3. Demonio moribundo.

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     El silencio que rodeaba por completo el lugar, llegaba a resultar aterrador. Más que nada sabiendo que estaba rodeado de cientos de personas que aullaban en busca de salvación, mientras sus vidas se apagaban lentamente bajo esa capa de oscuridad que los envolvían y consumían cada segundo de su tiempo.

Si era día o de noche, lo desconocía por completo. Al lugar no ingresaba ni un poco de luz, por lo que su ojo solo estaba familiarizado con la infinita oscuridad en la que estaba destinado a vivir.

Fue solo cuando un rechinido resonó a unos metros, y la puerta se abrió dejando entrar una llameante oleada de luz, que todos a su alrededor chillaron con dolor, alejándose lo más posible de esa fuente de luz, tratando de mantenerse rodeados de la oscuridad que los había estado acompañando durante años.

Sin embargo, él no se movió. A pesar del dolor de su ojo ante el cambio de luz, se mantuvo justo donde estaba, sentado y recostado contra la incómoda pared, al momento que pudo ver frente a él al causante de todo lío en el lugar.

Era el pequeño heredero al trono que había llegado al lugar, con una antorcha en una de sus manos mientras en su otra mano, llevaba un pequeño cuchillo. Realmente no le sorprendía verlo ahí, de hecho, sabría que regresaría pronto. Lo que, si le sorprendió, fue la valentía del pequeño de venir al lugar sin ninguno de sus guardias. Eso era peligroso, y solo causó que una sonrisa divertida se asomara entre sus labios cuando su ojo se juntó con los marrones del aterrado chico castaño.

—¿A qué debo el motivo de su visita, alteza? —preguntó el rubio, con voz áspera y cansada, señal de no haber bebido nada y haberla usado en días.

La mirada del príncipe se entrecerró al verlo, notando el estado del demonio. Estaba mucho más pálido que la primera vez que lo observó a llegar, su rostro estaba completamente sucio, delgado y lleno de sangre seca por golpes que seguramente tuvo que ver con los otros demonios del lugar. Mason se sintió repentinamente enfermo cuando notó que en realidad el rubio estaba completamente inmóvil en su lugar.

Su cuerpo estaba muriendo.

—¿Por qué has rechazado la comida que te han traído? —cuestionó, observándolo fijamente.

El demonio hizo un leve movimiento, siendo interpretado como un movimiento de hombros desinteresado.

—Eso sería darle una ilusión de vida temporal a mi cuerpo, prefiero ser consciente de la muerte que envuelve cada hueso y órgano de mi cuerpo. De todas formas —su ojo brilló, incluso más que la propia llama de la antorcha—, voy a morir pronto.

La forma en la que las palabras salieron de su boca fue cruel, dolorosa y de alguna forma, aterrador para Mason. Porque eran como una promesa, algo que estaba seguro de que pasaría y nada podría evitarlo. Algo que le decía que, aunque lo intentara, no podría derrotar a la verdad que vivía en el interior de cada persona del mundo.

—Aún no puedes morir —gruñó en respuesta, apretando la antorcha entre sus dedos, la madera reventando por las llamas a su alrededor.

—No es algo que puedas decidir por ti mismo —respondió divertido el demonio, sin ninguna pizca de respeto en su voz—. Ustedes creen ser los jueces de la vida y la muerte, cuando de hecho solo son un intermediario que le gusta jugar con los tiempos establecidos por Dios.

Sus palabras eran fuertes, suaves y filosas como el cuchillo en manos del príncipe. Cortando el sentimiento de superioridad del castaño, y juzgando sus creencias como si fuese alguna clase de pastor.

—Nosotros cumplimos con las ordenes de Dios, su propio tiempo en este mundo se acaba cuando osan ir en contra de él y de nuestro reino al momento que...

Golden tears || BillDipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora