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NO PLAGIEN, NO RESUBAN Y TAMPOCO TRADUZCAN SI YO NO LO HE AUTORIZADO. —Gracias.

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Doce días pasaron rápido para todos, menos para el chico pelirrojo que se encontraba entrenando en medio del bosque, con su katana y un montón de varas de bambú rodeándolo.

El asunto de Makomo le había martirizado por mucho tiempo, Giyū varias veces tuvo que pedirle que se calme. Tuvo varios roces desagradables con Shinazugawa e Iguro por pequeñeces; lo peor es que incluso ellos parecían extrañados de su alta agresividad anormal.

Debía recuperar algo de frialdad, así que aquí estaba. Lejos de todos, tratando de concentrarse en algo más que no fuese su compañera y sus pensamientos obsesivos sobre quién podría ser el hombre que ocupaba sus pensamientos.

En un segundo estaba de pie con los ojos cerrados, con su mano sobre el mango de su katana; y al siguiente...

Sabito abrió los ojos de golpe.

—Respiración del hielo... —su cuerpo se movió demasiado rápido hacia un bambú enfrente de él—, primera postura: golpe gélido —sujetó bien el mango con únicamente la mano derecha, agarró la funda con la mano izquierda para que esta se mantuviese en su sitio, y en menos de un parpadeó Sabito realizó un movimiento rápido y fuerte hacia el bambú sin (aparentemente) tocarlo con el filo.

Sin embargo, de un segundo a otro, cuatro varas de bambú alrededor de él fueron cortadas y sobre los cortes de los pedazos que cayeron y los bordes de los que se mantenían en el piso, había hielo que, por el sol, poco a poco se derretía.

—Aún no —se regañó, intentándolo de nuevo.

Su objetivo, era mejorar sus técnicas, empezando por la más básica.

La primera postura de su respiración estaba pensada para un ataque rápido, a corta o mediana distancia con un demonio que tuviese una dureza inusual en el cuello; o cualquier otra parte de su cuerpo. También, era una postura pensada para atacar apenas la punta de la katana dejase la funda.

El que su katana se haya roto con aquel demonio de las manos en medio de la Selección Final, y por pura suerte haya podido eludir un golpe que seguramente le habría explotado la cabeza, encontrándose con la katana de otro chico o chica para seguir peleando y ganar, le enseñó una gran lección.

No confiar ciegamente en el filo de la katana y estar listo para atacar aún si esta estaba en la funda.

Si el filo se rompía, podías darte por muerto.

Sabito consideraba que había tenido suerte esa vez, en su niñez, pero no iba a permitir que hubiese una segunda posibilidad de fallar.

Por eso, como su primera técnica, inventó un movimiento que usase el viento frío y el agua para cortar y congelar al instante, rápido, sin vacilaciones.

Le llevó mucho tiempo de entrenamiento para lograr empezar a manipular su nueva respiración, la cual no era nada sencilla. Basándose en las técnicas de agua que ya dominaba, Sabito quiso enfrentar un nuevo desafío, y ahora era el pilar del mismo.

Sin embargo, no era suficiente.

Quería que su técnica fuese más allá de cuatro varas de bambú enfrente de él; quería cortar ocho. Alargar la distancia de su ataque. Pero para ello necesitaba concentrarse y ejercitarse más.

Por otro lado, esa técnica no estaba pensada para un contraataque veloz del oponente, así que también debía afinar esos errores que podrían costarle una batalla.

𝘏𝘪𝘦𝘭𝘰 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦 𝘵𝘶 𝘱𝘪𝘦𝘭 | 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora