Estaba enojado, enojado consigo mismo. Enojado por no llegar a tiempo al quirófano para poder despedirse de Gustabo.
Y ahora que sabía sobre los sentimientos del rubio, esa imagen del mismo esperándolo antes de la cirugía, lo atormentaba cada noche.
Esa imagen de sus ojos tristes al saber que no llegaría a tiempo.Se encontraba de nuevo frente a la puerta de su despacho, enfrentándose a un nuevo día, a una nueva carta.
Mentiría si dijera que no se sentía nervioso, al contrario, estaba aterrorizado de saber qué le esperaría del otro lado de la puerta.
Pero aquellos nervios, aquel miedo solo le retenía de tener de nuevo algún tipo de contacto con Gustabo.
"Su querido Gustabo" se permitió pensar.
Abrió la puerta, encontrándose con una montaña más grande de papeleo que ayer.
Desde que empezaron a llegar las cartas de Gustabo no se tomó el tiempo de revisar aquellos papeles, ya no le importaban.Lo único que hacía era releer las cartas de Gustabo lo que hiciera falta para olvidarse por un momento de que este ya no estaba en el mundo de los vivos.
Imaginando lo que hubiera llegado a pasar si el rubio no hubiera fallecido tan pronto.Como en los últimos dos días, había una carta encima de aquel escritorio desordenado.
Al igual que en esos días, tomó asiento en su silla y abrió el sobre con cuidado para volver a cerrarlo segundos después. No estaba seguro de tener la mentalidad para leer lo que tenía que decirle.
Se tomó un momento para respirar, solo necesitaba un momento...Inhaló, exhaló e inhaló y exhaló, si era sincero consigo mismo, no pensaba detenerse a leer la carta, pero un ligero — se podría decir que hasta débil — golpeteo en la puerta lo hizo parar en seco.
En un movimiento rápido, cubrió la carta con sus brazos, aparentando la postura de estar cruzándolos sobre la mesa.— Está abierto. — O eso quería creer, no estaba seguro de haberse encerrado en aquella habitación o no.
Al abrirse la puerta, una llamativa cresta roja fue lo primero que captó su atención.
— Superintendente. — Saludó Horacio.
— ¿Qué quieres? Estoy ocupado. — Dijo viendo de reojo una pequeña parte de la carta que había quedado al descubierto de sus brazos. Al parecer el contrario ya se había percatado de aquello.
Horacio se permitió cerrar los ojos y bajar la mirada por un momento.
— Necesito saber qué es lo que Gustabo le escribía en aquellas cartas que no me pudo contar a mi. — Dijo volviendo a abrir los ojos.
A pesar de no querer sonar enfadado, una pizca de molestia — quizá celos — se notaba en su voz. Después de todo era su hermano y a pesar de que no compartieran lazos sanguíneos, eran la única familia que tenían, y es por eso que a Conway le extrañó que Horacio no supiera del contenido de las cartas.
Hacía un tiempo ya que sospechaba que este era el que ponía las cartas en su despacho. Según lo que sabía Conway, Horacio era de máxima confianza para Gustabo y el único al que le permitiría entregar sus sentimientos plasmados en papel.
— ¿Disculpa? — Trató de sonar imponente, pero Horacio pudo notar un leve temblor en su voz.
No pudo evitar soltar un suspiro — No me mienta, Conway, yo más que nadie sé que ha leído esas cartas, sé que no pudo evitar querer saber lo que Gustabo tenía para decirle. — Hizo una pausa, posiblemente para tomar aire. — Y es por esa misma razón que yo también necesito saberlo. Quiero saber lo qué mi hermano le dijo a usted, que no tenía la confianza de decirme a mi.
Conway desvío la mirada ¿era correcto ir compartiendo los secretos de un fallecido?
Gruñó y sacó la primera carta del cajón, la examinó por unos momentos y se la entregó a Horacio, el mencionado dudó unos momentos en recibirla, no sabía si había algún truco en aquella acción. Finalmente lo hizo.
Al sacar la carta del sobre no pudo evitar notar que algunas letras estaban casi distorsionadas, como si alguien hubiera dejado caer gotas de agua en aquella carta. Levantó la mirada viendo a Conway extrañado. Este le mantuvo la mirada por unos segundos hasta que fue demasiado para él.
Horacio no se tomó mucho tiempo en leer la carta, de hecho, solo leyó las primeras palabras hasta darse cuenta de lo que pasaba.
Pronto, se sintió como un completo idiota, guardó la carta en aquel sobre y se la volvió a entregar a Conway.— Perdone, creo que... ya leí lo suficiente... o eso creo... no lo sé. — Parecía no encontrar las palabras correctas mientras aguantaba las lágrimas, Conway no estaba seguro de si por la vergüenza o tristeza que suponía estar leyendo aquello sin el permiso de Gustabo. — Puede seguir con lo que estaba haciendo, yo ya me voy. — Dijo atropellándose con las palabras mientras iba rumbo a la puerta.
— Espera. — Llamó Conway con gesto duro.
Horacio se detuvo, esperando alguna reprimenda.
— Gracias por las cartas.
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"Mi querido Jack
Supongo que ya sabe lo que pasó en aquella desastrosa escapada del hospital.
Aunque ya le digo, tampoco le costaba mucho dejarnos pasar un buen rato fuera de esa prisión.Pero siendo sinceros ya me esperaba que todo terminara en una persecución con helicópteros y todo, lo que no me esperaba es lo que pasó cuando volvimos al hospital.
Supongo que usted pensaría que yo estaba dormido o no sé, la verdad. Pero sentí esa caricia, Conway, sentí como me acariciaba la mano, tal vez fue muy ligeramente pero lo sentí.
Y de alguna manera eso me hizo pensar.
¿Está usted también enamorado de mi?
No lo sé, pero el simple pensamiento hace que me estremezca, hace que una ráfaga de felicidad arrase con todo a mi al rededor.
De hecho, me tiene sonriendo como bobo mientras escribo esto.
Y es por eso que decidí confesarme, Conway, me confesaré el día de la cirugía, y le prometo que cuando lo haga, será imposible que me vaya de acá.
Hasta mi próxima carta, Jack.PD: pronto sabrá que le quiero."
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My dearest, Jack [INTENABO]
Fanfiction«Mi querido Jack, si lees esto, es porque estoy muerto.» - Probablemente hayan algunas faltas ortográficas. - Trataré de serle fiel a las personalidades de los personajes pero puede que no lo logre. 😔 - Nada más que agregar, viva el Intenabo.