con Pablo no iba a salir nada bueno, aunque también sabían que no tenían ninguna posibilidad de hacerme cambiar de opinión cuando se me metía una idea en la cabeza...



- ¿¡Qué te vas!?. No me jodas Marina, qué dices. Esto de Miguel te está tocando mucho la cabeza, si yo lo sé, pero es que la decisión que dices que has tomado es una puñetera locura. ¡Abre los ojos!- Carla estaba que trinaba desde que les había contado mi plan.

- Carla, relájate, por favor- le susurró Lucas.

- ¡Ni de coña! Va a cometer uno de los peores errores de su vida y no puedo cerrar la boca, lo siento. Vas a cagarla, Marina. Mira, entiendo que estás fatal por la ruptura, pero mandar tu vida a la mierda no creo que sea la mejor solución.

- Yo creía que os alegraríais por mí, al fin y al cabo estaba mucho más animada y optimista desde que había tomado la decisión. Yo pensé que mis amigos me apoyarían...

- Mira Marina, siempre te he querido como a una hermana y creo que eres una mujer sensata. Pero creo que estás metiendo la pata, y mucho. Claro que somos amigas, pero esta decisión no me parece la mejor. Eres libre de hacer lo que quieras, pero date cuenta de que si vas a desaparecer porque te ha dejado Miguel, no solo vas a cambiar de país, sino que vas a dejar atrás a toda la gente que te apoya y te quiere, que es mucha. Siento no decirte lo que querías oír, pero alguien te lo tenía que decir.- añadió Carla visiblemente emocionada- Yo me tengo que ir ya que se está haciendo tarde, hablamos.

Carla se levantó del sofá sin esperar respuesta, cogió su bolso y se fue. Lo más sorprendente era que Lucas no se movió de su asiento.

- Carla es muy testaruda y no tiene pelos en la lengua, no se lo tengas en cuenta- dijo.

- Lo sé, pero aún así me parece muy fuerte cómo se ha puesto.

- Mira, creo que esta vez Carla tiene razón. Está todo muy en caliente y has tomado la primera decisión que se te ha pasado por la cabeza sin pensarlo demasiado. El dolor te va a seguir un tiempo, da igual donde estés. Y alejarte de toda la gente que te quiere y te apoya solo va a servir para que te sientas más sola y sufras más.

- Sí que lo he pensado- le contradije.

- ¿Cuándo se te ha ocurrido la idea?.

- El otro día me lo sugirió mi abuela y ayer decidí cuál sería el destino.

- No hace ni una semana de tu pelea con Miguel y ya tienes claro que quieres desaparecer por tiempo indefinido, has dejado tu trabajo y vas a dejarnos a todos atrás. ¿No es suficiente argumento para que te lo replantees?- añadió.

- Mira Lucas, siempre te he considerado como de la familia y siento que tenemos una amistad muy grande, pero te estás metiendo demasiado en mi vida. Ya os he dicho que la decisión está tomada y esta misma noche reservaré los billetes de avión. Siento que no os guste la idea, pero es mi vida.

- Tienes toda la razón, por eso te tenemos que decir lo que pensamos aunque no nos vayas a hacer ni caso. Creo que te he dicho todo, así que nada, te deseo lo mejor. Si necesitas algo, seguimos en contacto.

Lucas se levantó y me dio un abrazo, uno de esos que guardas en la memoria durante toda tu vida. Un abrazo cargado de lástima, dolor y gratitud por los momentos vividos. Un abrazo que sabe, irremediablemente, a despedida.

Me ahorraré contar la bronca que me echó mi madre cuando la conté mis intenciones, y la cara desencajada de mi padre. Mi abuela me miraba desde el otro lado del pasillo con lágrimas en los ojos, pero orgullosa de mi valentía, o eso quería yo pensar. Ella se ahorró intentar convencerme de que no lo hiciera. Me conocía perfectamente y sabía que nadie me iba a hacer cambiar de opinión. Creo que era la única persona que en ese momento se alegraba un poquito por mi. Se agradece, abuela.

A UN PASO DE MI FELICIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora