Duelo (I)

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Sin darle demasiadas vueltas, Vegetta, Willy y sus mascotas emprendieron el camino que es habría de llevar hasta el Rey Guerrero. No dejes para mañana lo que pueda hacer hoy, dicen; habrían invertido suficiente tiempo en Pueblo como par que mereciera la pena intentar recuperarlo. Era un camino largo y en el que no sabían con que podrían encontrarse, según lo que les había dicho Vakypany, para legar hasta la isla flotante en la que vivía en Rey Guerrero tenían que atravesar todo el mapa.
-Espera, espera... ¿Qué mapa?- preguntó Vegetta.
-Este, tio- dijo Willy señalando al mapa que había desplegado en el suelo.
Era un mapa antiguo y lleno de borrones, con los dobleces del papel marcados y suficientemente deteriorados como para que solo pudieran fiarse de él A medias.
El objetivo estaba claro,bin embargo: para llegar hasta la nube tenían que viajar hacia el sur, rodeando las montañas que había más allá del desierto, y encontrar por el camino laguna forma de volar hasta la isla del Rey Guerrero, que flotaba en las nubes encima de un gran lago formando en el terreno del que se había desprendido la tierra en la que ahora vivía el legendario Sabio Creador. Iba a ser un viaje muy largo
El grupo siguió el camino que les marcaba el mapa hasta salir del bosque. Delante de ellosbse extendía una gran llanura; el horizonte, al fondo, prometía todo lo que su imaginación, que en ese momento estaba disparada por la posibilidad de tener un poco de acción a la vista, pudiera ofrecerles. Caminaron en silencio hasta que perdieron la cuenta del tiempo; todo lo que tenia de rompedor el horizonte en un principio acabó conveirtiendosrben aburrimiento mientras la vegetación se hacía más débil y la hierba dejaba paso a la tierra, cada vez más presente en el suelo que pisaban. Había que hacer algo.
-Lo único que hemos hecho durante horas sido caminar- dijo Willy rompiendo el silencio del grupo-. No nos hemos cruzado ni con un animal. ¿Por qué nos has traído a un sitio tan aburrido?
-¿Pero queréis salvar Pueblo o no?- preguntó Vakypany.
-A very, sí, pero esto es un aburrimiento. Si fuera un libro, seria un aburrimiento -dijo Willy-. Es como El señor de los anillos, pero sin orcos.
-Es como Saprtacus, pero sin gente desnuda -dijo Vegetta.
-A mí me valía con gente vestida -dijo Willy. Echaron a reír.
-Es como Star Wars si todas las películas fueran en el planeta en el que Luke Skywalker era un granjero.
-Es como...
-¡Un momento! - interrumpió Vakypany.
Habían llegado a un desnivel en el terreno; A sus pies, un camino sinuoso comunicaba con un desierto: la tierra agrietada y la vegetación muerta contrastaban con el frondoso bosque que habían dejado atrás hacia un rato. Vakypany señalaba al fondo: en medio del desierto había un pueblo que llegaba a ser tal solo por los pelos. Unas pocas casas de madera en medio de la nada. Semejanza uno de esos pueblos del Salvaje Oeste que salían en las películas, pero a su alrededor no parecía haber ninguna fuente de alimento. Desde luego, no había ninguna fuente de diversión. ¿Quién demonios querría vivir ahí?
-vamos hacia allí -dijo Vakypany-. Llevamos caminando un buen rato. Es la primera señal de vida que encontramos en horas y está atardeciendo; quizá tengan provisiones y podamos pasar la noche allí.
-Es como Regreso al Futuro III, sí...sí...- dijo Willy-. Es más o menos así, en realidad.
Ni un alma en el pueblo cuandegaron a él. El único sonido que se escuchaba era el silencio del desierto, ese silencio de arena mecida por el aire: ni un alma en la calle principal, la única, parecía, que había en todo el pueblo. Las marcas del suelo dejaban en evidencia la presencia de alguien, sin embargo; cuando se acercaron al bar del pueblo( un edificio más grande que el resto y con un letrero que no dejaba lugar a dudas:saloon), vieron a un vasallo atado a un poste frente a la puerta. Del interior llegaba un murmullo apagado.
-¿Entramos? ¿Escucháis eso?- preguntó Vegetta en voz baja.
-Parece que hay gente cuchicheando. Parecen muchos, además. Vamos a mirar- sentenció Willy empezando a caminar.
-Un momento... -dijo Vegetta, sin poder retener a su amigo.
Willy abrió la puerta y entró, seguido de cerca por Vegetta, que aceleró el paso para alcanzarle. Trotuman se cayó de espaldas ante el estruendo que les recibió cuando entraron.
-¡FELICIDADES!- gritaron todos los que estaban dentro.
El corcho de una botella de champán salio volando desde el fondo Có una ruidosa explosión, voló por todo el bar y acabó golpeado a la lámpara de madera que colgaba del techo, que empezó a moverse caóticamente. Del piso de arriba comenzó a caer confeti, lanzando por un grupo de personas que sientan bolsas enormes llenas de llenas de papeles de colores. Ruidos de vasos, golpes en el suelo y gritos de todo tipo llenaron el bar, que se convirtió de golpe en una fiesta estruendosa.
-¡Un momento!- se escuchó de Pronto-. ¡¡Un momento, he dicho!!
Nadie hacia caso a la voz. Una niña pequeña se subió a la barra, saco una pista de la flaca y disparó al techo.
-¡Que os calléis!- gritó. Se hizo el silencio. La niña señaló al grupo que acababa de entrar-. No es mi padre, mirad. Son una pandilla de raros que se habrán perdido.
Todo el mundo miró hacia ellos, decepcionados por no ver a la que esperaban. Se colocaron los sombreros, carraspearon, se sentaron en sus sitios.
La niña, mientras tanto, se acercaba a Vegetta y Willy.
-Bueno, a ver ¿y vosotros quiénes sois?- les pregunto malhumorada.
-Venimos en dos de paz- dijo Vakypany.
-Tío, no son marcianos, son personas- dijo Vegetta-. Yo soy Vegetta y él es Willy; el tipo bajito y con pinto de tortuga es Trotuman, y la que acaba de hablar es Vakypany. Pasábamos de camino y pensamos que quizá podríamos parar a descansar y responder fuerzas.
-Perdón por lo del... ¿cumpleaños?- dijo Willy.
-El de mi padre, si- dijo la niña-. Disculpas aceptadas. Perdón por el mal humor: se suponía que mi padre tenia que haber llegado ya, y...
La puerta volvió a abrirse y todo el mundo se fijó en ella.
-¡FELICIDADES! - gritaron todos de nuevo. El ruido esta vez fue bastante distinto: sillas moviéndose mientras la gente del pueblo se levanta, algún aplauso, el chirrido de la lámpara del techo, que aún se balanceaba por el golpe del corcho. Las gotas que caían al suelo de la botella de champán era un metrónomo que pronunciaba la incomodidad del momento.
-No tengo nada- dijo el hombre que acababa de antrar-. No había nada. La mina esá seca.
Abrió los brazos y la niña fue corriendo a abrazarle.
-La mina está seca.- Ni siquiera parecía preocupado por la reunión de vecinos que se habían organizado por recibirle. Miró a Willy y a Vegetta -. Y estos dos, ¿quiénes son? Da igual, ¡cantinero! ¡Ponte algo de beber! ¡Y que esa fuerte!
Willy y Vegetta se miraron y siguieron al hombre, que que sentó a su hija en la barra y apoyó los codos en ella. La ropa del hombre estaba llena de polvo y manchas; su pantalón se sostenía con unos tirantes mínimos y demasiado ajustados que le dejaban marcas en la espalda, solo parcialmente cubierta por la camiseta interior que algún día fue blanca y que ahora era de un color muy parecido al del desierto. Su cara, mientras bebía lo que le había servido el cantinero se mantuvo inmóvil: no parecía estar enfadado, sino más bien decepcionado por algún motivo.
-Perdone...- dijo Willy tocándole en el hombro-. Nosotros...
-Qué pasa- dijo el hombre, seco.
Vegetta y Willy se presentaron y explicaron al hombre por que estaban allí. Se disculparon por el error de la fiesta sorpresa y prometieron continuar con su camino lo antes posible.
-Solo queríamos saver si pueden prestarnos algunas provisiones, señor...- dijo Willy.
-Me llamo Crees, y está es mi hija, Millie. Sobre la fiesta, no os preocupeis- respondió el hombre tranquilo y serio-, no es nada. No me importa mi cumpleaños. No sé cuántos años tengo: sé cuántos años llevo en la mina, pero no cuántos tengo. Sobre las provisiones, ya lo habéis oído. La mina está seca. Nada. Ni una criatura de la que sacar carne. Cero.
-¿Cazáis en la mina?- preguntó Vegetta.
-No se puede cazar en otro serio- dijo el hombre -. Es el único lugar donde hay algo comestible. Ratas, zombis...
-¡¿Qué dices?!- exclamó Vegetta sorprendido -. ¡¿Os coméis a los zombis?!
-Es lo que hemos comido siempre. Mi padre comía zombies, y su padre, y el padre de su padre. El bisabuelo w mi padre era vegetariano, pero su padre también comía zombis. ¿Algún problema?- preguntó.
-N...no, ninguno- respondieron Willy y Vegetta.
-Pero ahora la mina está vacía. Cuando fui hace un par de días, vi a un gr saliendo de ella y yendo hacia el norte, algo que me.pareció raro. Aun así entre y... ¡por! Ni rastro de nada. Solo oro. ¡Solo oro! Nadie puede alimentarse de oro. Creo que el bisabuelo de Wayne...- se dio la vuelta y silbo hacia las mesas, tratando de llamar la atención de alguoen-. ¡Wayne! ¡Wayne! ¿Era tu bisabuelo el que comía oro?
-¡Sí, señor! ¡Le daban igual los quilates!- respondió Wayne.
-Pues eso- dijo Crees, volviendo a apoyar los codos en la mesa-, yo no como oro ni mi hija come oro ni nadie que conozca come oro, así que si no hay zombis no hay comida. ¿Os pispáis?
-Hacia el norte... - decía por lo bajo Vakypany-. ¡Ya lo tengo! ¡Esos zombis iban detrás de nosotros! ¡Son los que fueron a Pueblo!
Un destello de sospecha se pudo ver en los ojos de Cleef, repentinamente interesado en lo que Vegetta y Willy tuvieran que decir.
-Algo les hizo salir de la mina- continuó Vakypany -, y puede que haya alguna pista todavía allí. Quizá nos convenga ir a echar un vistazo. Los zombis...
-¿Has dicho que han atacado vuestro pueblo?- preguntó Cleef girándse hacia Vakypany -. ¿Queréis ir a echar un vistazo a la mina?
-Sí, sí...- rumana Vakypany, sin prestar demasiada atención. Cleef hizo una señal; varias personas se levantaron de sus sillas y se acercaron al grupo-. Espera un segundo, ¿no os sorprende que esté hablando? ¡Soy una cabra! ¡Eh! ¡Eh, espera!
Los habitantes del pueblo sujetarán al grupo y comenzaron a arrastrarlos hacia afuera; estaban totalmente inmovilizados: no había manera de resistirse.
-no me sorprende, no- dijo Cleef-. He oído hablar de vosotros. Es justo como nos contó aquella bruja. Los chavales con ropa rara, el ser mitad hombre y mitad tortuga, la cabra que habla... ¡Llevarlos a la prisión!
-¡Un momento!- gritó Willy.
-¡Silencio, o no llegáis ni a la celda!- le interrumpió Cleef-. No os vamos a hacer daño. No somos unos salvajes. Vais A pasara noche en una ceda. No todo el mundo por aquí puede presumir de tener u techo bajo el que dormir. Mañana...- sonrio-. Mañana será otro asunto. Mañana os batiréis en duelo con el mejor pistolero del lugar.
A Willy y Vegetta se les escapo un grito sordo ante la noticia.
-Sí lo que decía aquella bruja no era cierto, no tenéis nada wue temer, tranquilos- continuó Cleef-. Si era cierto...En fin, que os voy A contar. Si era cierto, mañana estaréis muertos. Game over, forasteros. Game over.

Wigetta: Un viaje mágicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora