III

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Abrió sus ojos y trató de reconocer la habitación en la que se encontraba, se sentía desorientado, no recordaba del todo lo que había pasado.

Se observó a sí mismo y comprendió que se encontraba en la habitación de algún hospital, los recuerdos de la cafetería lo golpearon y de inmediato retiró la sábana que lo cubría; tocó su vientre, aún seguía un poco hinchado, pero ya no sentía a su cachorrito, el pánico lo invadió, arrancó todas las cosas que tenía conectadas, pues poco le importaba su propia salud en ese momento.

—¡Señor Bakugo! ¿¡Qué hace!? — escuchó el grito aterrado de una mujer.

Detuvo sus acciones y observó a la extraña mujer que portaba el uniforme de enfermera.

—Mi cachorro — su voz fue apenas audible —¿¡Dónde está mi cachorro!? — sintió como su garganta se lastimaban al forzar ese grito.

—Lo traeré, pero necesito que se calme, el corte de su vientre podría abrirse de nuevo con algún movimiento brusco y si sigue así, sus feromonas podrían alterar al bebé cuando lo traiga — habló con severidad.

Bakugo fulminó a la enfermera con la mirada ¿Cómo se le ocurre decirle eso? Él acababa de despertar sin su cachorro, al parecer el parto había ocurrido antes de tiempo, lo último que recuerda fue un agudo dolor en el vientre ¡Pedirle que se calme es una maldita locura!

Estaba apunto de gritarle un montón de maldiciones, pero un aroma familiar lo tranquilizó de golpe.

Inasa entró a la habitación, supuso que una de las enfermeras escuchó el alboroto y llamó al alfa.

La habitación quedó en silencio, cosa que sorprendió a la enfermera, pues estaba segura que ese Omega le gritaría hasta el cansancio

—Yo me encargo — dijo el alfa a la mujer.

La enfermera asintió y se retiró del lugar.

Inasa caminó hasta estar al lado del rubio —No deberías alterarte así, acabas de dar a luz, tu cuerpo debe estar muy debilitado — regañó con el ceño fruncido.

Bakugo desvió la mirada, sabía que el enorme alfa tenía razón, podía sentir la debilidad en todo su cuerpo —No puedes culparme, nació antes de tiempo y lo último que recuerdo es haber sentido un horrible dolor — se dejó caer en la cama, odiaba sentirse tan débil y derrotado —Tenía miedo — negó con la cabeza —Aún tengo miedo — sabía que no estaría tranquilo hasta tener a su pequeño entre sus brazos.

Inasa no dijo nada, parecía inusualmente callado, eso sólo incrementaba su angustia.

No pasó mucho tiempo para que la enfermera regresara con un pequeño cunero.

Katsuki observó atentamente todos los movimientos de la mujer, vio como esta acomodaba un pequeño bulto de mantas azul cielo entre sus brazos y caminaba, demasiado lento para su gusto, hasta él.

—Es un hermoso varón — comentó antes de entregarle ese pequeño bulto de mantas que desprendía un dulce aroma a leche y miel.

Katsuki lo tomó entre sus temblorosos brazos y admiró el rostro de su bebé. Su bello cachorrito dormía, no podía imaginar que ese revoltoso ser que pateaba sus entrañas ahora se encontraba durmiendo tranquilamente entre sus brazos, con una de sus manos acarició el poco cabello que se asomaba en su cabecita, parecía una pequeña pelusa rubia.

Sin poder controlar sus emociones, sus ojos se llenaron de lágrimas y abrazo a su bebé, la calidez que sentía en su pecho era indescriptible, no podía creer que algo así había salido de él.

Sus llorosos ojos se dirigieron al enorme alfa frente a él, el cual solo se había limitado a observar la escena.

—Gracias — logró decir entre leves sollozos, Inasa lo miró con curiosidad, Katsuki ni siquiera tenía ganas de insultarlo, estaba demasiado feliz como para hacerlo —Sin ti no habría podido tenerlo entre mis brazos — explicó para después besar la frente de su pequeño.

Roto [DekuKatsu (Omegaverse)]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora