Prólogo

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El viento cálido del verano siempre me causaba conflicto al ver que estábamos según el calendario en pleno noviembre. No me había acostumbrado a las estaciones debajo del ecuador a pesar de tener tres años viviendo en Australia. Me hacía mucha falta la nieve y secretamente esperaba muy pronto volver a sentirla sobre mi piel.

Era el momento de la verdad. Caminaba de lado a lado encerrada en el baño esperando la respuesta que tanto quería.

—Sam?— Llamó Leo a la puerta acusando me un susto.

—¿Por qué está cerrado? Qué pasa?— preguntó insistente.

—Ya voy— dije.

Tomé la prueba de embarazo y la miré, ya habían pasado los minutos que la caja indicaba cómo requeridos, pero contrario a mi deseo el resultado fue negativo.

—Me lleva el...— mal dije por lo bajo.

Leo y yo llevábamos un año intentando tener un bebé sin éxito. Fuimos incluso a un médico quien nos dijo que no había nada malo con ninguno de los dos y que solo debíamos esperar. Yo estaba cansada de esperar. Deseaba con locura dar le al hombre que me lo había dado todo un ser que llevara sus sangre, esa niña con la que tanto había fantaseado en las noches en las que abrazados en el sofá hablábamos de nuestros planes a futuro. Yo no sabía cómo ser una madre pero Leo estaría ahí a mi lado y eso era suficiente. Verlo felíz era lo único que importaba.

—¿Abres ya?— dijo Leo.

Tomé la prueba y la guardé detrás del tanque del inodoro. Leo ya me había dicho que era mejor desistir y no quería que se molestara conmigo por continuar alimentando ese deseo, ya lo había hecho antes y Leo enojado era realmente doloroso de ver. Me apresure a abrir la puerta. Del otro lado me esperaba mi apuesto esposo. Usaba gafas porque su visión había empeorado mucho el último año. Eso le agregaba unos años que mientras a él le molestaban a mi me enamoraba más de su madurez.

—¿Qué hacías? Nunca cierras la puerta— dijo mientras buscaba su cepillo dental.

—No me di cuenta que le puse seguro.... Y Drew?— pregunté para evitar seguir hablando del tema.

—Lo deje dormir sólo un poco más— Dijo mientras terminaba de lavar sus dientes.

—Eres un padre muy consentidor— dije.

Leo se enjuago. Dejó el cepillo y se acercó a mi. Colocó los lentes encima de la cómoda y me miró con aquel hermoso par de ojos verdes. Me tomó de la cintura y me besó en el cuello. Nos acostamos en la cama, él en medio de mis personas. Quito el cabello de mi rostro y me besó con pasión en los labios.

—Se que hacías en el baño...— dijo.

—Leo yo...—

—Shhh... Qué tal si lo intentamos una vez más, Mmmm?— preguntó susurrando a mi oído. Sentí una corriente recorrer mi pecho, amaba cuando Leo se ponía travieso y me regalaba aquel hombre que conocí en un cuarto de hotel.

Atacó mi cuello lamiendo la piel al mismo tiempo que sus labios marcaban el espacio como suyo. Sentí su mano recorrer la piel de mi estómago hasta llegar al borde de mi ropa interior. Jugó con la tela y estiró el elástico para luego soltarlo lastimado me un poco.

—Auch— me queje levemente. Leo sonrió o más bien su lado salvaje que estaba apunto de dejar salir.

Deslizó su mano por debajo de mis panties. Sus dedos masajeaban mi sexo con una mezcla entre delicadeza y firmeza. Entre cerré los ojos y abrí la boca en busca de alivio ante la sensación abrasadora de placer que los dedos de Leo me proporcionaban.

Marcada: Aún soy propiedad de Drake Jacobs.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora