Duelo (II)

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Trotuman y Vakypany dormían en el suelo de la celda mientras que Vegetta y Willy se mantenían en vela, intentando entender de qué les había hablado aquel minero, Cleef, antes de encerrarlos en la prisión. No habían pegado un ojo en toda la noche. ¿Qué sabia esa gente sobre ellos? ¿De qué bruja hablaba? ¿Qué duelo? En silencio, Willy se apoyaba en los barrotes de la prisión mientras que Vegetta con u trozo de hierro que había arrancado del único camastro que había en la celda, garabateaba dibujos grabándolos en la pared, distraído y sin pensar apenas en lo que estaba haciendo, concentrado en el poco esperanzador día de mañana que les esperaba.
-¿Qué haces?- preguntó Willy-. ¿En qué nos hemos metido? ¿Cómo vamos a salir de esta?
-No tengo idea- respondió Vegetta -. Pero ya oíste a ese tío: o se nos ocurre algo o mañana se nos comerán los gusanos.
-Sí les tendemos una trampa con TNT... - Willy miró hacia sus mochilas, retenidas en una caja fuera de la celda; se las habían quitado antes de encerrarlos. Era una prisión escueta, polvorienta y en la que no habían invertido demasiado tiempo: apenas cuatro paredes con una vieja mesa de madera, tras celdas minúsculas y una ventana, al fondo, también protegida por barrotes-. Un momento, ¿por qué no nos acerca nuestras cosas Vakypandy? Podríamos escapar de aquí haciendo un agujero en la pared. Que use su magia para cogerlas, tio, si pudo movernos a Trotuman y a mí por encima de un río, tiene que poder mover unas mochilas.
-¿Pero qué dices? ¿Sigue con esa idea en la cabeza?
-¡ Tú mismo viste cómo se puso de pie! ¡Le brillaban los ojos!
-Supongo que tienes razon- se resigno Vegetta -. Estamos aquí por su culpa, así que merece la pena intentar que nos ayude a salir de aquí.
Vegetta despertó a Vakypany, cogiéndola de una pata y agitando. La mascota se despertó de súbito, como si acabará de alimento de un sueño muy intenso.
-Vakypandy, iones que ayudsrnos- le dijo Vegetta -. Usa tu magia para coger nuestras cosas. Están ahí afuera.
-¿Q...qué pasa?- dijo Vakypany -. ¿De qué hablas?
-Nuestras cosas. Enciende los rayos y acerca las mochilas; están ahí afuera- dijo Willy apuntando a la caja.
-Me despertáis sin preguntar, no me decís ni <por favor>... Esos modales, chicos- dijo Vakypany. Sus ojos se iluminaron y de su Cabeza salio un rayo de luz como el que había hecho flotar a Willy y Trotuman por encima del río. La caja, flotando, comenzó a moverse hacia la celda. Cuando estaba cerca, Willy cogió las mochilas y las metió por entre los barrotes.
-¡ Buena, Vakypany! - dijo mientras la acercaba su mochila a Vegetta.
Comenzaron a buscar en las mochilas a toda prisa. Willy recordaba haber metido algo de TNT en su interior; mientras buscaban, la puerta de la prisión empezó a hacer ruido, como si alguien la estuviera abriendo.
-Viene alguien- dijo Vakypany -. ¡ Rápido, coged lo que necesitéis y dejad las mochilas en la caja!
Willy cogió TNT y lo escondió detrás de Trotuman; Vegetta cogió su arco y lo escondió bajo su ropa: la armadura demostró ser un sitio perfecto para ocultarlo. Pusieron las mochilas de nuevo en la caja y Vakypany empezó a moverse de nuevo hacia el sitio de donde la había cogido. Cuando la puerta se abrió, Vakypany volvió a la normalidad y la caja cayó con un ruido de al suelo. La que estaba entrando era Millie, la hija de Cleef; fuera, empezaba a clarear con los primeros rayos de sol. Realmente habían estado toda la noche en vela.
-¿Qué ha sido ese ruido?- preguntó Millie
-¡Nada, nada!- dijo Willy golpeando los barrotes con el trozo de hierro de Vegetta -. Solo nos estamos distrayendo...
-Más os vale no estar demasiado distraídos en el duelo- dijo Millie-, porque ahí no hay segundas oportunidades. Venga, despertad a la tortuga. Está amaneciendo. Es la hora.
-¡¿Ya?!- dijo Vegetta
-¡Sí, ya!- gritó Millie-. Lo siento si no os ha dado tiempo a hacer el tratamiento de belleza. Para recibir una bala no necesitáis poneros cremas. ¡Vamos!
Willie se dio vuelta y cogió a Trotuman en brazos; se quitó la chaqueta, cubrió a su mascota con ella y escondió dentro la dinamita mientras le daba la espalda a Millie. Miró a Vegetta y asintió. Tendrían que improvisar algo.
El sol empezaba a asomar por el horizonte cuando salieron de la prisión. En la calle, algunos curiosos habían abandonado sus casas para ver el espectáculo; otros miraban por las ventanas, curiosos. Ninguno confiaba en que los forasteros fueran a salir con vida del duelo.
Millie llevo a Vegetta y Willy hasta el sitio donde se celebraría; frente a ellos esperaba Cleef, que parecía no haberse quitado la ropa de trabajo ni para dormir. Masticaba un palo y sonreía: confiaba en que fuese la última vez que iba a ver.con vida a Willy y Vegetta. Millie se acercó a su padre.
-¡ Buenos días, princesas!- gritó Cleef-. Ha llegado el momento. Un duelo al amanecer: no todos los días tenemos la fortuna de vivir algo así en este pueblo.
Los espectadores empezaron a reír y gritar, era evidente que disfrutaban con lo que estaban viendo.
-Supongo que ya sabéis cómo va esto- continuó el minero-. Os enfrentaréis a l animadora más experta del pueblo. Ya conocéis a Millie, claro- mientras decía esto, su hija saco su revólver y dio un paso al frente.
-¿Una niña?- dijo Vegetta -. ¿Vamos a enfrentarnos a una niña?
-¡Cuida lo que dices cuando hables de mi hija, forastero!- gritó Cleef-. Nadie dispara como Millie en este pueblo, y nadie ha salido con vida en un duelo contra ella.
Millie miró hacia un lago y apuntoó con su revólver; disparó tres veces y acertó en las jarras de tres curiosos que se habían acercado a ver e duelo, que estallaron en mil pedazos, salpicando en todas direcciones. Una mujer gritó. Los curiosos soltaron ñas jarras, que ya eran sólo mangos, y comenzaron a aplaudir y silbar. Millie cogió tres balas de su cinturón, recargo el revólver y lo guardo en su pistolera.
-Para hacer las cosas un poco más.interesantes, seréis os contra uno; mi hija contra vosotros dos. ¡Cantinero, las armas!- dijo Cleef.
El cantinero del pueblo se acercó a Vegetta y Willy y les entrego dos revólveres
Mientras tanto, un tipo vestido de negro les tomaba las medidas.
-Vuestras pistolas solo tienen una bala, para nivelar la desventaja. Se suele decir que dos cabezas pienso mejor que una, y Millie ha insistido en que quiere comprobar.si dos forasteros apuntan mejor que uno.
-Está chapado, papá- dijo Millie.
-¿Quieres que disparamos a una niña, en serio?- preguntó Willy.
-¡ No te he pedido que hables, forastero!- le reprendió Cleef-. Basta de cháchara, no quiero arruinar el amanecer. No solemos tener visitas en el pueblo, y mucho menos la.oportunidad de ver un buen duelo al amanecer. ¡Preparaos!
Cleef se apartó y Millie quedo sola frente a Willy y Vegetta. La calle principal del pueblo estaba vacía, rodó polvo y piedra. A los lados, la gente se amontonaba en las entradas deas casas, Có ganas de ver el duelo; los que no estaban despiertos ya se habían despertado con la presentación de Cleef
Se les notaba ávidos de espectáculo. Millie agarro con fuerza su revólver, guardadocen la funda que colgaba de su cinturón; la mano apenas le llegaba para cogerlo, pero esta A claro que sabía disparar.
-No puedo disparar a una niña, tío- dijo Willy a Vegetta.
-Es ella o nosotros- respondió.
-¡Pero es una niña!
-¡No hemos venido aquí a hablar!- gritó Millie poniéndose en posición.
El silencio era absoluto. La.gente miraba con atención a los duelistas, separados por unos metros de distancia y la tensión que podía cortarse con un cuchillo. A un lado, Vakypany y Trotuman miraban, mientras uno de los habitantes.del pueblo no lo quitaba el ojo de encima, como si estuviera.viendo ya la enana de esa noche. Al fondo, el sol seguía saliendo, sin prisa, como intentando que Vegetta y Willy disfrutaban de las.vistas por última vez.
De repente, Millie saco el revólver. Willy y Vegetta hicieron lo mismo; cerraron los ojos y se escuchó un disparo.
-¿Ya?- dijo Willy abriendo un poco un ojo.
Millie sonreía frente a ellos. Solo salia humo del cañón de Vegentta, que había fallado el disparo; Millie ni se había molestado e intentarlo. Quería disfrutar ese momento.
-¡Un momento! ¡No puedo dispararse a una niña!- gritó Willy.
-¡Pero yo si puedo dispararos a vosotros!- dijo Millie apuntándoseun silbido distrajo a los duelistas.
Era Trotuman, llamado la.atención de Vegetta y Willy ; en sus manos tenia el TNT que Willy había escondido e la chaqueta. El resto fue cuestión de segundos: Trotuman lanzó la dinamita, que cayó en la calle principal en medio de los duelistas; aprovechando que Millie se distrajo un momento, Vegetta saco el arco que había escondido antes y disparó una flecha al suelo, que quedó clavada al lado del TNT.
-¡Willy, ahora!- gritó Vegetta.
Wily disparó a la flecha; la bala chocó contra la punta y la chispa prendió fuego al TNT. Antes de que Millie pudiera.decir nasa, era.imposible ver que había.al otro lado. Vakypany y Trotuman aprovecharon la distracción para salir corriendo hacia Willy y Vegetta.
-¡Vámonos de aquí antes de que nos peguen un tiro!- dijo Vakypany.
El grupo salio corriendo, alejándose todo lo sepeisabqie podían del pueblo. Mientras corrían, los disparos de Millie silbaban a su alrededor. Con la cabeza agachada, Willy, Vegetta y sus mascotas corrieron hasta que dejaron atrás el pueblo; sinirar atrás, corrieron sin saber bien hacia donde iban: solo querían estar lejos de allí lo antes posible. Millie y Cleef corrieron detrás de ellos, pero no pudieron correr lo suficiente; para cuando pudieron ver bien a través de la polvareda, ya estaban demasiado lejos como para Alcanzarlos. Millie tiro su revólver al suelo.
-¡Papá, se han escapado!- dijo la niña-. ¡Me dijiste que era imposible que se escaparan!
-Lo sé, hija- respondió Cleef-. Maldita sea... Tenía muchas ganas de cenar cabra.

Wigetta: Un viaje mágicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora