Capítulo 1: Inicio

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Ana

No fui consciente de lo mucho que dormí hasta que me desperté y visualicé el reloj frente a mí dándome cuenta que son las 4 de la tarde. Me sentía más agotada que antes y estaba segura que no fue de tanto dormir sino por otras actividades…

Retiré las sábanas con cierto asco cuando percibí cierto olor y mis pies entraron en contacto con el suelo de la habitación que no se sentía para nada agradable con el insoportable frío que había en el. Me dirigí a la cocina y tomé una taza de zumo de naranja. Me tiré al sofá y encendí mi celular para poner algo de música.

Mis días de descanso eran casi nulos ya que debía ir a trabajar al bar y bailar para un montón de gente que solo se entretenían viéndome mover el culo como lo que soy; una prostituta. Algunos tipos tenían suerte y lograban irse conmigo después de que terminará mi jornada para así tener un poco de acción y ganar un par de billetes extras. Era un ciclo todos los días; bailar, irme con un tipo, llegar por la mañana a mi departamento e intentar dormir un poco antes de que llegue la noche y volver a trabajar.

Escuché música por tres horas hasta que mi celular comenzó a timbrar con la notificación de una llamada.

Leí el nombre y tuve que reunir de todas mis fuerzas para no mandar al diablo al tipo que me llamaba.

—¿Qué quieres, Robert?

Gruñó exasperado por el tono desdeñoso en que hablé.

—Que no se te olvide que soy yo quien te paga, mamasita—intentaba sonar seductor, pero me pareció más amenaza que otra cosa.—Las chicas buenas y bonitas como tú tienen buenos modales para los hombres buenos como yo.

Sentí como la bilis quemó mi garganta y suspiré cansada.

—¿En qué puedo ayudarte?

—Mañana tienes una reunión con alguien.

Esto tenía que ser una broma, ¿acaso se había olvidado que día asistía a la universidad? No podía estar haciendo esto.

—Robert, mañana debo asistir a la universidad. Sabes muy bien que nuestro trato es que no voy al trabajo cuando debo estudiar, tenemos un trato.

No tenía sentido reprocharle, pero no podía evitarlo ya que me había costado muchísimo convencerlo para dejarme estudiar.

—He cumplido con todo lo que me dices—añadí, en un intento por hacerlo entrar en razón.

—¿Me importa?—me cortó.—No, así que hazte cargo que para mí debes estar disponible siempre.

—¡Por Dios! Es un club grande donde trabaja un montón de gente, dile a unas de las demás chicas que vayan. No trabajaré cuando debo estudiar.

¡Maldición! Yo sabía que este idiota en algún momento me iba a joder de algún modo, es que no entendí su cabeza ni su método de joderme la existencia entera, ¿Quería sacrame de mis casillas? Tantas prostitutas a su cargo y él decide que yo soy la única competente para su estúpida reunión.

—Lo siento, my lady. Ya han pagado por ti y no pienso devolver el dinero, tú sabes cómo son los negocios ya que estudias economía ¿O era medicina?, ¿no? Tu más que nadie sabes perfectamente que si un trato ya fue cerrado no puedo cancelarlo—me hacía sentir una idiota la mayor parte del tiempo cuando hablaba de mi carrera.

No sé qué odiaba más: no poder convencerlo de dejarme asistir a la universidad o que yo protestará en vano ya que nunca me dejara en paz.

No me queje en lo absoluto por lo que hacía Robert, la ley de la calle era muy fácil: o te dejas comer o sacas las garras y comes. Solo eso.

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