Prefacio

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—Ana, apresúrate que no puedes darte el lujo de llegar tarde—grita mi madre desde la cocina.

Solté un suspiro mientras terminaba de colocarme el arnés que iba desde mi cintura hasta mis muslos. Me calce los tacones de aguja y visualicé mi aspecto en el espejo detrás de la puerta de mi habitación, quise verme por una última vez antes de que me olvidará completamente de que alguna vez tuve la vida que siempre quise.

Me puse una bata encima para ocultar el vestuario, me dirigí a la sala donde se encontraba mi mamá con mi padrastro y un hombre canoso que no dejaba de verme de arriba abajo con ese maldito sadismo que tanto odio.

—¿Esta es su hija?—pregunta aquel hombre sin quitarme la mirada de encima.— ¿Acaso no es muy jóven?

Veo duda en sus ojos dejando de lado la mirada lasciva que me dedico tiempo atrás, mi madre se mueve nerviosa y en mi interior bailo de emoción.

—No, ella no es nuestra hija—habló entonces mi padrastro y lo miré confusa.— Nos pidió ayuda así que le dimos un techo, pero nada más.

—Así es, ella no es nada de nosotros y tiene edad suficiente para trabajar en un bar—corrobora mi madre y una pequeña parte de mi terminó de quebrarse.

Mis ojos se llenaron de lágrimas y mi garganta se comprimió con la declaración de los que yo llamaba familia. El hombre sonrió entonces con malicia y yo bajé la mirada en un intento por contener las lágrimas que insistían en salir.

—Bien, es hora de irnos entonces.

El hombre canoso se levantó del sucio sofá y fui consciente de todo cuando ví sus feos zapatos entrar en mi campo de visión, alce la mirada y ahí está él sonriéndome con una dentadura perfecta. Sus ojos volvieron a recorrer mi aspecto y fue entonces cuando mi alma salió como una exhalación de mi dejándome vacía.

Sus dedos ásperos rodearon mi ante brazo llevándome fuera de la habitación hacía el patio y yo no voltee atrás porque nada de lo que en esa casa habitaba era humano, era honesto y mucho menos era mi familia, esas personas que creí conocer por años no fueron más que una estúpida imaginación mía. Me subí al auto negro con vidrios polarizados y este arranco dejando aquello casa donde crecí llena de engaños. Dejando atrás aquella vida de ensueño que creí que tenía cuando era así.

Mis ojos pesaban con cansancio y por más que intente no cerrarlos me fue muy difícil porque mi cuerpo sabía que después de hoy no iba a descansar más así que solo respondí a mis necesidades y me dejé caer en un sueño profundo para olvidar todo por un momento…


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Espero les guste la historia y que pueden acompañarme hasta el final.

Si quieren que les dedique un capítulo, que los felicité por su cumpleaños o por algún logro, o quieren que les dedique el capítulo a alguien pueden dejarlo en los comentarios y con mucho gusto lo haré.

Bye.
Ari.

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