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Sus pasos resonaron entre las paredes de madera, el chirrido de las tablas flojas debajo de sus pies daba un aura inquietante, como si de una película de terror se tratase y ellos estuvieran a punto de descubrir un secreto intrigante al final del sótano.

El silencio era pesado entre ambos, Satoru se encontraba intrigado, era la primera vez que veía a Suguru con una luz tan nostálgica titileando en sus pupilas, perdido entre sus pensamientos, esclavidazado entre los recuerdos; y lo único que podía hacer era esperar, una respuesta, una historia, algo que despejara las dudas de su mente.

Repentinamente, al cruzar hacia la cocina, tropezó con una mesa de madera la cual torpemente sujeto, tratando de agarrar la foto sobre esta, y al acomodarla, se fijo en el cristal empolvado por el tiempo, visualizo la imagen detrás de la capa de polvo sobre el y se sorprendió.

Sus sospechas eran ciertas, su primer y único amigo fue el, siempre fue él, siempre se trató de él.

Lo supuso desde el primer momento en que noto esa mirada amatista contemplarlo con tanta admiración, pero quizá era el miedo de equivocarse, o tal vez el miedo a querer nuevamente a alguien que acabaría marchandose de su vida, el miedo de la traición que lo detuvo a dejarse sentir desde la primera vez que lo vio.

Puesto que era el miedo lo que le frenaba, pero ya no, está vez quería saber que había ocurrido con él. ¿Por qué con cada día que pasaba sentía que su luz se apagaba un poco más?, ¿Era cierto lo que en un pasado le dijeron que hizo?, ¿Lo extraño tanto como él? , ¿Pensó diariamente en cómo sería si lo volviera a ver?

Tenía tantas preguntas en su cabeza, abrió la boca dispuesto a hacerlas pero se topo con algo que provocó que se callarse antes de si quiera poder hablar.

Suguru tenía su mirada cristalizada, observando fijamente un cuadro que se encontraba tirado en el suelo cuando llegaron. Los fragmentos rotos de vidrio se dispersaron sobre el suelo hacia más de una eternidad, pero nadie lo escucho romperse, nadie lo levantó cuando eso ocurrió, porque nadie estuvo ahí para agarrarlo antes de que cayera, por ello, se acabó fracturando sobre el piso.

Suguru se acercó a observar la foto que el pelinegro tenía entre sus manos, y se asustó al ver como aún con los vidrios punzantes, se lo pego al pecho.

-Esta... Esta es la única foto que tenía de ellos... - Habló, no sabía si para si mismo o para Gojo, pero le dio igual, lo escucho atentamente - Mamá... Papá... Dije que no regresaría, pero, aquí pertenezco- Satoru se agachó, abrazándolo desde la espalda, rodeando sus brazos entre su cintura mientras colocaba sus manos sobre las de Suguru, percatandose que el vidrio se estaba enterrando entre sus dedos.

-Guru... Te estás hiriendo- Le aviso preocupado tratando de hacerlo soltar el cristal.

-Satoru... No lo siento- Respondió sin poder alzar la mirada - El dolor físico no es nada comparado al dolor emocional que siento- Explico antes de voltear a verlo.

Pero fueron sus ojos, esos ojos con nubes rodeando el cielo despejado de su mirada, repletos de tristeza, de miedo por sus palabras los que le hicieron reaccionar.

-Lo siento... - murmuró avergonzado aflojando lentamente su agarre sobre el marco de la foto, antes de pasársela con sumo cuidado al albino, porque podía estar rota, pero para él, era un tesoro -Esa es mi madre unos meses antes de que cayera en cama, mi padre a su lado... Y yo de pequeño- Explico agradeciendo que Satoru se diera el tiempo de escucharle, aún si se tenía que sentar en el piso sucio de lo que algún día fue su hogar.

-¿Estaba enferma? - Pregunto, una mujer de cabello negro y piel pálida, tan blanca como la misma luna abrazaba con tanta fuerza al pequeño niño, quien imitaba su propia actitud, sonriendo genuinamente con tanta intensidad, que ni siquiera podrías pensar en todas las complejidades por las cuáles tendrían que pasar en esos días; Por otra parte, el padre de Suguru era un hombre alto, de tez más morena que ambos, cabello castaño oscuro y una risa apenas visible.

Melodía EternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora