—Lo dije —dijo el hombre religioso—, es el apocalipsis.
—el hombre la radio dijo: “ataque” —repuso el racional, levantando las manos como intentando calmar a los demás—. No nos dejemos llevar por conclusiones apresuradas.
— ¡shhhissssss! —hizo otro de los presentes, que intentaba escuchar la radio.
—les estaremos informando todo lo que sepamos de esta situación catastrófica. Por el momento no tenemos datos claros y certeros. Lo único que sabemos, a ciencia cierta, es que se ha decretado ley marcial en todo el país. Ignoramos si más países han sido atacados, probablemente sí. El presidente ha sido trasladado a un bunker secreto…
— ¡claro! ¡Los “valientes” líderes corren a esconderse en sus cuevas privadas! — dijo el hombre de las gafas redondas y el sombrero.
— ¡esperen un momento! —Dijo el religioso mientras ojeaba su libro pasando rápidamente las páginas— “Los hombres se meterán en cuevas de las rocas, y en las grietas del suelo, ante el terror del señor…”.
—Tranquilícese por favor… —pidió el dueño al religioso.
—Nosotros estaríamos incomunicados —prosiguió el hombre de la radio—, si no fuera porque tenemos un viejo walkie talkie de cuatrocientos a cuatrocientos cincuenta megahertz. Desde ahí nos comunicamos con la policía. Nos dijeron que nos mantuviéramos encerrados y no saliéramos por nada del mundo. Nos dijeron literalmente: “no hemos visto sobrepasados totalmente por esta situación. Más de la mitad de los oficiales ha muerto”. La policía tuvo que retroceder y replegarse y, justo ahora, están a la espera de que la milicia del país se haga cargo.
Luego de eso, el hombre empezó a nombrar todas las ciudades que habían sido destruidas por el fenómeno. Comenzó con una larga lista de ciudades, que comenzaba desde el norte del país, para luego seguir y seguir nombrando ciudades.
—Mejor que nombre las que no han sido destruidas —sugirió Sofía. Como si pensase que el hombre de la radio la iba a escuchar.
El dueño, al notar que las noticias influenciaban negativamente al grupo, comenzó a bajar lentamente el volumen y quiso distraer a algunos del grupo. Dejó la radio de lado, con el volumen bajo para quien quisiera seguir escuchando, y se apartó a un lado del grupo.
—Por cierto, me llamo Richard —dijo—. Como estamos atrapados aquí por ahora, pensé que sería mejor que nos conociéramos.
Cristopher, Fanny y Sofía, que ya habían formado un grupo sólido, se le unieron. Cristopher aún sostenía a Fanny en brazos y esta a su vez, parecía abrazarlo cada vez con más fuerza. Algunos, que estaban en el grupo, se apartaron de la radio; otros, siguieron escuchando, como hipnotizados, la interminable lista de ciudades.
El primero que llegó al grupo del dueño fue el sujeto religioso, venía con una actitud firme; aunque sus ojos dejaban notar una pequeña duda.
— ¡vaya desastre! —Dijo al fin— por cierto, me llamo Aarón. Es un gusto conocerlos.
Detrás de él, casi al instante, llegó una mujer de cabello corto y rasgos muy finos. Se situó al lado de Aarón pero sin adelantarse a él.
—yo me llamo Vicky, vengo de la parte norte de la ciudad.
Luego llegó el hombre que se había puesto a discutir con Aarón al principio, quien había debatido su teoría de que estaban en el apocalipsis.
Aarón, al verlo acercarse, se llevó una mano a la frente, como si eso le provocase una molestia, y se rascó rápida y hábilmente. Luego miró a ambos lados y bajó su mano hasta su barbilla, como en la posición de un pensador.
—Me llamo Marcos —dijo el hombre racional. Luego nos observó a todos y lanzó— menudas noticias del carajo… ¿no?
Nadie en el grupo pareció entender si el comentario era un chiste de mal gusto o un comentario hecho con seriedad, así que todos guardaron silencio. Su comentario fue especialmente mal recibido por Vicky quien no dudó en dedicarle una mirada de desdén muy notoria; Aarón por su parte pareció recibir el comentario con algo de incertidumbre y duda, como un adulto que ve a un niño hacer algo muy estúpido.
—Yo me llamo Juan —dijo un hombre fornido y con una enorme nariz, que se acababa de levantar del grupo de los que escuchaban la radio. Luego se acercó y terminó con un comentario confundido—. No puedo creer que esto esté sucediendo… es un asunto de locos.
Richard, el dueño, encendió la luz de su celular en medio del grupo, caminó por entre los integrantes lentamente y se llevó una mano a la boca, en señal de silencio.
—será mejor que conversemos un poco más alejados del grupo —sugirió murmurando— no queremos que el pánico se apodere de la tienda.
Luego llevó al grupo que había formado hasta un mostrador que se situaba a la derecha del local, se situó del otro lado, separándose del resto y se sentó en una silla.
—qué bueno que están aquí. Quisiera hablar con ustedes —comenzó—: yo entiendo que esta es una situación extrema y que todos estamos terriblemente asustados, yo estoy al borde de un ataque de pánico ahora mismo, pero no quiero que las cosas se salgan de control. Mi intención es que todas las personas que están dentro de esta tienda sobrevivan a esto… y no lo lograrán peleando entre ellos.
« Así es… lo digo por ti— dijo apuntando a Marcos. Lo cual causó que Vicky hiciera una afirmación con la cabeza, como diciendo “bien hecho”—, no quiero más peleas, ni discusiones, ni teorías… ni nada. Y también lo digo por usted señor Aarón, no quiero que las personas estén más asustadas de lo que ya están.
Estas últimas palabras causaron un gran impacto en Vicky quien abrió de par en par los ojos e hizo una especie de puchero, lleno de resentimiento, con el labio.
—la tienda es fuerte —continuó Richard—, y creo que, a menos que nos peleemos y matemos entre todos, podemos resistir hasta que llegue alguien de afuera a rescatarnos. Podemos resistir algunos días, tenemos picos, mazos y garrotes que pueden servir de arma. Aún sin comida; tenemos agua y eso puede ser suficiente para resistir un tiempo, aunque será duro.
En ese momento, Cristopher y Sofía intercambiaron miradas. Ambos sabían que ya no se podría contar con el agua. Ella fue a dar un paso al frente, como para contarles a los demás lo que pasaba, pero Cristopher, con un rápido movimiento negativo de cabeza, le hizo detenerse.
—Está bien —dijo Aarón—. Yo me disculparé con Marcos, y con todos, por mi proposición de que las personas salieran de la tienda. El dueño, es decir el señor Richard, tiene razón: lo importante ahora es salvar vidas, y mi actitud en ese momento no ayudó. Porque el Señor dice: “Vivan en armonía los unos con los otros. No sean arrogante, sino háganse solidarios con los humildes. No se crean los únicos que saben” (Romanos 12:16).
Las palabras de Aarón provocaron que el grupo murmurase en forma de aprobación, sobre todo en Vicky que se llevó ambas manos al pecho y las unió, como rezando, mientras lo miraba como si se tratase de un santo.
—Yo también quiero disculparme con todo el grupo —dijo Marcos—. Tienen razón, ante todo, es necesario que estemos unidos en este momento.
Aarón luego de escuchar esas palabras le tendió su mano a Marcos, como señal de paz. Ambos estrecharon sus manos, luego Aarón se acercó y murmuró algo en la oreja de Marcos. El comentario fue recibido de buena manera, y marcos soltó una risita, bastante relajada para la situación, luego hizo un gesto afirmativo con la cabeza y se rascó la mejilla con su mano libre.
—Nuestros defectos y virtudes son inseparables —dijo Marcos—; cuando se separan, se termina el hombre.
— ¿es un testo bíblico? —le preguntó Aarón.
—es una frase de Nikola Tesla —anunció Marcos, con una sonrisa.
El grupo entero se sintió un tanto más aliviado al ver que las rencillas entre los dos empezaban a quedar en el pasado. Creían que era bueno que dos personas tan diferentes encontrasen puntos en común. Si ellos dos podían hacer las paces y llevarse relativamente bien; eso sería un ejemplo para los demás, y podría servir para unir al grupo.
En ese momento, se empezó a escuchar en el ambiente nocturno una sirena, como de bomberos, que sonaba en la distancia y parecía espectral y lejana. Los demás se levantaron del grupo donde se habían reunido y se separaron, intentando identificar de dónde venía el sonido.
—Creo que viene del sur —dijo el hombre que tenía un ojo más grande que otro.
La mayoría el grupo guardó un silencio sepulcral, como si temiesen mover incluso un cabello. Los demás intentaban aguzar el oído, buscando capturar, entre el aire, los horridos sonidos que la noche emitía. La sirena se fue apagando lentamente, y su sonido se fue haciendo cada vez más grave y despacio. Hasta que ya no se escuchó ni un murmullo en el ambiente.
—Se escucha algo más… —murmuró Sofía en tono bajito.
—Así es —apoyó Marcos— parece como si fuera el sonido de una pequeña explosión a lo lejos.
— ¡los militares! —dijeron dos personas del grupo al mismo tiempo.
—Lo dudo —dijo Richard—. Tengo varios traga-luz en el techo y algunas pequeñas ventanas en el segundo piso de la tienda; si fuera una explosión, entraría algo de luz por algún lado. Además, eso no se escucha tanto como una explosión; parece más un derrumbe… o algo así.
— ¿tienes alguna ventana que mire hacia el sur? —preguntó Marcos.
—hay una, pero es pequeña.
Cristopher tomó con cuidado a Fanny y se la entregó a Sofía.
—Cuídala por favor, necesito ver esto —dijo mirando a Sofía. Luego se dirigió a la pequeña Fanny que ya empezaba a parecer inquieta ante la idea de alejarse de su padre—. Me iré por un momento muy pequeño, pequeñísimo en serio. Subiré a ver qué está pasando y volveré de inmediato.
La niña no parecía nada conforme con la idea, y comenzó a soltar lágrimas de temor; su padre al verla, le dio un abrazo y le acarició los cabellos.
—No te preocupes, mi amor —le dijo cariñosamente a la niña—. No saldré de la tienda, Sofía te cuidará mientras vuelo, solo será un minuto.
Richard y Marcos ya comenzaban a subir por las escaleras, dirigiéndose al segundo piso. Richard iba delante, dirigiendo mientras alumbraba el camino con la linterna del celular.
Cristopher le dedicó un gesto a su hija cerrándole un ojo, fingiendo un tono cómplice. Luego se alejó rumbo a la escalera y apuró el paso para alcanzar a los otros.
Al llegar al segundo piso, tomaron el corredor que iba a mano izquierda. Era un corredor con barandilla de un lado y pared del otro y, al parecer, se extendía por todo el contorno de la tienda. La llegar a la esquina del local, caminaron un poco camino a la izquierda, de nuevo. Luego Richard alumbró la pared, donde había un cuadrado hecho con madera, giró una traba y luego abrió, como si de una pequeña puerta se tratase, detrás de la madera se encontraba una pequeña ventana.
—Instalé esto por si a algún bribón se le ocurría entrar a robar por aquí —dijo en un tono explicativo—. Hay tres ventanas más que miran a varios puntos de la ciudad.
Desde la ventana no se podía ver gran cosa. Todo afuera era negrura, oscuridad y tinieblas; en las cercanías, se dejaban ver los techos de algunos locales vecinos; a lo lejos, se podía ver algunos edificios de colores claros que resaltaban, levemente, entre la noche.
De pronto, uno de los edificios que estaba a lo lejos pareció desplomarse, como un castillo de naipes mal armado. Un polvo grueso y condensado pareció elevarse por el aire, cubriendo el lugar donde antes se erguía la construcción. Luego de un momento, el sonido que habían escuchado, ahora mucho más claro, se escuchaba nuevamente.
—Tenía razón —dijo Richard en un tono serio y mortuorio—, era el sonido de un derrumbe…
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la trompeta del apocalipsis
HorrorUna historia lovecraftiana, de terror, que se produce en el planeta luego de que un eclipse, combinado con una alineación de los planetas, parece desatar el infierno en la tierra. El protagonista, Christopher, intentará por todos los medios poner a...