Capítulo 4: Danza Clásica.

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En cualquiera momento tendría más bíceps que mi padre y mi tío con lo que pesa el bolso en mi brazo. Es increíble lo pesados que son los libros, tanto que creo que creo que se me va a caer el brazo. Collette viene a mi lado con su café macchiato Starbucks y en otra de sus manos mi café negro.

—No puedes tener tantos libros y ni siquiera son de la academia la mitad de ellos.

Rodé mis ojos antes de asegurarme que tenía todo, mis audífonos, cargador, unos libros para pasar el tiempo cuando no estoy ensayando, un tupper con comida que me dió mamá, las zapatillas de ballet junto a unas cintas para ponerme en las puntas de mis dedos y evitar que mi pobre pies se lastimen demasiado.

—Tu porque no te gusta leer.

Collette se giró indignada a observarme.

—No me gustan los libros de romance como los que lees pero si la ciencia ficción y la fantasía.

—Además de los de medicina—añadí logrando que bufara.

—Lo hago mas por obligación que por gusto, si quiero pagar mis caprichos debo estudiar.

Cruzamos nuevamente una de las calles de Manhattan y ya a un poco de distancia puedo observar las bandera violetas con las iniciales NYU, la universidades de New York, dónde mi amiga y el pelirrojo de su novio estudian medicina. Es un milagro que justo a la vuelta de cuadra se encuentra mi academia de danza, dónde estudio y me preparó para obras de muestra y demás cosas.

Al acercarnos a la puerta observó una cabeza pelirroja y a sus espaldas un pelinegro que está atormentando mis pensamientos desde el año nuevo. Habían pasado semanas de eso y ahora nos encontramos en el inicio de año escolar. La rubia a mi lado se acercó a pasos silenciosos para cubrir los ojos de su novio.

—Dejame adivinar—sonrio el pelirrojo—Eres una rubia sexy, mi novia y mi peor pesadilla.

Collette se separó de su cuerpo con falsa indignación para golpear su hombro, pero al instante se desofendio, golpeando sus labios contra los de Max, iniciando un beso que no sería apto para niños. Por otro lado yo apreté mis manos a la tira de mi bolso, mientras me colocaba a su lado, observando mis zapatillas converse negras y evitaba la mirada del pelinegro a mi lado.

—Bien yo creo que es hora de irme—menciono, logrando que la feliz pareja se separaron para mirarme—Sabes como se pone Dickson si llegamos tarde.

—Claro—habló mi amiga—¿Pizza luego?.

—Sabes que no puedo comer tantas harinas.

Collette bufó, rodando sus ojos.

—Que se jodan las calorías y Dickson, unas porciones de pizzas no te harán nada por un día.

Sentí que mi estómago se apretaba y revolvía ante sus palabras, forcé una sonrisa en mis labios y para que dejara de insistir terminé aceptando. Sabía que ella tal vez no lo había notado y era lo mejor. Me despedí de la pareja y me giré al instante intentando apurar mis pasos.

El Ritmo de un Corazón Roto Donde viven las historias. Descúbrelo ahora