Capitulo 6. El Campamento (16 Años)

757 39 0
                                    

-Vamos, Florencia. No hagas esto -me decía mi madre, intentando controlarse, pero podía percibir en su voz que estaba totalmente desesperada tanto por la escena que estaba montando como por la vergüenza que esto le causaba.

- ¡No, no me moveré de aquí! -le grité.
Estaba abrazada a un árbol, mi padre y Sergio habían intentado soltarme de allí, pero no lo lograron. Me aferré con más fuerza y no me moví ni un centímetro. Agarraron mis pies y tiraron de mí, pero tampoco aflojé el agarre.

- ¡Sólo es una escuela de verano,Flor! -me gritó Sergio. No lo quise escuchar, si lo hacía me pondría nerviosa y los brazos me flaquearían.
- ¡Cállate, esto es tu culpa! -exclamé.

Algunas personas se nos quedaban mirando, nos encontrábamos a la entrada de la escuela de verano para niños matemáticos en medio del bosque. Había reprobado matemáticas y si lo volvía a hacer el próximo semestre, repetiría el año nuevamente. Así que mi maestra conversó con mis padres y acordaron que asistiría todo mi verano aquí para reforzar. Para mis padres y la escuela fue la solución perfecta a mi falta de voluntad con los números, para mí significaba una tortura. Podría terminar agonizando si pasaba una semana allí. Estaba segura.

- ¡¿Mi culpa?! ¿Qué tengo que ver yo? -me preguntó Sergio, tirando de mis pies. Mariana se había unido a ayudarlos y ahora se me hacía más difícil mantener mis brazos junto al árbol.
- ¡Eres más listo, me haces parecer una tonta! -le dije. Lo decía de broma, me importaba en absoluto parecer una tonta o una chica lista, sólo quería que me soltaran. Pero Sergio pareció pensarlo y me soltó. Se fue al lado de mi madre con el rostro serio y me miró con tristeza.

Me había creído. Era muy débil a la hora de detectar mentiras.
-Florencia, vamos. No es tan malo como piensas, harás amigos nuevos y hasta puede que te diviertas -me dijo Mariana. No era tan malo si lo ponía así, lo que sucedía era que yo no quería más amigos, con los que tenía me bastaba. Y los números jamás serían divertidos.

- ¡No me soltaré, tendrán que amputarme los brazos si quieren que entre!
-Traeré la cierra -escuché que decía Vicky
- ¡Puedes encontrar novio allá, Flor! -me gritó Leila. La pequeña Leila ya tenía doce años y en lo único que pensaba era en chicos, aun así me pareció graciosa su manera de convencerme.

- ¿Tienen problemas? -dijo alguien. Moví la cabeza un poco y vi que era un hombre vestido de militar, era mayor y en su pecho tenía insignias y medallas. A su lado iba un chico moreno y alto, aparentaba mi edad.
Sergio se le quedó mirando con mala cara, como Nana cuando se acercaba a Snow, el gato de Leila.

-Es mi hija, no quiere entrar -le explicó mi madre. El hombre sonrió y me dedicó una mirada rápida. Me dio miedo.
- ¿Reprobada, cierto?
Mi madre asintió y el hombre miró al chico.
-Mi hijo también está aquí contra su voluntad, pero los chicos de hoy en día necesitan disciplina -y dicho eso le preguntó a mi madre si necesitaba ayuda para disciplinarme, ella asintió y supe lo que pasaría.

El hombre se acercó hasta donde mi padre y Mariana forcejeaban, ellos me soltaron, el hombre me agarró de un pie y tiró de mí. Ni aunque tuviera músculos habría seguido abrazada al árbol, caí al suelo sobre el húmedo césped y me ensucié la ropa.

Sergio corrió a ayudarme. Debía admitir que desde el incidente de Bruto -que en paz descanse-, se había vuelto más atento. Seguíamos peleándonos como perros y gatos, pero después se disculpaba y me regalaba galletas o un pastel de manzanas que robaba de la cocina.

- ¿Cómo le hace eso? Se pudo haber lastimado -exclamó Sergio, dirigiéndose al hombre militar. Él rio, su risa era tosca y desagradable.
-Calma, chico. Tu novia está bien -le dijo él.
El chico moreno alzó la vista, no me había mirado en todo este rato, y tampoco lo hacía ahora. Miraba a Sergio.
-Él no es mi novio -dije, colocándome de pie. Me sacudí la ropa, pero Sergio me detuvo para sacudirla él. Tenía que sentirse muy culpable por la muerte de Bruto.

-Entonces lo parece, míralo, está sometido a ti -Sergio dejó de sacudirme en cuanto el hombre dijo eso. Se sonrojo e intentó alejarse de mí, pero dio un paso y se arrepintió.
-Bueno, gracias por su ayuda. Ya puede irse -se apresuró en decir Mariana. El instinto de madre la obligaba a defender a su hijo, y ese hombre se estaba metiendo con Sergio.

-No se alarme, sólo bromeo -el hombre se dio media vuelta y se acercó a su hijo-. Tú, aprende o ya verás tu castigo -el chico asintió sin mirarlo a los ojos, bajando la mirada. Estaba rígido y su rostro era inexpresivo, ya imaginaba el tipo de relación padre e hijo que tenían.

El hombre se subió a un auto negro que estaba estacionado a unos metros de distancia del nuestro y se fue sin mirar atrás.
Yo me crucé de brazos, el chico no se movió de allí. Mis padres bajaron mis maletas y con la ayuda de Mariana las entraron al campamento antes de que me arrepintiera.

Hablarían con el encargado para asegurarse de que no me escapara.
-Te enviaré galletas para que no estés de mal humor -prometió Sergio. Recién me daba cuenta que estas semanas serían el lapsus de tiempo más largo en el que estaríamos separados, ya estaba tan acostumbrada a su presencia que sentía como la nostalgia se me incrustaba en el pecho. Pero él no tenía que saber que lo extrañaría. Yo lo odiaba.

-Gracias -le dije.
El chico no paraba de mirarnos, me estaba poniendo nerviosa.
Tenía unos ojos intensos que incluso en la distancia eran como rayos láser. Observaba cada movimiento que hacíamos.

- ¡¿Cuál es tu problema?! -le grité cuando no lo soporté más. Ser, Vicky Y Leila se voltearon a mirarme y después al chico.
- ¿Seguro que no son novios? -inquirió. Las rodillas me temblaron con su pregunta, ¿por qué todo el mundo creía que éramos novios?
-No lo somos y nunca lo seremos -sentencié. Me exasperaba este tema.

Pero cometí un error. Miré a Sergio para decirle que me apoyara, sin embargo, él miraba hacia otro lado mordiéndose el labio inferior ¿Y ahora qué le pasaba?
-Florencia, eres muy cruel con Sergio-me dijo Holly.
Entonces comprendí.
Sergio no quería quedar como un perdedor sin novia ante este chico.
Era tan idiota.

- ¡Gonzalo, mi amor, volviste!
Todos nos giramos a ver quién gritaba. Del campamento salió corriendo un chico alto, de cabello negro, con una enorme sonrisa, sin zapatos y con los brazos abiertos. Cuando llegó hasta nosotros, abrazó efusivamente al chico con el que estaba discutiendo. Ellos si parecían novios.

-Paio, no, suéltame -se quejaba el que suponía era Gonzalo
-No, mi vida. Esperé todo un año para volverte a ver -le decía el otro, besándolo en el rostro.
Traté de aguantar la risa, pero no podía soportarlo más. Reí como si el mundo se fuera a acabar, si Sergio no me hubiese sostenido estaría rodando en el suelo por la risa.
- ¿Quiénes son ellos, mi amor? -le preguntó el chico amoroso a Gonzalo.
-No lo sé, pero son novios.
- ¡No somos novios! -exclamé, dejando de reír. Gonzalo sonreía, quería verme enojada y lo estaba consiguiendo.
- ¿En serio? Entonces es mi día de suerte, encontré amante -Pabloo se acercó a nosotros y antes de darme cuenta ya estaba abrazando a Sergio mientras le acariciaba sus mechones castaños.

Y desde ese día comenzó nuestra amistad.
Maraton 3/8

¿Enamorarme De Sergio?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora