Capitulo 4. Licencia de conducir (15 Años)

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Sergio estaba sentado en el sofá con un cuaderno y dos libros a su lado. En el otro sillón se encontraba Nicolas, recitando los deberes que tenían para esa tarde. La mesa de centro estaba cubierta de comida chatarra que seguro a mí no me dejarían comer nunca, o al menos no frente a mi madre, que hace uno meses se le pegó la idea de llevar una vida saludable y natural.

Sergio sonrió y golpeó con su lápiz a Nicolas.
De acuerdo, lo estaba espiando. Pero no era mi culpa que después de besarnos hace más de un año él no haya hablado del tema. Volvíamos a la relación de antes, esa de los buenos días y aquí no ha sucedido nada. Ya no siquiera sabía si tenía celos, había fingido estar interesada en otros chicos, pero Sergio me ignoraba y seguía con su vida.
Incluso, tuvo una novia.

Me costó mucho admitirlo, pero al final tuve que hacerlo. La verdad estaba frente a mis ojos y yo me vendaba para quedar ciega, me gustaba Sergio y no podía evitarlo.

Aún lo odiaba, a final de cuentas era un intruso en mi casa aunque lo conozca de niño, pero por otro lado era inevitable no sentir ese hormigueo en la piel cada vez que él sonería o cuando su mirada se iluminaba y demostraba lo feliz que era.
No era bueno para mi salud mental, me desvelaba pensando en por qué me ya no me hablaba. Tampoco lo era para mí sistema nervioso y respiratorio, mi corazón se aceleraba de una manera increíble cuando estaba cerca de él y me faltaba el aire cuando él me decía todas las mañanas "Buenos días".

Algo andaba mal conmigo. Hace unos años me habría del segundo piso por la hasta que mi cabeza sangrara y recobrara la razón, sin embargo, ahora no me importaba demasiado.
Estúpido amor que no controlaba a las personas, ¿hacer que me enamorara de Sergio?
Estúpido, estúpido, estúpido.
Y Sergio volvió a sonreír y dejé de pensar por unos cuantos minutos.

- ¿Espiando a tu amor? -salté del susto al oír la voz de Fran en mi oído. Como estaba en las escaleras, rodé hasta llegar abajo y chocar con un ruido seco contra el suelo.
- ¿Qué fue eso? -escuché que preguntó Sergio.
No alcancé a levantarme antes de que Nicolas y Sergio llegaran hasta donde yo había caído. Tirada en el suelo, con el cabello sobre el rostro y con Fran diez escalones más arriba riéndose, no era un buen momento para que Sergio me viera. Sin mencionar que él ya sabía cómo lucía cada mañana, esto era peor.

Nicolas me ayudó a pararme, Sergio se quedó mirándonos y no movió ni un dedo. A veces su actitud me molestaba. No tenía ninguna enfermedad contagiosa ni tampoco lo iba a morder si me tocaba.
-Gracias, Nicolas-le dije cuando me quitó el cabello del rostro.
-De nada. Aunque me gustaría saber cómo fue que te caíste.
-Porque es torpe, se tropieza con sus propios pies -dijo Sergio.
Auch. Eso dolió.
Fue un comentario frío y tosco. Ni una mirada, ni una emoción.
Agarró a Nicolas del brazo y se lo llevó de regreso al sofá para continuar haciendo los deberes.
-Amargado -dije en voz alta para que él lo alcanzara a escuchar.
-Reprobada -golpe bajo por parte de Celli.
-Ojos cafés vomito-contrataqué.
Aparte de los saludos matutinos, teníamos una pequeña rutina que se daba en casos especiales como estos: pelearnos como niños de seis años por una tontería.
-Rubia tonta-me contestó él. Era el momento de la artillería pesada.

Le hice una seña a Fran para que bajara y me acompañara hasta los chicos. Fran estaba encantado, amaba molestar a Sergio a costa mía. Al igual que a mí a costa de Sergio.
-Nicolas, nunca me canso de felicitarte por tu excelente interpretación como Romeo en la obra escolar. Fue estupendo, de verdad tienes futuro como actor -le dije, acercándome a ellos con Franger a mis espaldas. Nos sentamos en el mismo sofá y botamos los libros al suelo para hacernos espacio. Sergio nos dedicó una mirada amenazadora.

-Fue todo un éxito, lástima que Sergio no haya podido conseguir el papel. Seguro la caída del balcón de los Capuleto fue dolorosa -agregó Fran.

Yo dejaba que mis amigos me molestaran con Sergio en situaciones que requerían de sus comentarios. Como ni Pau, Azul y Cyn estaban aquí, me quedaba Fran. No era la mejor opción porque a veces se le iba de las manos el asunto, pero era eso o pelear sola contra ojos verdes.
-No funcionara, Fran. Además, no quería el papel -dijo Sergio. Miré a Nicolas, quien escondía la risa detrás de un cojín. Todo el mundo sabía que a Sergio no le gustaba perder.
-Qué lástima. Gracias a Dios te tocó audicionar conmigo, soy muy mala actriz -dije. Pude notar como Sergio se tensaba, nunca antes habíamos abordado el tema de la audición y supongo que hacerlo con Nicolas y Franger como público no era algo cómodo.

-No es tu culpa, Flor. Lo que pasa es que Sergio exageró mucho el beso -terminó por decir Nicolas. Los tres reímos, mientras a Sergio se le teñían las mejillas de rojo.
- ¡Bueno, perdón por querer hacer un buen trabajo, no soy un mediocre como tú! -exclamó de pronto. Se formó un extraño silencio.

-Pero tú dijiste que no querías el papel, vamos, no te alteres -atiné a decir para alivianar el ambiente. Nicolas y Fran asintieron, dándome la razón.
-No me hables. Vámonos, Nicolas-este último se encogió de hombros y se disculpó por el comportamiento de Sergio y ambos se fueron a su habitación para seguir haciendo sus deberes.

-Bueno, no fue tan divertido esta vez. Algo le pasa a Sergio y es tu misión averiguar qué -me dijo Fran. Yo lo miré incrédula, ¿acaso no había escuchado a Sergio? Estaba enojado, y yo no era la persona más paciente a la hora de ayudar a los demás con sus problemas.

-Paso, no quiero que me grite.
Él enarcó una ceja y comió una de las cuantas cosas que había en la mesa. Yo hice lo mismo, mamá estaba en clases de yoga o algo así, así que nadie me podía regañar.
-Bueno, entonces deberíamos comenzar a hacer nuestro trabajo de ciencias.
-Creo que mejor iré a ver qué le pasa a Sergio-le dije inmediatamente. Fran sonrió y se levantó.
-Vamos, antes que le ponga llave a la puerta -subimos la escalera y nos quedamos frente a la puerta de Sergio a oír lo que hablaban.

Era una pena no tener a mis amigas en la misma clase. Ellas iban en el mismo curso que Sergio, mientras que yo con Fran. Era divertido y pasábamos la mayor parte del día molestando a los demás o durmiendo, aunque a Fran le iba mejor. No me quería contar su secreto para no prestar atención en clases y sacar buenas calificaciones, pero estaba segura de que no copiaba, él jamás haría eso. Además, se sentaba conmigo para los exámenes ¿qué caso tenía copiarme a mí?

-Aún no sé por qué seguimos escuchando a hurtadillas las conversaciones de Sergio -le susurré a Fran. Él me hizo callar, tapándome la boca con su mano.
-No hagas ruido -dijo.
Supongo que esto jamás cambiaría, siempre espiaríamos a Sergio. O al menos, yo. Era un impulso, algo más poderoso que yo. Era como una atracción mágica hacia su puerta que hacía pegar mi oreja a la madera.

-...Comenzaré a practicar para sacar mi licencia de conducir y eso me tiene muy alterado... -dijo Sergio, con la voz apagada a causa de la distancia y la obstrucción de las paredes.
-Ya comprendo, por eso estás tan pesado -concluyó Nicolas.
-Sí, espero que Florencia no me odie más de lo normal, pero si estuviera en mi lugar...
Y dejé de escuchar.
Me separé de la puerta, enojada, emocionada, alterada y ¿confundida?

Tenía un punto a mi favor: había hablado de mí. En contra: sabía que lo odiaba y eso no era bueno.
Pero estaba confundida porque por un momento creí que se preocupaba por mí. Luego se me pasó la posibilidad de que no lo estuviera por mí, sino por el trabajo de Mariana. Porque si yo decía que Sergio me trataba mal, ellos se irían a la calle y tendrían que volver a la casa de su abuela.

Cuando llegaron me asombró no ver sus maletas, tardé años en descubrir que Mariana se había escapado con sus hijos porque su marido era un completo imbécil. Había huido para darles un futuro mejor a sus hijos. Por eso yo jamás la perjudicaría, la quería demasiado para hacerle eso. Además, estaba el pequeño hecho de que Sergio también se iría y eso significaría el fin de mi carrera en espionaje.

Y no podía permitir eso.
-Es un idiota -murmuré. Fran no me oyó, pero no era necesario que lo hiciera para saber lo que pensaba.
Dejamos a Sergio en paz lo que quedó del día.
Nunca hicimos nuestro proyecto de ciencias y al final Nicolas y Cyntia nos ayudaron a hacer algo para no reprobar.
Pasaron los días y Sergio se ponía más paranoico a medida que pasaba el tiempo. Por las tardes mi padre le enseñaba a conducir por el jardín con su auto, arrolló la bicicleta de Leila y chocó con uno de los álamos que había en la entrada de la casa. Era pésimo.
Y eso debía estar desesperándolo
Maraton 1/8

¿Enamorarme De Sergio?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora