La luz intensa del exterior cegó al grupo, habituado ya a la oscuridad de la caverna; a medida que sus ojos seacostum rian a la claridad, pudieron ver frente a ellos un grupo de casas de piedra alrededor de u lago, y un camino que conducía hacia ellos. Detrás, una montaña se elevaba hasta más allá de lo que sus miradas podían alcanzar. Willy sacó el mapa e intentó averiguar dónde estaban; entre los dobleces y las arrugas, parecía claro que habían avanzado por el interior de la montaña, a través del sistema de túneles de la mina, mucho más profunda de lo que parecía en un principio. La vegetación crecía fuerte alrededor del lago. Desde donde estaban, podían ver árboles, flores, animales; un contraste fácil de agradecer después de lo que les acababa de pasar en la cueva, y antes en el desierto.
-¡Mirad, casas!- dijo Willy -. Puede que tengan provisiones. Vamos a preguntarles. Y esta vez intenta tener la boca cerrada- le dijo a Vakypany.
-Vale, vale...- respondió.
-En serio- dijo Vegetta -, esta vez no quiero cárceles ni niñas con pistolas ni explosiones, o los que te cenaremos seremos nosotros.
-¡Vale hombre!- dijo Vakypany -. Y tú, ¡menos cachondeo! - Trotuman se brotaba la barriga y se relamía.
Comparado con lo que acababan de pasar, el camino que llevaba hasta las casas que era tan agradable que no se acordaban ni de que llevaban sin comer ni dormir varios días. Se sentían revalorizado por la vegetación y la vista de los animales y los bosques que los rodeaban: esto es otra cosa, pensaron, aquí si se puede vivir. Ya cerca del lago, vieron a alguien sentado en una silla, cerca de la orilla, mirando al agua en silencio. Se acercaron con cuidado.
-¡Hola!- dijo Willy -. Eh... Venimos... Venimos en son de paz.
-Qué ocurrente- dijo Vakypany entre dientes.
-¡Shhh!- Willy intentó tapar a Vakypany -. Venimos de la mina que hay al final de ese camino, señor. Busco un sitio en el que descansar antecede seguir nuestro viaje.
El hombre de la orilla se dio vuelta y miró al grupo. Llevaba una camisa fina y un pantalón de pana, y cubría su cabeza con u sombrero de ala estrecha; estaba algo encorvado y por sus ojos no daba la sensación de que se sorprendiera de ver a esos extraños, ni de que le importara demasiado quiénes eran o qué hacían allí.
-Ah...- dijo el hombre, como saliendo de un sueño-. Sí, sí, claro. Podéis quedaros aquí. Tenemos provisiones de sobra. Yo soy Luego, por cierto.
Se presentaron de camino a la casa de Luego. Vivía solo en la casa más baja; estaba ordenada y limpia, y, como había dicho, tenía provisiones de sobra. Trotuman ayudó a Luigi a prepar algo de comer mientras hablaban despreocupadamente: del pueblo, del lago, de todo un poco. Vegetta y Willy descubrieron que no era un pueblo, sino una pequeña comunidad que se había formado alrededor de ese lago; varias familias que habían decidido vivir fuera de la sociedad, preocuparse solo de los suyos, apartarse de las complicaciones y llevar una vida pacífica. Y algo solitaria para algunos, parecía: por cómo hablaba Luigi, pensaron, daba la sensación de que no terminaba de encajar del todo.
Cuando terminaron de comer, Luigi propuso salir fuera y descansar junto al lago. Era una buena idea; les iría bien relajarse después de tanto movimiento. Salieron y se sentaron en la hierba; Trotuman y Vakypany se echaron a dormir mientras Willy, Vegetta y Luigi charlaban. Otros habitantes de aquella curiosa comunidad pasaban de vez en cuando a su lado y les saludaban amistosamente. Se presentaban, les daba las buenas tardes y se iban a sus casas, confiados y amables: vivían en un paraíso y no tenían nada que temer. Sin embargo, Luigi parecía algo decaído. Willy decidió preguntarle.
-Luigi, ¿éstas bien? Pareces triste.
-Sí, sí -sonrió Luigi-. Estoy bien, gracias. Supongo.
-¿Supones?- dijo Vegetta.
-No tengo nada de lo que quejarme, ¿no? Aquí se vive bien. Todos somos amigos.
-No parece que sea así, al menos para ti- dijo Willy.
-Hago lo que puedo. Pero...- Luigi se frenó.
-¿Pero?- preguntó Vegetta.
-Supongo que no acabo de encajar- reconoció Luigi-. Ya has visto a esa gente: parejas, amigos... Todos parecen tener todo muy claro. Lo tenían muy claro cuando decidieron venir a vivir aquí. Pensaba que sería lo mismo para mí, que venir aquí me ayudaría, pero...
-¿ Tu no lo tienes claro?- dijo Willy.
-No tanto, imagino. ¡Miradme! ¿No creéis que los demás también ven a un tipo esmirriado y solitario cuando me miran? Mira a Dida, por ejemplo, se encarga de traer madera y organizar las provisiones; Stefano es pescador y cuida del lago; Michelina sabe tratar a los animales y gestiona la granja; Marco exploró los alrededores del lago y fue el que hizo el camino por el que habéis llegado... - Luigi fue describiendo los trabajos de la gente de la comunidad, alabando sus contribuciones-. ¿Y yo? Solo, mirándome la narizota en el lago.
-Seguro que algo haces bien- dijo Vegetta-. Si no, no estarías aquí.
-¿Verdad? Pero estoy seguro de que si les preguntáis no consiguen deciros nada sobre mí. A veces me da la sensación de que soy poco más que un fantasma. Ojalá pudiera saber cómo me ven, y os demostraría que lo que digo es cierto.
Vakypandy, medio despierta y medio dormida, levantó un poco la cabeza al escuchar eso. Miró a su alrededor; no había nadie. Sus ojos comenzaron a brillar, y de repente la mirada de Luigi se congeló. Irguió la espalda y se quedó petrificado. Vegetta miró a Vakypany.
-¿Pero qué haces?- preguntó. -No me digáis que no estabais empezando a estar hartos de sus lloriqueos- dijo Vakypany.
-¿Qué? ¡No sé qué has hecho, pero quiero que lo arregles ahora mismo!
-No te preocupes, no es nada. Quiero ayudarle- explicó Vakypany -. Al mirarse en los espejos, se verá reflejado de la manera en que le ven los que se miran en ellos a diario, sus dueños. Saber qué imagen tienen de él los demás será tan fácil como ir a sus casa y mirarse en el espejo.
-Pero ¿y cómo se supone que vamos a explicarle eso?- dijo Willy.
-Eso ya no es cosa mía, chavales- Vakypandy se sacudió las responsabilidades sin demasiada dificultad-. Se va a despertar en unos segundos. ¡Será mejor que no os pille intentando hablar con una cabra o se pensará que estáis zumbados!- dijo, y volvió a apoyar la cabeza en el suelo. Trotuman se acomodó de nuevo a su lado, despierto solo a medias (...SALSEO ENTRE VAKYPANY Y TROTUMAN!!! xD).
-¡Oye, un mom...!
Luigi salio de su ensoñación ta rápido como se había quedado de piedra; Willy y Vegetta le miraron nerviosos y sin saber muy bien cómo iba a explicarle lo que había hecho Vakypany.
-Os lo digo- continuó Luigi, como si no hubiera pasado nada-, seria tan fácil como ver con los ojos de los demás.
-Y... y si...- Willy dudaba, intentando que se le ocurriera una explicación coherente para el hechizo-. ¿Y si te decimos que ver lo que piensan de ti los demás es tan fácil como mirarte en un espejo?
-¿Cómo? - preguntó Luigi frunciendo el ceño y sin entender muy bien aquella chifladura que le decía Willy.
-Lo que oyes- confirmó Willy, que de ponto se encontraba en un callejón sin salida.
-¡Es nuestro regalo por haber sido tan amable con nosotros!- dijo Vegetta poniéndose de pie y apoyando el pie en un rato, moviendo los brazos e imitando a los magos de las películas antiguas, haciendo como si tuviera una capa y estuviera dándose misterio ondeándola-. Venimos de un sitio muy lejano y te hemos concedido este deseo. Mírate en los espejos de tus vecinos y verás lo que piensan de ti sin necesidad de preguntarles. El espejo no mentirá. Así saldrás de dudas.
-Tenéis una forma muy rara de bromear, amigos- dijo Luigi incrédulo -, pro me gustáis, sois buena gente. Tengo que llevarle a Stefano una cosa que me pidió ayer; os dejo solos, pero mi casa es vuestra casa, así que disponed de ella para lo que necesitéis.
-¡Los espejos, Luigi!- dijo Vegetta mientras su nuevo amigo se alejaba, continuando con su teatro.
-Eso, ¡los espejos!- Willy se unió a la imitación. Luigi se rio y se despidió de ellos; el buen humor era un comienzo, pensó Willy.