CAPÍTULO 1: ALTIBAJOS

23 4 12
                                    


Tras semanas sin recibir mercancía, las cajas inundaban cada pasillo del establecimiento. El personal trabajaba sin descanso en una jornada que prometía ser más agotadora de lo habitual. Sin embargo las conversaciones fluían animadas tras varias semanas en las que sólo podías limitarte a cruzarte de brazos e implorar para que las agujas del reloj se movieran más rápido. Este mes me tocaba reponer en la zona de mujer, pero aunque no fuese mi departamento favorito, me ayudaba a coger ideas sobre moda y, alguna que otra vez, me hacía caer en la tentación de darme un caprichito. Hoy me sentía más animada de lo habitual, pues tras mucho pensar, había decidido qué regalar a Miguel por su cumpleaños. No era la gran cosa, pero quería que fuese especial. Tras ocho años de relación, y los tres últimos viviendo juntos, nuestra relación llevaba unos meses siendo más distante. ¿Cuál se suponía que era el motivo? Yo trabajaba sin descanso en la tienda de ropa del centro comercial, y desde hacía tres meses, Miguel había comenzado a trabajar en un bar de copas. Llevaba mucho tiempo en el paro y me alegré mucho cuando llamaron para darle el sí, sin embargo nuestros horarios eran totalmente diferentes, y el tiempo que estábamos juntos, lo pasábamos tirados en el sofá, cansados de tanto trabajar. Por eso, pensé que tenía que encontrar alguna forma de recuperar la cercanía que teníamos antes. Aprovechando que dentro de unos meses tendríamos vacaciones, reservé un apartamento a unos kilómetros de la playa de Ris, en un precioso pueblo de Cantabria. Serían unos días tranquilos para pensar en nosotros y disfrutar de un cambio de aires bien merecido. Todavía me faltaba ultimar algunos detalles pero...

- ¡¿Pero todavía estás así?! Llevas colocando camisas casi dos horas... ¡Deja de pensar en la playita, que ya tendrás tiempo, guapita de cara!

Carla era una amiga como pocas. Podías confiar en ella para cualquier cosa y siempre tenía una solución para tus problemas. Pero eso no quitaba para que fuera un poco tocapelotas. No era la persona más trabajadora, todos lo sabían, pero era el alma de la plantilla en las buenas y en las malas. Nos conocimos hace unos años, cuando empecé a trabajar en la empresa. Ella se había incorporado un año antes y fue la encargada de formarme y supervisarme durante los primeros meses. Primero, nuestra relación se limitó al trabajo. Después comenzamos a salir a tomar unas cañas, hasta que ahora era una de las piezas más importantes de mi vida. Todos sabían que Lucas era una de sus debilidades, además del chocolate. Él era otro de mis mejores amigos, así que solo con pensar en la posibilidad de que acabaran juntos, me hacía sentir como la sujetavelas del grupo. Luc, como le llamábamos a veces, era todo lo contrario a ella: siempre llegaba pronto para ayudar en el almacén antes de entrar a trabaja, es un chico responsable, algo tímido al principio, aunque muy extrovertido cuando empezaba a coger confianza. Llegó a la empresa hacía algo menos de dos años, para una campaña de rebajas, y se había quedado tras dejar impresionados a los supervisores con su gran trabajo y su trato exquisito con los clientes. Como digo, son polos opuestos, aunque sin duda eran los mejores amigos que podía imaginar.

Tras colocar lo que me parecieron miles de prendas de ropa femenina y limpiar las estanterías donde iría la nueva colección de verano, cogí mi chaqueta y salí a tomar el aire durante los pocos minutos que nos dejaban descansar. Miré el móvil: sin notificaciones ni llamadas perdidas. Abrí el chat de Miguel y vi que nuestro último mensaje era de hacía casi un mes: "compra fruta". Siempre esperaba un gesto de cercanía por su parte pero cada vez tenía una excusa diferente. Echaba de menos sus mensajes cariñosos, sus caricias y su risa. Todo se había vuelto muy frío. Estaba cansada de la situación y me había propuesto acabar con ella, así que comencé a escribir.

- "Hola cariño, acabo de salir al descanso y estoy pensando en ti"

Pasaron unos minutos y no hubo respuesta, así que abrí la mochila para guardar el móvil, cuando de repente vibró.

- "Y yo en ti"

Esa fue la escueta respuesta que obtuve, así que respiré hondo y entré de nuevo para afrontar las cuatro horas de trabajo que se me venían encima. Mi buen humor se disipó un poco, aunque confiaba ciegamente en que la sorpresa del viaje ayudara a mejorar la situación.

- Marina, ¿te vienes a tomar algo con nosotros?- dijo Miguel.

Aquel plan era lo normal tras salir de trabajar los miércoles, pero aquel día no estaba con mucho humor así que decidí rechazar la oferta.

- ¡Vamos tía! Que mañana nos toca cerrar y no nos da tiempo. ¡Antes de las doce estarás en casa, prometido!

- Carla, en serio, hoy no es el mejor día. Os la debo.

- Esta situación con Miguel te está consumiendo. Debes hacer algo o cortar por lo sano. Confío en que el plan del viaje funcione, sino, ¡a la mierda!

Carla podía ser muy bruta cuando quería, pero yo sabía que tenía razón. Miguel se había convertido en el centro de mis preocupaciones desde hacía tiempo y aunque lo intentara, no conseguía mejorar la situación. El viaje era un intento desesperado por levantar la relación. Si no funcionaba habría que tomar una decisión, pese a llevar tantos años juntos. Le quería más que a nada, pero quizás el amor había ido desapareciendo.

Con un abrazo, me despedí de cada uno de ellos prometiendo que para otro día iríamos a tomar una caña los tres juntos. Hacía un sol radiante, así que decidí hacer el camino de regreso a casa andando, me puse los cascos y comencé a caminar sin prisa.

A UN PASO DE MI FELICIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora