— ¿qué fue eso? —Preguntó Marcos— el edificio estaba ahí… y un segundo después ya no estaba.
—no lo sé —dijo Richard.
—Esto no está bien —dijo Cristopher, intentando mantener la cabeza fría a pesar de que la situación era una locura —: el miedo, la incertidumbre y la ansiedad comenzarán a hacer estragos entre los demás. Creo que ya están haciendo estragos en mí…
Afuera, la nube de polvo que se había levantado, al caer el edificio, comenzaba a avanzar hacia el lado oeste de la ciudad.
— ¿vieron eso? —preguntó Cristopher.
—Sí, muy extraño —dijo Marcos.
— ¡algo pasó entre el polvo… estoy seguro! —insistió Cristopher, sin saber si eran sus ojos o sus nervios que lo había traicionado— era enorme... una gran sombra apareció en la distancia: era grande, oscura y deforme, pasó a través del polvo un instante.
—Yo no vi nada —dijo Richard en un tono escéptico, mientras intentaba calmar un poco a Cristopher poniéndole una mano en el hombro—. Quizá la oscuridad de la noche te….
—Estoy seguro de que lo vi —volvió a insistir Cristopher. Apartando la mano de Richard, acercándose a la ventana y observando hacia las sombras. Por un instante pareció que estaba a punto de perder la cabeza—. Estaba ahí, era enorme… lo juro.
—Está bien, yo te creo —mintió Marcos—. La situación es una completa locura y ya nada podría sorprenderme.
Cristopher no quedó muy conforme con la respuesta de Marcos, siguió mirando por la ventana unos instantes… pensando en que quizá lo que había visto volvía a aparecer; sin embargo, la oscuridad era inmensa en la lejanía y no dejaba ver con claridad. Finalmente, se apartó de la ventana y aceptó la respuesta de Marcos.
—Que bueno que sólo subimos los tres —dijo Richard en un tono reflexivo—, si hubiese subido uno de los del grupo de religiosos… tendríamos a todos sumergidos en el terror en dos minutos.
—entonces… ¿qué hacemos? —preguntó Cristopher.
—Debemos mentir… —admitió Richard.
—Entiendo —dijo Marcos—, aunque no me gusta mentirle a nadie; sin embargo, entiendo por qué y también creo que es lo más acertado en este momento.
— ¿y qué le decimos al resto? —intervino Cristopher.
—Pensaré en algo… —dijo Marcos.
—Ni siquiera sé exactamente en qué vamos a mentir —reflexionó Richard, como si las dudas estuvieran ganando la partida dentro de su mente. Su cuerpo tembló, ante tanta incertidumbre —, la verdad… no tengo idea de qué fue lo que hizo que ese edificio cayese. Creo que esto es algo que me supera… que nos supera a todos— tomó la portezuela y la cerró triste y cansadamente, sus expresiones y movimientos parecían los de una persona en duelo o desahuciada.
La actitud de Richard se contagió al resto, quienes guardaron un momento de silencio. Parecía que de pronto todos eran conscientes de su situación, y eso les afectaba profundamente. Hace unas horas todo era normal para ellos; y ahora, estaban viviendo una pesadilla sin precedentes.
El ruido en forma de golpeteo se volvió a escuchar, esta vez en el edificio de al lado. Parecía que, sobre el techo de zinc, volvía a surgir un nuevo misterio. El sonido rítmico se escuchó: primero claramente, como si estuviera a unos cuantos metros de distancia; luego de unos instantes, volvió a alejarse, como si aquella criatura o cosa explorase techo por techo en busca de algo.
Todos guardaron silencio. Luego de unos segundos lo notaron… el único ruido que se escuchaba en el ambiente era la radio que se encontraba en el primer piso; Alguien había subido el volumen. Cristopher, Richard y Marcos corrieron por el corredor lo más rápido que pudieron, alumbrando sus pasos con las linternas de los celulares. Giraron a la izquierda y tomaron la escalera. Cristopher y Marcos bajaban a tropezones por los peldaños; entre la oscuridad y la prisa, era complicado bajar por la escalera sin caerse. Richard, por otro lado, se deslizó por la barandilla velozmente, como si lo hubiera hecho mil veces y conociera cada paso de memoria, llegó al primer piso y, dando tres pasos ágiles y bien planeados, se situó justo al lado del grupo que escuchaba la radio.
—Será mejor que bajemos el volumen —dijo mientras con el pulgar movía la perilla para controlar la intensidad.
— ¡va a hablar el presidente! —dijo Vicky.
— ¿sí? Pues yo preferiría escucharlo sin alertar a nada de ahí afuera —debatió Richard mientras apuntaba con su mano hacia el techo.
Afuera, los sonidos del golpeteo se habían intensificado. Ahora que se había bajado el volumen de la radio el sonido era totalmente claro y aterrador, estaba casi al lado de la tienda; mientras tanto, otro sonido similar pareció acercarse por la esquina opuesta. Un murmullo temeroso se empezó a gestar entre los presentes. Richard con ambas manos hacía señas a todos para que guardasen silencio.
Marcos y Cristopher recién terminaban de bajar las escaleras, se veían agitados, nerviosos y un tanto torpes.
Fanny, quien no había despegado los ojos de la escalera, se separó de los brazos de Sofía y corrió al encuentro de su padre. Éste la recibió con un apretado abrazo y acariciándole el cabello.
— ¿ves? Ya volví cariño —le dijo Cristopher mientras le basaba la frente—, ahora estoy aquí… y nada va a separarte de mí.
Aquellas palabras parecían tener un efecto en la niña, pues se relajó tanto que incluso pareció estar lista para dormir; a pesar del inminente peligro afuera.
Richard, al comprobar que todos estaban en silencio, se separó del grupo y, usando la luz del celular, comenzó a revisar unos estantes. Luego de un momento volvió en silencio con unos garrotes en los brazos, le dio uno a Marcos, otro a Aarón y otros dos más los repartió entre los hombres. Intentó elegir entre ellos a los que se veían en mejores condiciones para luchar, en caso de necesidad.
Mientras, el ruido en los techos continuaba y se disipaba a intervalos. Ambos sonidos parecieron curiosear en uno y otro sentido, de izquierda a derecha, mientras seguían hurgueteando en los alrededores del techo de la tienda. Finalmente, uno de los sonidos se acercó y empezó a hacer sonar las latas de la tienda de una forma estruendosa.
Dentro de la tienda el retumbar del ruido era estremecedor, y formaba un eco siniestro y lúgubre. Las latas se estremecían terriblemente, parecía que de un momento a otro el techo iba a ceder y aquellas monstruosas abominaciones entrarían.
—El señor es mi pastor —murmuraba Aarón mientras sostenía la palanca con ambas manos, temblando—, nada me faltará. En los lugares de verdes pastos me hace descansar; junto a aguas de reposo me conduce… —luego comenzaba de nuevo, repitiendo su salmo una y otra vez.
Aquellas cosas que merodeaban parecían golpear el metal buscando debilidades. Los de la tienda sostenían un tenso silencio, hasta que de pronto… una especie de chillido agudo, deforme y desconocido se escuchó en la distancia, a unos cincuenta o sesenta metros. Las criaturas del exterior se detuvieron un segundo y luego comenzaron a correr por los techos, siguiendo la dirección de donde había venido el monstruoso chillido.
Los de dentro mantuvieron el silencio unos segundos más, luego varios del grupo exhalaron aliviados. Aarón pareció tan aliviado que se sentó en el suelo, apoyó su espalda contra el mostrador y se quedó en silencio mirando al techo. Juan se puso en cuclillas y respiró hondamente, como si hubiera estado conteniendo el aliento todo este tiempo.
—Hay algo ahí afuera… —dijo Sofía en un tono nervioso.
—De eso no cabe duda —respondió Marcos, intentando que la frase no sonase irónica.
—Creo que ya está lejos —intervino Richard—. Ahora, creo que es momento de que nos preparemos en caso de…
—Tienes razón —dijo Juan—, debemos buscar algo que sea más letal que un garrote.
Richard se llevó una mano al mentón y meditó un rato. Luego, miró hacia el techo y chasqueó los dedos como si hubiera tenido una idea…
—tengo unos mazos en la parte trasera de la tienda —dijo, mientras comenzaba a caminar.
Aarón lo siguió, junto con el hombre con ojos dispares, el hombre del sombrero y Cristopher, que llevaba en brazos a Fanny. Richard comenzó a buscar en unas estanterías de madera bastante grandes, donde se guardaban metales, chuzos y otros aparatos.
—Los tengo al fondo de la tienda porque casi no se venden —comentó mientras seguía en su búsqueda—. La gente, por lo general, no usa estas herramientas porque agotan demasiado al trabajador.
Aarón tocó del hombro a Marcos y Cristopher. Y haciéndoles una seña con la cabeza los invitó a apartarse del grupo.
—Quiero preguntarles algo… —dijo en un tono serio— ¿qué fue lo que vieron cuando subieron al segundo piso?
La pregunta incomodó a ambos. Los dos se miraron incómodos y finalmente después de unas miradas, Marcos se dispuso a contestar:
—vimos como un edificio se derrumbaba… pero no sabemos a ciencia cierta qué provocó el derrumbe. Podría ser que el temblor que sentimos antes de la lluvia hizo que el edificio se debilitase y…
—Entiendo… —interrumpió Aarón— no quieren decirme, supongo que es para evitar el pánico en el grupo… ¿verdad?
—No, no es eso —interrumpió Marcos—. Pero en verdad… no tenemos idea de cómo ese edificio colapsó. Por eso, antes de esparcir rumores sin sentido, creemos que es mejor callar.
Aarón los miró a los ojos, seriamente, intercalando miradas entre uno y otro, como buscando un punto débil en sus palabras. Luego de un momento, bajó la mirada, inhaló y exhaló profundamente y pareció resignarse.
—está bien, no diré nada —dijo al fin—, pero la próxima vez quiero ir con ustedes y observar con mis propios ojos.
«cuando ustedes subieron solos… hubo rumores por parte de mi grupo. Ellos pensaban que por lo menos uno de nosotros debería ir con ustedes. Yo los calmé, lo mejor que pude, pero dudo que si vuelve a pasar algo terrorífico pueda calmarlos nuevamente.
Marcos y Cristopher se miraron entre ellos. No querían tener problemas con los demás, y si aceptar a Aarón en el grupo era el precio de mantener a todos unidos… debían aceptarlo. Además Aarón, pese a sus exabruptos iniciales, había tenido un comportamiento racional —tomando en cuenta la situación— y ahora parecía tener buenas intenciones.
—Está bien —dijo Marcos—, pero antes de decirle algo a cualquiera lo conversaremos.
Aarón extendió su mano en forma de acuerdo mutuo, y Marcos le devolvió el gesto. Estrecharon sus manos y pareció la conformidad era total.
— ¡eh, chicos!... —murmuró Richard desde el otro lado, mientras sostenía un mazo en cada mano y hacía un gesto como invitando a tomar uno.
—Esta sí que es un arma para mí —dijo Aarón, quien le entregó su garrote a Cristopher y partió en busca de un mazo.
El otro mazo lo tomó Juan, quien dijo tener experiencia en su uso.
—Me gustaría tener un garrote, no tengo fuerzas para usar un mazo —dijo el hombre de las gafas y el sombrero—. Y por cierto… me llamo Carlos.
—Y yo me llamo Enrique —dijo el hombre con un ojo grande y otro pequeño—. Y he trabajado muchas veces con mazo, sé cómo usarlo y creo que sería bueno que tuviera uno.
Los mazos se repartieron, algunos garrotes cambiaron de dueño y los presentes parecieron quedar conformes. Cada uno tenía el arma que se le hacía más cómoda.
En ese momento apareció Vicky, moviendo las manos para llamar la atención y murmurando cosas que solo ella escuchaba.
—el presidente, está hablando por la radio —dijo en un tono audible al fin. Luego, guió al grupo al lado de la radio y juntos empezaron a escuchar…
—El ataque ha sido brutal y despiadado —comentó la voz del presidente en la radio—. Hemos desplegado las fuerzas de defensa nacional; los militares de todo el país se dirigen a las distintas ciudades para defender el territorio y a los ciudadanos. Hemos decretado estado de excepción con toque de queda obligatorio en todo el territorio nacional; nadie debe salir a las calles bajo ninguna circunstancia.
«Este ataque será contestado con toda la fuerza, la furia y el poder que tiene el país. Oficialmente, estamos en guerra con este enemigo desconocido y brutal… y no le entregaremos el territorio ni las vidas de las personas sin luchar.
«espero que Dios nos acompañe…
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la trompeta del apocalipsis
HororUna historia lovecraftiana, de terror, que se produce en el planeta luego de que un eclipse, combinado con una alineación de los planetas, parece desatar el infierno en la tierra. El protagonista, Christopher, intentará por todos los medios poner a...