Del gusto al disgusto

56 6 13
                                    

El domingo había sido un día incrustado de dudas que carcomían la cabeza de Candelaria Loughty y Benjamín Moon. Ninguno de ellos se esperaba aquel beso, mucho menos que sus reacciones actuarían en favor al deseo que le había brindado el otro.

Candelaria trataba de dormir en aquella oscuridad, pero aquel acontecimiento se proyectaba en su mente una y otra vez, junto al anhelo de las increíbles sensaciones que había sentido con el joven.

- ¡Ahhhh ya basta! –gritó, sentándose en su cama -. Cande, ya, deja de pensar en él. Fue un beso –se dijo a sí misma, cubriéndose el rostro -. De todos los hombres en el mundo tuve que dar mi primer beso con él -expresó, quitándose las sábanas -. ¡Dios, ni si quiera sé si lo hice bien! –y se desplazó hacia su escritorio.

La pelinegra abrió su portátil e inició sesión en Instagram para distraer sus pensamientos, pero fue una acción frustrada porque terminó revisando el perfil de Benjamín, el cual se hallaba público.

Ella ingresó a la publicación más reciente que era un reel, en donde contempló a un chico surfeando.

- ¡Wuao! –expresó una Candelaria fascinada por el equilibrio y la destreza en que él se movía en la tabla de surf.

Benjamín tenía muchos vídeos e imágenes que hacían alusión al deporte acuático, así que la adolescente llegó a la conclusión de que al castaño le encantaba surfear.

Habían otros posts en los que él se encontraba mostrando sus dientes blancos como si fuera un modelo de Colgate, pero entre todas las fotos, la que captó su atención fue una en la que aparecía con el torso desnudo.

- Que bello –pronunció deleitada por la mezcla de la hermosa sonrisa del muchacho y, su pectorales marcados -. Desgraciado, estás buenísimo... Oh, ya va, ¿eso es un tatuaje? –inquirió, tratando de hacer click en la publicación para que la misma se agrandara -. ¡Ay, vamos! ¿Por qué no hace zoom?

Candelaria tocó dos veces la pantalla, sin prever que...

- ¡Nooooo! ¡Mierda! –gritó aterrorizada, sintiendo como su presión arterial aumentaba de golpe -. ¡No! ¡Yo quería darle zoom no un estúpido corazón! ¡Mierdaaaa! –manifestó, llevándose las manos a sus cabellos -. ¡Ahora va a creer que le estaba averiguando la vida! ¡Ay, Dios! ¡¿Qué hago?! Piensa, Cande, piensa.

La fémina deshizo el me gusta.

- Instagram le va a notificar... ¿Qué otra cosa puedo hacer? –se cuestionó Candelaria hasta buscar una solución -. Ya sé, cambiaré mi nombre de usuario, borraré mi foto de perfil y, lo pondré privado.

Dicha esa oración, la pelinegra ejecutó su decisión, sin saber que el castaño ya había leído la notificación porque al igual que Candelaria, Benjamín tampoco podía conciliar el sueño, imaginándola.

Él se removía en su colchón de un lado a otro y, cuando encontraba una posición cómoda, más se le imposibilitaba borrar los rastros de ella, su aroma, su caminar, sus curvas y, el inmenso apetito de saborear su anatomía.

- Maldita sea, si sigo pensando en esa mujer voy a parar a loco –soltó al aire, agarrando su teléfono.

Benjamín navegó en sus redes sociales hasta que recibió una notificación de un like de la persona que menos esperaba, Candelaria Loughty.

- Si yo me estoy volviendo loco, tú estás de remate –añadió, mientras sonreía involuntariamente, entrando al perfil de ella.

El joven vio las imágenes de la loca, quedando maravillado con cada foto que observaba, una era mejor que la otra. En cada post se evidenciaba el estilo elegante y alegre que la definía, en un vestido, en un pantalón, en un camisón, en trajes de baño, sentada, parada, en todas sonreía, pero cuando él descubrió una en la que en Candelaria caían destellos de luz por el atardecer, pensó:

Por ti aprendí a odiarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora