Parte sin título 5

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Aún recuerdo cuando estrené tu nombre, se me hizo precioso la primera vez que lo escuché, me daba gracia cuando lo llamé aquella vez que caíste al piso, me dio paz cuando lo busqué en mi directorio esa noche que no podía dormir, me enamoré de él cada vez un poco más por cada tarde que froté tu mejilla y tus ojos consolaron mis lamentos.

Y es que tu nombre es mucho más que unas cinco palabras, quince sílabas, treinta y dos letras. Tu nombre es más bien como el dije de esmeralda que uso para no olvidar a mi madre o el collar gastado que me recuerda a mi hermana o la foto en la que viven las memorias de mi abuela. Tu nombre se ha convertido en un amuleto al que recurro cuando no soporto el peso en mis ojos, aquella imagen que se me viene a la cabeza cuando en mi boca se dibuja una sonrisa. Tu nombre es, ahora y siempre, la pequeña semilla de donde nace inspiración,  luna en las noches sin estrellas,  paz en las trincheras de la guerra.

Niña, tu nombre es luz y sombra, es fuego en invierno y aire en verano, flor en primavera y abrigo en otoño, pues tu nombre no sólo eres tú, sino también aquello mío que has impregnado, como lo hace el perfume en mi cuello esperando tus labios, en los atardeceres cuando nuestros brazos acorralaban nuestros cuerpos. Tu nombre no tan sólo eres tú, si no el pasado que convidamos, las risas que compartimos, las lágrimas que secamos. Tu nombre no tan sólo eres tú, si no también aquella lista incompleta de historias en el repertorio de mis anécdotas, las palabras con las que empiezo a soñar, la firma en cada una de mis declaraciones.

Mi niña, tu nombre ahora es evidencia de vida, pues repitiéndolo espero mis terminar días, y así nuestros cuerpos sean separados por mármol y cristal, en la inmensidad de los recuerdos siempre quedará, ahí plasmado e infinito, aquellas letras que permitieron que las mías tengan sentido.


miro de lejosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora