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Había pasado una semana desde la muerte de Gustabo, pero al superintendente aún le costaba olvidar la imagen del rubio tendido en la camilla del hospital, doctores intentando que recuperara el pulso mientras otros intentaban mantener a este fuera de la sala de operaciones.
Y tal vez, solo tal vez hubieran logrado salvarlo si no hubieran estado tan ocupados impidiéndole el paso...

Gustabo padecía de un tumor cerebral, afortunadamente — aunque no sirvió de mucho — no se había enterado tarde. Toda la malla pensaba que aún había salvación, incluso el superintendente, "aún había esperanza".

Pero el rubio no lo veía tan claro, a pesar de que habían acudido al mejor neurocirujano de Los Santos con ayuda de Conway respecto a los gastos económicos, no creía poder salir de la cirugía con vida, en resumen se había resignado a morir.

Y Conway no había podido despedirse de él por última vez.

Volviendo al presente, el superintendente entró a comisaría, cansado y con unas ojeras notables en el rostro, pero nadie se acercaba a preguntarle por ello, ya sabían la respuesta. Después de entrar en servicio se encerró en su oficina, como había estado haciendo desde hace una semana.
Se sentó en su escritorio contemplando la montaña de papeleo y la carta a su lado, precisamente la carta que decía era enviada por Gustabo García.

Alguien debía estar jugándole una broma.

Se levantó y acercó furioso hacia la puerta, esperando encontrar allí al autor de aquella broma de mal gusto.

Pero nadie se hallaba ahí.

Volvió su mirada hacia la carta y de nuevo hacia la puerta y a la carta y a la puerta otra vez, no parecía una broma.

Cerró la puerta con el pestillo puesto y se acercó desesperadamente a la carta, como un depredador hambriento persiguiendo su presa, con la diferencia de que la carta de Gustabo no escapaba.

De: Gustabo García
Para: Jack Conway

Estaba escrito con la letra propia de un niño de 5 años, definitivamente era de Gustabo.
Abrió la carta con cuidado de no romper el sobre.

"Mi querido Jack
¿Me permitiría llamarlo así? La verdad es que me da igual ahora que no puede darme con la porra, así que se jode, viejo.

Volviendo al tema, si está leyendo esto, es porque estoy muerto.
Se siente raro estar escribiendo una carta así, ya sabe que a mi no me van estas mierdas, aunque bueno, tendría que empezar a hablar en pasado ¿no es así?

Si estoy escribiendo esto es porque necesitaba sacarlo de mi mente, necesitaba decirle de una u otra forma que estoy enamorado de usted, ¿qué digo?, enamoradísimo, se podría decir que me la pone inefable, Conway.

Y lo sé, sé que probablemente soy el mayor cobarde del mundo por decírselo después de... ya sabe, supongo que tenía miedo de lo que pudiera pensar de mí, miedo de que se aleje y no logre decirle adiós por última vez.

Pero dejemos de hablar de mi, ¿Qué hay de usted? ¿Qué tal está? No responda que mal, prefiero que esté feliz, como esta carita de acá:

:D

Sé que puede sonar cliché pero ¿qué hay de malo en lo cliché?
De verdad que prefiero que sea feliz a que viva pensando en un muerto. Yo estoy bien, Conway, ya no siento dolor... a menos que en vez de ir para arriba haya descendido, ahí sí que no sé qué decirle.

Esperemos que sea la primera opción ¿no?

Es momento de despedirme, pero no por última vez.
Hasta mi próxima carta, Jack.

PD: Le quiero."

No supo cuando, pero lágrimas empezaron a empapar aquella carta.

— No, no, no... — Susurró para sí mismo, no podía permitirse perder aquel recuerdo de Gustabo, sopló la carta, como si eso pudiera salvar la tinta que comenzaba a correr.

Guardó la carta en el sobre para luego meterla en el cajón de su escritorio.

Y por primera vez en toda la semana, se permitió llorar por la muerte de Gustabo.

My dearest, Jack  [INTENABO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora