Epílogo

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Cada cual en su lugar, le habían dicho una vez, y ahora que las piezas encajaban en su rompecabezas, no cabía en el la menor duda de que tenían razón, de que, sin pensarlo, estaba en el lugar correcto, que las tormentas venideras serían solo brisa...

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Cada cual en su lugar, le habían dicho una vez, y ahora que las piezas encajaban en su rompecabezas, no cabía en el la menor duda de que tenían razón, de que, sin pensarlo, estaba en el lugar correcto, que las tormentas venideras serían solo brisas sin importancia, pequeñas lloviznas que superaría de la mano de su amado, de aquel hombre que siempre – desde aquel día – estuvo aun en la distancia y que hizo todo lo posible para que los malos recuerdos de aquella habitación blanca, quedaran reducidos a cenizas, a apenas un mal sueño del que despertó hace mucho tiempo, al que no volvería porque no era necesario, él no está loco, solo está embriagado de amor.

Ahora, la vista que tiene desde la ventana de aquel comedor le hace sonreír, ahí están, cómo siempre debió ser, tomados de la mano esperando a que la cena esté lista, en una amena conversación que no era posible sino en sus más descabellados sueños pero eso... eso de los sueños había quedado atrás, ahora era la realidad que los rodeaba y sobre la apariencia de ser una ilusión, siguió riendo como antaño, disfrutando de la compañía de sus padres: de aquella mujer de cabellos rojo fuego y de aquel hombre de mirada de hielo; y de los padres de su amado: de la bella francesa de ojos violáceos y aquel griego de ojos color de mar y sonrisa ladina.

Parecía una de esas escenas utópicas en la imaginación de uno de los protagonistas de una historia, sin embargo, era verdad, el rencor no había pasado al olvido pero ahora lo podían soportar. Ahí, en la esquina de la mesa, alejada solo un poco de todos estaba la hermosa mexicana que hacia un esfuerzo enorme por no perderse en el excelso francés que poseían sus anfitriones y entender al ciento por cien la conversación, estaba haciendo muecas extrañas mientras los escuchaba hasta que Milo se volvió hacia ella y le ayudo a comprender.

Aquella tarde y aquella noche y los treinta días siguientes fueron preciosos, todo aquello que alguna vez los separó, ahora era recordado apenas como una anécdota incomoda, una historia de héroes – cómo en los mitos griegos – y de amores que al final triunfan sin importar qué, cómo y dónde, un bello cuento de hadas con un par de gotas amargas de un amor tan eterno como la eternidad misma.

Αν ήξερες το τέλος, θα έκανες την αρχή; (¿Si conocieras el final, harías el principio?)

Αν είσαι εκεί, θα έκανα όσα αρχές (Si estás allí, haría tantos principios como sea posible.)

Aquí el epilogo prometido, en un ratito más o mañana, les subo el extra de Calverita

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Aquí el epilogo prometido, en un ratito más o mañana, les subo el extra de Calverita. 

No me extendí mucho porque, creo que se los dije, no me gusta hacer los epílogos largos, sino mas bien cómo un cierre total a la historia.

Dan R

Sour Drop of Eternal LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora