Capítulo 1: La fiesta que no debio ser

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El olor del alcohol estaba impregnado en cada rincón de la casa de Roxanne. Mi espalda se encontraba apoyada en la fría pared del salon de la fiesta, mientras mis ojos analizaban lo que estaba ocurriendo al rededor de mí.

Era irónico, había aceptado venir por el solo hecho de que quería mejorar mis ánimos. Mis últimas clases de danza habían sido una absoluta mierda.

Mis pies estaban lastimados por el esfuerzo y aún podía oir la voz de mi maestra gritando y exigiendo que cambie mi postura, que eleve mis manos con gracia y delicadeza. Oía su voz diciendo que mi peso no era el adecuado y debía ir al médico a controlar mis comidas.

Desde niña siempre admire la banda de mi tío Jay junto con mi padre. Cada vez que tocaba la guitarra luego de que llegará del colegio, corría por toda la casa para sentarme a escuchar su musica.

Pero llego un punto en mi vida que paso de amar la música, aunque aun la sigo amando, a que me encantará de manera muy obsesiva la danza clasica.

Apenas se lo habia mencionado a mi madre, movió cielo y tierra para conseguir las mejores media puntas de toda la ciudad, la mejor maya y el mejor tutú rosa chillón de la historia.

Y hoy por hoy se me concidera una de las mejores y más exitosas bailarinas de la academia.

—¡Holly! Por Dios, estuve buscándote por todo el maldito lugar, deja de esconderte.

Collette Hanks, una rubia simpática, sexy y podría decirse bastante insoportable. También mi mejor amiga, una de las únicas que tenía. Ambas nos habíamos hecho muy unidas en sexto grado de primaria.

Ella iba al turno tarde del colegio y por cuestiones de horario, tuvo que cambiarse al turno mañana. Y fue en ese momento dónde ambos nos volvimos las mejores amigas.

Habíamos pasados todo tipo de etapas. La separación de nuestra banda favorita, los cambio de look, las primeras rupturas, las pierneras borracheras. Todo.

Mientras que mucha personas fueron alejándose de nuestras vidas, ambas permanecemos unidas apesar de todo.

—Lo siento, pero tanto movimiento ya me estaba volviendo loca.

Ella se limito a sonreír mientras negaba y bebía de su vaso rojo, que estaba lleno con algún líquido extraño y muy probablemente alcohólico.De repente un brazo, rodeo sus hombros.

—Disculpe señorita ¿Podría decirme si este ángel fue caído de cielo?

Collete rodó sus ojos para voltear su cabeza y besar los labios castamente del pelirrojo a su lado.

—Eres un tarado, Max.

Max Rogers, el novio de mi mejor amiga y también el capitán del equipo de básquet de nuestra universidad, todo un galán en sus comienzos y ahora andaba detrás de la falda de mi querida amiga, como si fuera todo su mundo.

—Pero este tarado te encanta y más en la...

—¡Eh!—lo paré antes de que pudiera terminar—Demasiados detalles por hoy, gracias.

Los dos comenzaron a reír como idiotas mientras seguían susurrandose cosas al oído.

—¡Oigan! ¿Que hacen aquí? Vengan a la pista.

Maldita sea.

Collette me observó a los ojos con un gran diversión, mientras que yo solo quería que me tragara la tierra.

—Holly ¿No quieres bailar?.

No respondí. Que se fuera a la jodida mierda, ella y su estúpidos intentos de que lo perdonará.

—Athena, porque no te vas a la mierda, deja de joder—le gruño Collette

Solo escuchar su nombre, me hizo querer desaparecer. Era una idiota, bien lo sabía, pero ella no merecía ni que la mirará.

Sentí sus dedos en mi brazo y al instante pose mis ojos en el lugar donde estaban, logrando que sacará su mano al instante. Sus ojos estaban aguados y su boca hacia un pequeño puchero.

—No vuelvas a tocarme en tu vida.

Empujando mi brazo de su mano, me giré y comencé a caminar a pasos apresurados hacia cualquier otro lugar, lejos de su estúpida figura.

La música me estaba aturdiendo y la presión de la cantidad de personas al rededor, me estaba ahogando.

Mi cuerpo era empujado por la gente moviéndose y bailando sin importarle quien pasará a su lado. De repente todos empezaron a saltar y en un segundo sentí como mi cuerpo era empujado con suma fuerza.

Mi hombro choco contra un gran cuerpo, y cerré mis ojos sintiendo la vergüenza invadir todo mis ser. Con mejillas sonrojadas no solo por la vergüenza, sino también por el calor grite.

—Lo siento, no fue mí...

Mis ojos se posaron en su rostro y no pude terminar mi oración. Conocía esos ojos, demasiado bien. Su mandíbula estaba más marcada y era evidente que no era el niño de diez años que era antes. Su cabello estaba más oscuro que antes y mechones caían sobre su frente. Sus pómulos eran fuertes y podía ver sus pecas bajo los reflectores de la fiesta.

Su cejas se arrugaron y sus ojos insoeccionaban profundamente mis rasgos de igual manera.

—¿Holly?

Tragué saliva, intentando buscar la voz en algún lugar dentro mío, pero nada salía.

—Yo...

—¡Holly, ven a ayudarme!.

En lo alto de la música escuché el grito de auxilio de Max y rápidamente giré mi rostro para ver su cuerpo moverse bruscamente.

Con extrañeza me acerque nuevamente al lugar de donde me había ido y abrí mis ojos al ver lo que sucedía.

Collete tenía sus manos puestas en el cabello de Athena, estaba aferrada y la tironeaba con fuerza.

—Tú, maldita perra de cuarta, no sabes con quién te metiste.

—Holly—volvio a llamarme Max, quien tenía sus brazos sobre la  cintura de la rubia, intentando separarla.

—Collette, suéltala.

—¡No! La dejaré sin ninguna extención a la perra de plástico.

—Collete, suéltala.

Tomé sus manos, intentando que soltará los cabellos negros de Athena, pero parecía aferrada.

Entre el movimiento y el barrullo de la gente, logré escuchar que la música se apagaba y las luces se encendían.

Oh no.

—Policia ¡Manos arriba!

Mierda

El Ritmo de un Corazón Roto Donde viven las historias. Descúbrelo ahora