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Kenma no es una persona complicada. Consigue lo que necesita y nada más.
Tal vez por eso recuerda exactamente cuándo comenzó.
Después del partido de Nekoma y Karasuno en los nacionales de su segundo año. Kenma sólo planeaba comprar una bolsa de frituras y salir de la tienda de conveniencia sin nada más.
Pero cualquier clase de plan se ve interrumpido por la voz ruidosa de Shouyo en todo el lugar. Y Kenma quisiera ignorar la escena, realmente lo hace, pero no puede evitar sentirse confundido ante la perorata del pelirrojo de porqué Kageyama debería elegir cualquier yogurt y no preocuparse de que el envase no sea del mismo color.
–¡Solo lleva el blanco es más barato! ¿Por qué si quiera estás encaprichado por el rojo? ¡Son del mismo sabor!
–¡No es lo mismo! –Contesta Kageyama. A este punto, Kenma ha asomado su cabeza para visualizar y entender la conversación. Kageyama tenía un puchero mientras miraba el yogurt de envase rojo. –El blanco sabe raro.
Shouyo suspira. –Kageyama-kun, gastaste tu dinero en la tonta playera de setter y la de manager para Hitoka. Si compras el rojo, será todo lo que comprarás hoy hasta que tu hermana venga por ti.
Kageyama termina poniendo ambos envases en su lugar, decidiendo que no llevará ninguno. Shouyo palmea su frente ante la actitud caprichosa de su amigo. Se van segundos después, el pelirrojo siguiendo el reproche de que debería haber llevado el blanco, al menos para aguantar hambre.
Kenma miró los productos devueltos por devueltos por Kageyama y suspiró. Una buena obra le vendría bien de vez en cuando. La compró y escaneó con rapidez su alrededor para ubicar al azabache, lo que no fue difícil debido al poco sigilo del dúo de Karasuno.
–Kageyama –Alza su voz, afortunadamente fue lo suficiente para no tener que repetir. El menor voltea desconcertado, Shouyo a su lado lo imita. Kenma coloca el yogurt en las manos de Kageyama, el chico ladea la cabeza buscando alguna explicación. –Lo querías. Es para ti, tómalo.
Kageyama duda unos segundos antes de que sus ojos se inunden con un brillo rutilante, casi mágico. A Kenma le parece irreal la manera en la que el rostro estoico se convierte en un completo desastre iluminado.
Oh
El salto de su corazón es silenciado por la risa de Shouyo. –Eres un niño, babyyama. Di "gracias"
La expresión de Tobio vuelve a la normalidad para fruncirle el ceño a Shouyo y luego vuelven a brillar para Kenma. –Gracias, Kozume-san, se lo compensaré.
Poco sabía Tobio que ya lo había hecho.
–¿Y a ti qué te pasa? –Le preguntó Tora después de un largo trance.
