EL PESCADOR FLAUTISTA (V)

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Ese día su jornada de trabajo duró menos de lo que era normal, aunque no por ello regresó con menos capturas. Mérope quedó muy sorprendida al ver a su hijo llegar a esas horas y aún más lo estuvo al comprobar que no venía con las manos vacías, sin embargo, decidió no interrogarlo al respecto, lo importante era que, de nuevo, sumarían una importante suma a las arcas familiares. Dries, nada más dejar las redes sobre la mesa, informó de sus planes y salió para encaminarse al otro lado de la ría.

Al otro lado del puente ya lo aguardaban sus tres amigos, cuyos rostros se iluminaron cuando vieron que, efectivamente, se había animado a ir al gimnasio.

-Así que es cierto -exclamó Arthu-. Vendrás con nosotros.

-Sí. Fi me ha convencido.

-¡Esto va a ser genial! -no pudo evitar gritar extasiado Zeth-. ¿Has pensado lo que quieres probar?

-La verdad es que sí, pero me da algo de vergüenza decirlo -respondió con un tono bajo de voz. -Sus tres amigos lo miraron entre interrogantes y curiosos-. Mi padre siempre me prohibió nadar y me metió miedo respecto a ello. Me gustaría aprender.

Pasaron un par de segundos antes de que uno de ellos se recuperara lo suficiente como para hablar.

-¿En serio? ¿No sabes nadar? -dijo Fi-. ¿Siendo pescador? Te pasas más de la mitad de tu vida en el mar, Dries.

-Es lo que hay, Fi. De mi depende el sustento de los míos. No me puedo permitir el quedarme en tierra a pesar del peligro que corro.

-¿Por qué tu padre no te enseñó? Es increíble que incluso te llevara con él -preguntó Zeth.

-No lo sé en concreto. Lo único que sé es que para mi padre en el mar había multitud de peligros y siempre he tenido pesadillas a causa de las historias que él me contaba -respondió tras levantar los hombros-. Pero bueno. Sé que no puedo seguir así. Cualquier día me puede pasar una desgracia y, entonces, sí que mi familia pasaría por penurias en las que no quiero ni pensar. Necesito aprender. Más por ellos que por mí.

-Bien. Así sea pues -dijo Arthu-. Vamos.

El gimnasio se ubicaba a las afueras de la ciudad, al este. Allí, entre la zona del interior y la costa, se extendía un exuberante bosque por el que discurría un curso de agua. Dicho río, que desembocaba en una de las bahías del litoral, trazaba una curva a unos metros de las primeras casas de Xios y formaba un meandro bastante ancho, que se utilizaba para nutrir de agua al complejo.

Los edificios se encontraban rodeados por cuatro pórticos, de los que el principal era el más majestuoso y era el único que contaba con exedras, con columnas estriadas y decoradas en tonos vivos. Nada más entrar te encontrabas en una pequeña sala cuadrada con tres salidas: Una a cada lado, que contaban con puerta, y un arco abierto al frente, de tal manera que se podía ya contemplar la zona principal del gimnasio, la palestra. Se trataba de un espacio cuadrangular, abierto al cielo, rodeado por pórticos, de los que el del norte tenía doble profundidad, con exedras, y lleno a rebosar de jóvenes desnudos que, siguiendo las directrices de sus maestros, practicaban diferentes estilos de lucha y boxeo.

Dries fue conducido por sus tres amigos a lo largo de los pórticos y, mientras observaban los entrenamientos, le explicaron en qué consistían los estilos y sus nombres. Pudo distinguir a su hermano entre los púgiles y este, al verle, se distrajo y acabó en el suelo debido al fuerte golpe que su rival aprovechó para asestarle. Una vez estuvo en pie de nuevo, con las mejillas coloradas por la vergüenza, ambos hermanos se saludaron levantando sus respectivas manos.

Tras eso volvieron al interior y el recorrido continuó. Rodeando ese espacio central se localizaban el resto de dependencias: El epistasion, utilizado exclusivamente por los entrenadores; el apodytérion, donde los usuarios se cambiaban; el loutrón, que servía para lavarse; el konisteion, que era una amplia sala preparada para que, al menos, los cuerpos de una veintena de atletas fueran embadurnados, antes de los ejercicios, con polvos, aceites y esencias; el sphairisterion, en el que se realizaba el juego de la pelota; el korykeion, zona para entrenarse con pesados sacos de arena; el gramateo, que funcionaba como una especie de biblioteca del gimnasio y en el que se conservaban los diferentes archivos relativos a este; y, por último, el efebo, donde los jóvenes solían ejercitarse más en privado y que era utilizado más que nada por las mañanas. Filantros añadió que, además, al otro lado por el que habían entrado se encontraba el xustós, otra pista, aunque cubierta, para que los ejercicios también pudieran desarrollarse durante los días más fríos del años, y la salida que daba a las extensas alamedas, terrenos naturales, un poco variados, que se utilizaban para las carreras.

MAR DE HÉROESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora