De reyes, reinas, bufones y verdugos

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De reyes, reinas, bufones y verdugos

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De reyes, reinas, bufones y verdugos.

Aquella mañana sus pasos resonaban en la solitaria calle por la que Mystoria Lacroix transitaba lentamente en busca del edificio blanco al que nunca entraba pero que siempre observaba: a lo lejos, a la distancia, al otro lado de la calle en aquella banca desgastada que seguro, a esas alturas, le conocía más de lo que se imaginaba. Su alter ego caminaba a su lado, viendo su serie expresión con curiosidad y al mismo tiempo con un poco de desagrado, se mantenía en silencio, como rara vez lo hacía, solo estaba ahí, observando, esperando el momento oportuno para hablar.

Tal como siempre, aquel hombre de gélidos gestos, tomó asiento en la banca de madera y se dedicó a dirigir su vista a la habitación del tercer piso, la que siempre mantenía la ventana abierta, sus ojos azules se mantenían expectantes al movimiento pero nunca hacía más; pensaba en el huésped de aquel cuarto y en aquella ocasión, en las palabras de Krest. El verano en Montpellier siempre era así, cálido pero con el viento fresco, con la brisa suave y el bochorno estrepitoso. 

¿Vas a ir? — Le cuestiona su "otro yo" y lo ignora, parece no escucharlo, parece no estar ahí o simplemente aquel silencio es su respuesta.

Su imaginación no hace más que trazarfatalidades dentro del camino que lo separa y aguarda, pacientemente que el relojen su muñeca indique la hora pero aquello se le ha hecho eterno; en aquelmomento solo puede hacer una cosa, se inmiscuye en las fauces de su mente y enel recuerdo del día anterior, no creía nada de aquello, nada porque su alma selo decía y solo había una manera de averiguarlo. Ahora se dirigía a paso lentohacia el otro lado de la calle, admirando el paisaje que parece no cambiar, queaparenta ser siempre el mismo cielo azul y la misma ventisca

Entra y el estómago se le revuelve, la blanquecina cerámica lo rodea y se siente pequeño, no, se siente – por primera vez – intimidado por la quietud, por lo monocromático, por la soledad y el frío mental que se siente; a lo lejos cree escuchar gritos y se estremece. Sube las escaleras con paso lento, como si no quisiera llegar a su destino y tal vez esa sea la razón por la que Mystoria Lacroix ha retrasado aquel paseo turístico por unos minutos que aparentan ser eones condenados a la espera.

Vamos, falta poco — le recuerda su mente — ¡recupéralo!, sé lo que siempre anhelaste. — él no responde, se dedica solo a andar sin rumbo hacia el destino fijo que lo espera allá al final de aquel pasillo.

Ahora quizá, cómo no está enojado, puede impregnarse del olor a alcohol, de los ruegos, de las miradas vacías, del encierro al que todos los presentes invisibles están atados, de las ilusiones rotas que se congelan en el pasillo como si la vida fuese el verdugo cruel que las priva de la libertad. La perilla gira y la puerta blanca se abre pero ahí no hay nadie...

 La perilla gira y la puerta blanca se abre pero ahí no hay nadie

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Sour Drop of Eternal LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora