Una vampiresa en Hogwarts

𝟏𝟎

Estuve en mi cuarto repasando las clases que tendríamos mañana, me puse a estudiar un poco, ya que al haber entrado en sexto año me resultaba un poco complicado acordarme de todo sin haber preparado primero los conocimientos básicos de la magia. Empecé a probar encantamientos del libro que nos saltamos porque según el profesor ya debíamos saberlos, después de probar cuatro de ellos oí ruidos de voces fuera, la puerta se abrió dejando ver a Pansy y sus amigas. Al entrar se metieron conmigo por llevar una túnica que no era de nuestra casa, las ignoré por completo, ya que sabía que no merecían la pena. Salí a dar una vuelta mientras ellas volvían a instalarse, no me apetecía estar cerca de ellas y escuchar sus irritantes risitas y comentarios. Ya en mi sala común me di cuenta de que llevar la túnica de Gryffindor no le agradaba a nadie, ignoré todo y decidí acercarme a la sala común del pelirrojo para esta vez devolverle su capa. Iba subiendo las escaleras cuando de frente me topé con Draco, me miró de arriba abajo de mala manera, supuse que se había percatado del uniforme, aunque no era muy complicado.

—¿Qué haces con la túnica de Gryffindor? —me preguntó.

—Ron me la prestó —contesté sinceramente—, tenía frío y me la dio.

—Devuélvesela.

—A eso voy.

—No deberías juntarte con ese traidor de sangre —me dijo como consejo.

—¿Por qué no? A mí no me ha hecho absolutamente nada.

—Molesta, además se lleva bien con el sucio de Potter.

—¿Y qué más da eso? También es amigo de Hermione, a quien tú llamas sangre sucia, pero ninguno de ellos me ha hecho nada.

—Es que...

Se quedó un momento pensando lo que iba a decir, luego cerró su boca para seguir bajando por las escaleras. Yo seguí mi camino hasta la sala común de Gryffindor, dije la contraseña sin problema y entré, llevándome las miradas de todos. Me acerqué hasta los gemelos y antes de poder preguntarles por su hermano me avisaron de que lo que acababa de hacer estaba muy mal, nadie debía saber que yo sabía la contraseña y menos siendo Slytherin. Me disculpé y proseguí con mi pregunta, ellos me contestaron que estaba en la biblioteca, me dirigí hasta allí y lo busqué entre tantas estanterías con libros. Por fin lo encontré, junto a él estaban sus dos amigos, me acerqué y saludé a los tres para después sacarme de encima la túnica y devolvérsela. Tras ello Ron me presentó a Harry y a Hermione, los dos me miraron con mala cara, pensé que la mejor idea era marcharme, pero mi amigo no paró de insistir en que me quedase con ellos, hasta que finalmente no me pude negar más. Me senté a su lado, con los otros delante, estaba bastante incómoda.

—¿Y cómo os conocisteis? —preguntó la chica.

—Choqué con ella de camino al tren, y como lo perdí me tuve que quedar. Me dio mucha rabia y fui a patear el primer árbol que encontré, para mi mala suerte no recordaba que era aquel que casi nos mata a Harry y a mí en el segundo año, el árbol boxeador. Ella apareció y me salvó —me dirigió una sonrisa que provocó que me sonrojara.

—Qué manera tan extraña de conocerse —habló Harry.

—Un poco, sí.

Después de un rato más de charla fuimos al gran comedor a cenar. Los acompañé hasta su mesa y acto seguido fui a la mía, Ron me dijo que me quedase a comer con ellos, pero le contesté que prefería irme con mis amigos, puesto a que llevaba dos días sin verlos, que comería con ellos al día siguiente. Me senté con mis amigos, Draco, Goyle y Crabble me miraron con mala cara, por suerte no dijeron nada. Blaise los miró extraño y les preguntó que a qué venían exactamente esas caras, por supuesto, el rubio no fue capaz de callarse la boca y le tuvo que contar como me vio. Miré a Blaise esperando que no me juzgase él también.

—¿Dónde está el problema? —soltó sorprendiéndonos a todos.

—En que es un traidor de sangre —contestó Malfoy.

—¿Y solo por eso no va a poder ser amiga de él? —intervino Theodore.

—¡Esto es ridículo! —se quejó—. ¡Los Slytherin somos enemigos de Gryffindor y más si estos son traidores o sangres sucias!

—Acéptalo, Malfoy, no puedes escoger a mis amigos —le dije.

Él se levantó de la mesa enfadado, ya había terminado de comer y se fue de allí sin decir nada. Podía jurar que de su cabeza salía humo. Su comportamiento fue algo inmaduro, así que era mejor dejarle solo por un tiempo. Blaise se encogió de hombros, me miró y me susurró que a veces podía actuar como un niño pequeño, y que pronto se le pasaría.

En el momento en que yo terminé de comer apareció Dumbledore para pedirme que le acompañase hasta su despacho, lo primero en lo que pensé fue que había hecho algo malo, sin embargo, no encontraba el motivo. Me despedí de todos y le acompañé hasta allí, el camino se me hizo eterno, sobre todo porque ambos estábamos en silencio. Me senté en la misma silla donde siempre me sentaba y él se sentó en frente, esperé a que fuese él quien hablase por primera vez, no sabía qué decir.

—Me han comentado muchos alumnos de Gryffindor que esta tarde te has presentado allí —se quedó en silencio durante unos pocos segundos—, que sabes la contraseña de su sala común —abrí los ojos de par en par, no podía creer que se lo hubiesen dicho—. ¿Quién te la dijo?

—Nadie —respondí rápido—, nadie me la ha dicho.

—¿Y cómo la sabes, entonces?

—La escuché de casualidad, pasaba por allí un día y oí a una chica de Gryffindor decirlo y se me quedó.

—Si no eres sincera y me cuentas quien te dijo la contraseña de su casa, no me quedará más opción que castigarte.

—Le juro que esa es la verdad —mentí.

—Está bien, puedes marcharte.

Antes de ello me dijo que la contraseña sería cambiada y que sería mejor que no volviese a entrar en la sala común de una casa que no fuese Slytherin, porque de ser así no me libraría de un castigo. Asentí para después despedirme de él y cruzar la puerta, fui directa a mi habitación, allí me encontré con Pansy y sus amigas, pero no les hice caso en nada, tenía ganas de dormir y olvidarme de su existencia.