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Sentado sobre la madera del suelo, observando, pensando, tan perdido en el horizonte, tratando de ver más allá de los pájaros, del agua. Deseaba correr hasta allá, en un mundo donde pudiese perderse, ahogarse en la tranquilidad de la laguna mientras debajo del frío cuerpo de agua, observaba hacia el cielo.

Las estrellas titiliteaban débilmente sobre las partes aún oscuras del cielo, era un contraste perfecto la forma en la que la luz dorada separaba la noche del día. Ocultando las estrellas, tapando a la luna con su presencia.

Si incluso el universo podría eclipsar la oscuridad de una forma tan sencilla, ¿por qué nada podría tapar la negatividad de su alma?

Solo deseaba recibir un poco de ese elegante esplendor, algo de calidez en su frío y yerto cuerpo. La idea de desaparecer por completo sin haber dejado aunque sea una pequeña marca de lo que alguna vez fue su vida le carcomia la cabeza día y noche.

Estábamos destinados a convertirnos en polvo, a desvanecernos entre la tierra y arrastrarnos mediante el aire, sin embargo, el olvido le asustaba más que la muerte. Morir sólo, no quería hacerlo, secretamente le tenía miedo a la oscuridad y por ello acostumbraba a dormir con una luz de noche, así que imaginar un abismo de oscuridad eterno le aterraba.

Suficiente tenía con que su propio cuerpo estuviera desvaneciéndose con cada segundo que pasaba. El dolor en sus huesos presionaba su corazón, la sangre que se escurria de su nariz de vez en cuando le recordaba que sin importar que tan rápido tratase de correr, la muerte continuaría a su acecho.

Habia decidido no tratarse porque las medicinas solo postergaban lo inevitable. La crueldad de lo que estuviese sobre ellos le llenaba de impotencia. De entre tantas personas, ¿por qué él?

De entre tantos asesinos, violadores, rateros, de entre todas esas personas con las que el mundo estarían mejor sin su vida arrebatando su sagrada paz, ¿por qué él, por qué su madre?, por qué  su familia tuvo que cargar con la desgracia?

Sin importar cuánto tratase de asimilarlo, de pensar que estaba bien, después de todo iba a morir algún día. Al final, cuando veía a los pájaros volando tan libres en el extenso cielo, o las estrellas inundando el manto oscuro que los envolvía, cuando admiraba de más cerca el movimiento impasible de las flores sobre el campo y sentia la fresca brisa chocando con su cuerpo, cuando notaba más de cerca los pequeños milagros del mundo, sabía que deseaba minimo seguirlos contemplando.

Aún quería tocar el piano, crear canciones nuevas que llegarán al corazón de las personas como su primer y probablemente último espectáculo. Ansiaba recibir su título después de tantos sacrificios que hizo por tener una vida decente tal como sus progenitores hubieran deseado.

Y sobre todo, deseaba con todo su ser, con todas sus fuerzas, entrelazar los delicados dedos del albino con los propios una vez más, contemplar la más dulce de sus sonrisas, y escuchar cada una de las palabras que tenía por decir. Tomar entre sus manos la historia de su vida y sumergirse de lleno en cada uno de sus miedos, como si no le tuviese miedo a la tormenta de su propio sopesar.

Deseaba limpiar cada gota de tristeza del mar de sus ojos, y admirar las perlas de su boca con cada felicidad que se topaba. Deseaba saborear el dulzor de sus labios hasta hacerlo olvidar de sus pesares y descubrir cada lunar de su cuerpo. Amar cada grieta de su piel, cada imperfección que lo hacía especial, único. Descubrir todas las facetas de su pequeño Ángel.

Deseaba marcharse sin ningún solo arrepentimiento, irse entre la calidez de sus brazos porque entre ellos el frío no existía.

Y sobre todo, saber que no se quedaria solo, que él trataría de cuidarlo en el más allá. Aún si se convertía en un demonio seguiría siendo su guardián.

Melodía EternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora