Adiós, vieja amiga

61 15 5
                                    

Faltaban menos de dos días para llegar. El Capitán se ponía cada vez peor y yo ya no sabía cómo ayudarle. Valur se notaba angustiada y su nado se tornó, sin bajar la velocidad, pesado. Con cada milla náutica que nos acercábamos a nuestro destino, dudaba de si el capitán lo lograría.

- Muchacho, no creo que lleguemos a Galápagos. Fue un descuido mío...

- No Capitán, no diga eso. No es momento de perder la compostura.

- ¿Cómo no? - Tosió secamente y luego de un par de arcadas, se hizo en posición fetal, como sosteniendo sus ganas de vivir entre los brazos.

- Aún podemos llegar, déjeme le hago una bebida, usted se va a poner bi...

- ¡No hay salida! Ya lo veía venir, y a la larga la droga dejaría de hacer efecto y yo moriría lentamente en las profundidades. Lo único que agradezco es haberlo salvado.

- ¿A mí?

- Sí, decidió quedarse y sacrificar todo por la causa. Decidió acompañarme, a pesar de que estaba en una situación difícil, de no conocerme, y de no entender la mitad de lo que estaba haciendo. Le tomó cariño a Valur y aprendió a conducirla. - Hizo un profundo silencio, respiró profundamente y otro ataque de tos le cortó el aire. Escupió en un recipiente metálico que tenía cerca de la cama, rojizo y lleno de sangre, y de lo poco que quedaba de sus pulmones, por así decirlo. - Ay muchacho, quién creyera que mi vida terminaría de esta forma.

- No terminará, Capitán, confíe en mí.

- Confío en tí, Rick. Eres el Capitán Ricardo Acosta, ¿Cómo no confiaría? En quien no confío es en mí.

- ¿Cómo no?

- No puedo seguir esperando a que mi cuerpo aguante todo. Ya es justo. -

Valur gimió.

- Ya compañera. Ya tienes quien te cuide, ya puedo irme. Gracias por todos estos años.

- ¡Que no va a irse!

- ¿Y tú quién eres para decidir si vivo o muero? Yo ya he de irme muchacho. Te dejo a Valur a cargo. Ahora vete, que quiero morir en paz. Luego haz lo que quieras con mi cuerpo... Te deseo mucha suerte, Capitán Rick. Valur te quiere, y yo sé que tú a ella.

- ¡No! - No pude evitar soltar un pequeño sollozo. Salí de la habitación, corrí hasta los controles. Presioné a Valur a acelerar el paso. Ella entendió y aceleró la navegación.

Entré de nuevo a la habitación y traté de darle asistencia. Él peleó y se negó, pero yo era más fuerte.


Todo empezó dos días atrás. Escuché un grito y, siguiendo la regla, irrumpí en su cuarto. Lo encontré tirado en el piso, un vaso roto a su lado, y lo que parecía ser Whisky regado por todo el lugar. Algo de sangre manchaba su chaqueta de capitán, y tenía la vista perdida. Lo senté sobre su cama (No detallando nada de la habitación), y le di algo de agua, mientras recobraba el sentido.

- Muchacho...

- No hable capitán, solo beba algo de agua. -

Tomó un sorbo, tosió con menos dolor en su rostro, y recobró un poco la lucidez.

- No tenías que entrar.

- Vida es vida. Ya se lo dije.

- La mía está por terminar. No tiene por qué salvar a alguien que ya no tiene salvación.

- Si fuese así, no entiendo por qué hacemos esto, aún sabiendo que las ballenas morirán luego, por edad, enfermedad, o cualquier otra razón.

- Astuto, muchacho. Astuto. Ya estás adentro, mira con tranquilidad. -

No había pensado en ello ni un momento. Me tomó por sorpresa. Miré a las paredes del cuarto y lo único que había eran retratos. Un par de muchachas, el capitán más joven, un par de fotos en blanco y negro, una bella mujer.

- ¿Quiénes son?

- Mis hijas, mi esposa. Mis compañeros.

- ¿Cómo obtuvo las fotos? ¿No había dejado todo su pasado atrás?

- Cometí el error de buscarlas. Saqué las fotos de mi hogar.

- ¿Cómo regresó a su hogar?

- Me escapé por un momento. El capitán no sabía, estuve desaparecido desde Galápagos.

- ¿Y la gente que nos sigue a todas partes?

- Pues me siguió, como de costumbre. La diferencia es que no tenían mi rastro directamente, así que no sabían dónde estaba con precisión. Luego... quise regresar, y me despedí de las muchachas.

- ¿Hace cuánto fue eso?

- Hace mucho tiempo ya. Me abrazaron y entendieron. Luego sonaron un par de disparos...

- ¿Qué?

- "Nadie puede saberlo. Somos protectores silenciosos". Hablé demasiado, porque el capitán no me lo había advertido. Mi mujer estaba presente. Me obligaron a matarla. Un disparo a mi querida... - Hubo un silencio. Un par de lágrimas corrieron por sus ya claros y ancianos ojos.

- ¡ESO NO PUEDE SER! ¡POR QUÉ! ¿¡POR QUÉ HACEN ESO!?

- Te lo dije, es una organización cruel, pero ha cambiado con el tiempo. El caso es que esto es lo único que me queda de mi pasado... Y Valur, que ya me acompaña, claro está.

- Ahora entiendo por qué se exilió en la ballena.

- Era lo mejor.

- Estamos obligados a trabajar una vez firmamos el contrato.

- Es un valor a pagar. Ni se te ocurra querer volver, y menos a éstas alturas. Ellas estarán bien. Ahora somos tu familia. O bueno, Valur... Yo ya quiero ir a verlas...

- No diga eso capitán...

- Puedes seguir entrando a mi habitación cuando quieras, necesitaré mucha ayuda... -

Después de eso, seguí asistiéndole, para el baño, para la comida, para todo. Se desmejoraba rápidamente. Ya no quería vivir, y le entendía, a pesar de que no compartía su opinión y su necesidad. ¿Qué haríamos sin el Capitán?

Dos largos días, y éste último ataque. Tenía que salvarlo, tenía que hacerlo... Teníamos.

La ballena nadó tanto como pudo. Maniobré con ella, desde su aleta. Aprovechamos cada corriente, profunda, o superficial, pesada o ligera, sola o llena de vida... Pero nada nos pudo llevar a tiempo. Subí donde el capitán en un momento de agotamiento. Le cambié las ropas, le puse su traje y lo cobijé bien, luego de una buena comida.

- Adiós muchacho...

- ¡No Capitán!

- Sí, Capitán Rick. Gracias por todo. Cuida a Valur.

- Sí señor... - La resignación y la impotencia se apoderó de mí. No había más por hacer. Solo verlo irse, débil. Al menos estaba rodeado por su familia.

- Ofelia... Ya nos vamos a ver. Por fin podré abrazarte, y a las niñas...

- Adiós, Capitán Calvin.

- Adíos. Y a tí, Valur, adiós vieja amiga... -

Su voz se debilitó y se ahogó en un gemido que se llevó el último respiro de lo poco que le quedaba de vida. El Capitán había muerto.

El BallenistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora