El señor Delvis, profesor, escritor, cirujano y reconocido filántropo dentro de la comunidad junto a su esposa, madame Claire, habían hecho posible la creación de la casa abrigo para las personas sin hogar, las remodelaciones de varios hospitales en el estado y la creación de grupos ecológicos que hacían del caucho un reciclaje, vivían en la calle 6ta, frente al museo colonial de Luxem.
Llevaban una vida perfecta antes de las acusaciones.
No tenían hijos, eran una pareja muy bien acomodada.La joven Helena Müller, periodista por el Times, estaba sumergida en un pequeño estanque de ambivalencia, se había enterado apenas que el señor Delvis posiblemente era el informante de La Orden.
Revisó nuevamente los datos proporcionados: Una sociedad mistérica, hechicería, orgías, sacrificios, antropofagia, que no involucraba a un pequeño sector, sino uno más grande de la alta alcurnia y parte del gobierno en sí.
Estaba consciente de cuán delicada era tal información y de lo peligroso que sería para los involucrados que intentaran llevarla a la luz.
Resultaba indispensable para Helena conseguir cuanta información fuera posible, y en el mínimo lapso de tiempo.Lamentablemente en la lista proporciona por el informante, no se mencionaban pruebas directas, ni lugares, al parecer una vez iniciados eran nombrados de una forma diferente dentro de la secta.
Una llamada interrumpió su concentración, Joseph Pierce.
-¿Si? ¿Hola?-Apareció Delvis.
Dijo en un tono muy bajo.Se heló por un momento, sintió esa súbita ráfaga de adrenalina expandiéndose a máxima velocidad por su cuerpo.
Tragó, empezó a tomar sus notas y carpetas desordenando todo al intentar recogerlo y salir de la oficina a cuanta velocidad le permitía su cuerpo.
-Retenlo, n-no dejes que se vaya.-Está.. muerto.
-¿Qué?
.
.
.Ahora está allá, en las catacumbas de Ptolemais, cerca de las oscuras planicies de Criseo, que rodean el impuro canal de Caronte.
Sombra, Poe
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.
.Afuera en recepción encontré a Eva, asintió al verme y esbozó:
-Acaba de llegar algo interesante para ti, Josh.
Siempre con esa sonrisa coqueta.-Creo que es algo grande Pierce.
Me susurró. Subí ésta vez por el ascensor, recién comía.En la sala de interrogación, al adentrarme, el único testigo frente a mi era un hombre blanco, de mediana edad, llevaba las prendas azules y blancas que otorgaba la estación.
-¿Que le pasó en la mano?
Pregunté a G, mi compañera.El sujeto sonrió sin alzar la vista. Tenía esas pequeñas manchas rojas a los lados de sus pálidas mejillas. Fruncía mis cejas viendo las imágenes de la escena del crimen.
Me respondió García después:
-Tenía un símbolo, se lo arrancó con sus dientes cuando lo encontramos. No hay antecedentes, ni dirección, ni nombre, ni nada.
También el..Se acercó por un costado a mi oído:
-Su lengua.. no la.. tiene, fue cortada, hace bastante tiempo. No puede hablar.Me quedé en silencio por un momento, luego tomé asiento y comencé un interrogatorio con lápiz y papel que nos llevó a ningún lugar.
Recogí las carpetas.
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Gloriosa Decadencia
Mysterie / ThrillerUna periodista y un agente de policía reciben información sobre una supuesta sociedad secreta que involucra en escándalos y crímenes atroces a entes gubernamentales y demás pares de la alta sociedad, todo llega a ser incierto hasta que sucede lo ini...