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Por la mañana desayuné tranquila, Draco no se presentó allí en ningún momento hasta que de pronto apareció la puerta, su rostro mostraba gran orgullo. Tras él apareció Dumbledore, eso me dio bastante miedo: un rubio enfadado y el director, que la noche anterior habló conmigo, no debía ser nada bueno. Aparté mi mirada de allí, miraba mi desayuno esperando que todo saliese bien y el idiota de Malfoy no la hubiese liado, por lo menos no para Ron. El director se me acercó y me pidió que le acompañase de nuevo, miré a Draco con mala cara, me levanté para seguirle, pero antes de salir por la puerta de aquel lugar se paró en la mesa de Gryffindor, le pidió a Ron que nos acompañase también y entonces seguimos nuestro camino. Llegamos a su despacho, esta vez había una silla más de la que siempre solía haber, me senté donde siempre, Ron a mi lado y Dumbledore en frente.

—Freya, no me dijiste la verdad anoche —empezó a decir—. Ron, no esperaba esta gran irresponsabilidad de tu parte, le revelaste la contraseña a una chica de Slytherin, sabes que está prohibido.

—Lo siento, director —dijo Ron—. Pensé que podía confiar en ella.

—No te he traicionado, nadie sabe la contraseña más que yo. Que entrase no quiere decir que se lo haya contado a todo el mundo —solté ofendida.

—Pero todo el mundo te vio entrar, era obvio que descubrirían que te sabías la contraseña —escupió cruzándose de brazos.

—¡Pero no se la dije a nadie! —alcé la voz.

—Da igual, ¡entraste cuando había mucha gente! —chilló.

—¡Basta! —gritó Dumbledore.

Los dos páramos de discutir y miramos al director.

—Claramente, os impondré un castigo —estuvo pensado un poco, luego añadió:— Limpiaréis los baños del quinto piso durante esta semana.

Miré a Ron de reojo, él hizo una mueca de asco, pero no se quejó.

—Empezaréis hoy mismo, ir a ver a Argus Filch esta tarde, él os dirá que hacer, podéis retiraros.

Los dos nos marchamos de allí, bajamos todas las escaleras, estuvimos todo el camino en un silencio bastante incómodo, se veía de lejos que Ron estaba enfadado conmigo, pero no era mi culpa, yo no le pediría perdón primero. Fuimos a nuestras clases correspondientes, al terminar fuimos al gran comedor para comer, me senté con mis amigos y no le dirigí la mirada a Draco, esperando que tuviese el coraje de disculparse, pero por supuesto, eso no ocurrió.

—¿Le han castigado? —preguntó el rubio.

—Si no vas a pedirme perdón, ni me hables, Malfoy —escupí molesta.

—¿Disculparme? ¿Por qué debería hacer eso?

—¡Porque estamos castigados por tú culpa!

—¿Te han castigado?

—¡Mentí al director! ¿Cómo no me iba a castigar?

—No sabía que también te castigaría a ti —dijo sincero—. De haberlo sabido, no habría dicho nada.

—Pues lo dijiste. Tal vez si no fueras como eres, buscándole el mal a todo el mundo, ni Ron ni yo estaríamos castigados. Pero está claro que no puedes, porque no hay bondad dentro de ti —solté para después levantarme e irme.

Cuando el pelirrojo terminó de comer fuimos a ver al señor Filch, este nos entregó material de limpieza. Pensé que era absurdo que tuviéramos que limpiar nosotros con productos no-mágicos, además, no podíamos utilizar la magia para hacerlo. Cargamos con todos los materiales hasta llegar a los baños. Empezamos lavando los espejos, que entre todo era lo menos asqueroso. Ron pegaba suspiros de vez en cuando, eso me irritaba, odiaba que suspirase como si estuviera cansado cuando solo acababa de empezar. Seguimos con las picas y luego fregamos el suelo. Ron siguió con los molestos suspiros.

—¿No vas a parar de hacer eso? Molesta —le dije.

—Si hubieses sido más cuidadosa, no estaría aquí ahora y, por lo tanto, no escucharías mis suspiros.

—Dumbledore me llevó a su despacho anoche —comencé a decir—, me pregunto cómo es que sabía la contraseña, mentí para que no te cayera el castigo.

—¿Entonces, por qué estoy aquí? —preguntó molesto.

—Draco se lo habrá dicho, me lo topé justo antes de devolverte la túnica, y esta mañana entró con el director al gran comedor.

—Estúpido rubio oxigenado —dijo una pequeña voz.

Ambos dirigimos nuestra mirada hacia el suelo y encontramos a Lóng viniendo hacia mí. Estos días estuvo conmigo, por lo que Ron y él ya se conocían de sobra, incluso conoció a los gemelos.

—Dilo más alto —le animó el pelirrojo.

—¡Estúpido pelirrojo!

—¡Pero a mí no! —yo empecé a reírme.

—¡Pero a mí no! —imitó el animal.

Ron se rio conmigo, dándose por vencido ante Lóng, puesto que sabíamos que no tenía remedio. Un par de minutos después habló.

—¿Por qué mentiste por mí?

—No quería que te castigaran —respondí sincera.

—Gracias.

—No es nada.

Nos quedamos en silencio, mirándonos, Ron apartaba la mirada de vez en cuando, un tanto avergonzado. Cuando por fin tuvo el valor suficiente para mantenerme la mirada, noté sus pupilas dilatarse tanto que el color de su iris prácticamente desapareció. Me apartó un poco el mechón de pelo que se cruzaba en mi rostro, posó su mano en mi mejilla, la acarició con suavidad y se fue acercando aún más a mí, poco a poco. Nuestras caras estaban a pocos centímetros de distancia. De pronto, y sin previo aviso me besó, fue un beso corto, pero parecía que había durado años. Se separó de mí todo rojo, sacó su mano de mi mejilla, empezó a jugar nervioso con sus manos. Se sentó en el suelo agotado, como si besarme hubiera requerido un gran gasto de energía, me acerqué a él y me senté encima, cara a cara, mirándole, me abrazó y apoyó su cabeza en mi hombro. Levanté su rostro para que me mirase. Esta vez fui yo quien le besó, rodeé su cuello con mis brazos y le acerqué más a mí, profundicé más en sus labios, siendo el beso más intenso. De pronto oí un golpe detrás de nosotros, me separé de Ron y miré a la puerta, era Draco, él miraba hacia nosotros con el ceño fruncido, sus ojos, que mayoritariamente brillaban, ahora estaban oscuros. Después de pegar con su puño a la pared, se marchó de allí a paso rápido. Volví mi mirada a Ron, estaba muy confundido.

—Ignóralo —le dije—, seré yo quien lidie con él mañana.

No dijo nada, me abrazó y reposó su cabeza en mi pecho. Era muy tierno como estaba posado sobre mí, me gustaba verlo de esa manera. Pronto tuvimos que irnos a cenar, íbamos juntos, sonrientes. Me ofreció cenar con él y sus amigos dado que le dije que comería con ellos ese mismo día, pero la situación no era la mejor para ello tras la charla con Dumbledore en su despacho.

Una vampiresa en HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora