Recordar esa devoción lo hace más fulgurante

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- ¿Quién lo diría? Betty tiene novio. - Aura María comentó luego de la explicación que Beatriz les había dado.

- Un fin de semana de ensueño. - Mariana recalcó.

- Ni la Patricia esa que anda cazando tipos ricos todos los días. - Sandra dijo y todas rieron al unísono.

- No sé aceleren con matrimonios ni nada de eso, disfruten el ahora, que después ya ve lo que pasa. - Sofía dijo.

- No diga eso Sofía, que Betty acá es una muchacha bien inteligente, ella sí sabe elegir partido. - Bertha elogió.

- ¿Es decir que yo no fui tan inteligente? - Sofía inquirió.

- No. - Todas menos Beatriz respondieron.

- Ya muchachas. No debemos sacar conclusiones. Aún así, creo que lo del noviazgo fue muy precipitado. - Beatriz resaltó con inseguridad.

Su seguridad se minimizó aun más cuando cruzó la puerta de regreso a la oficina. Armando se encontraba sentado frente a la computadora, y cuando ella entró, la saludó extrañamente amable.

- Buenas tardes, Betty, ¿La pasó bien?

- Sí, doctor. - Respondió fríamente y continuó con su camino.

Minutos más tarde, Armando entró a la oficina de Beatriz, mirando el aspecto de bodega que seguía conservándose y sintiendo el olor a humedad que no lucía querer desvanecerse. Se acomodó en la silla enfrente de ella.

- Beatriz, eh...

- ¿Necesita algo?

- Sí. Quería hablarle del beso de aquella noche.

- No se lo conté a nadie señor, téngalo por seguro.

- Es que, sentí algo. - Armando espetó y tomó su mano en la suya. - Sentí un verdadero placer, una felicidad enorme que no soy capaz de resistir.

Beatriz quitó su mano de su agarre y la acarició con su otra extremidad, él solo jugaba con ella; estaba segura. Pero antes de que siga pensando, Armando se inclinó peligrosamente cerca de ella, clavó sus ojos en los suyos, y sin pensarlo, ella lo besó. Se dejó llevar por completo, sino fuera por su gran cantidad de conexiones neuronales desarrolladas, se hubiera desnudado enfrente de él.

El beso fue intenso por ambas partes y sin medir el tiempo, se percibió como si horas hubieran pasado, sin embargo, el beso duró dos minutos.

Beatriz se separó de golpe tocando sus labios con pudor, muy es sus adentros deseaba seguir adelante pero sus ojos la distraían y la hacían pensar a fondo cada acción que tomaba. Como el entrenamiento que él le había dado, ella la mente que lo apoyaba y él el impetuoso que realizaba las acciones.

Armando quiso seguir, mas, ella lo evitó.

- Doctor, no podemos.

- Usted vió lo que sucedió Betty. No podemos ocultarlo.

- Doctor, porfavor.

- Béseme. Béseme Beatriz, es una orden.

Con obediencia se acercó, pero, se regresó a su silla al escuchar a Marcela entrar a la oficina.

- ¡Mi amor!

- Ya vengo, quédese aquí.

Salió de la oficina y encaró a Marcela. No podía observar sus ojos, él reflejaba culpa, la culpa que se formó segundos antes, porque durante el beso, no sintió culpa alguna.

- Mi vida, nos vamos juntos a tu apartamento. Te lo informo para que le digas a Freddy que lleve tu carro.

- Mi amor, ya sabes que debes decirme antes del día, sabes que no me gusta dejar el carro a Freddy, él es muy despistado.

- Es que fue de imprevisto, tengo unas ganas inmensas de estar contigo. - Marcela dijo y se acercó hacia sus labios para besarlos con mera lujuria.

El chirrido de la puerta fue inaudible, logrando que, Beatriz salga sin ser escuchada y pueda ver la expoferia frente a ella.

- ¡Beatriz! - Marcela dijo alterada. - Me asustaste, te apareces así nada más. - Esta vez se dirigió a Armando. - A mi apartamento, no lo olvides.

Se corrieron las puertas anunciando su salida.

- ¿Qué es lo que dijo? "Usted vió lo que sucedió Betty, no podemos ocultarlo" ¿Enserio doctor?

La mujer apresuró el paso, pero Armando se asió de su brazo. Se acercó a su cuello y le dijo.

- Esto es real, Beatriz.

- No sé qué es lo que quiere de mí. Pero no me mienta.

- La invito a salir. Usted, yo, solos.

- ¿Dónde? Espero que no sea un motel.

- No lo es, Beatriz.

- Acepto.

La liberó y la vio meterse en aquel hueco infernal que le dio por oficina.

Las horas pasaron significativamente con rapidez, cada minuto parecían un segundo y cada pensamiento de aquel dulce beso duraba 15 o 20 minutos sin siquiera darse cuenta. Había besado muchas mujeres en su temprana juventud, nunca una que se asemejase al beso con su asistente. Era una sensación emocionante, el sentir sus labios, el pensar cómo se sentirían, el experimentar en carne propia aquel momento. Cuando recordaba aquella devoción, ese beso de tornaba más real, más fulgurante.

Desvió su vista al reloj de su muñeca y vio moverse la manecilla hacia el número 6. Rápidamente se movió escurridizo hacia la oficina de Beatriz.

- Ya mismo nos vamos Betty.

- Déjeme avisar a mi novio.

Enarcó su ceja y le dedicó una mirada apabullante.

- ¿Qué le va a decir exactamente?

- Que tengo trabajo pendiente y debo salir con usted para su apartamento a terminarlo.

- Que astuta. - Armando dijo y se volvió a acercar de la misma forma que antes, con la diferencia que ahora, no fue correspondido.

No necesitaba de un beso para estremecerse, pues su sola cercanía enviaba ondas eléctricas a cada parte de su cuerpo. No necesitaba esforzarse para quererlo.

- Doctor...

Su jefe tocó su barbilla y con sus dedos la acercó para atrapar sus labios con más ímpetu que su segundo beso. Eran como dos imanes con alta intensidad, incapaces de separarse. Armando abrazó su torso acercándolo aún más, provocando que algunos objetos, en este momento triviales, caigan al suelo. Beatriz empuñó con fuerza su traje y acarició su espalda, para poco a poco, pararse y juntarse más. El placer era abrumador y se deslizaba hacia su cabeza, dejándola ciega. Ya de pie, Armando la cargó y la colocó con fuerza sobre el escritorio, sacando un gemido doloroso de Beatriz.

- Doctor...

Armando bajó hasta su cuello, proporcionado todos los besos y lamidas necesarios es esa zona. Beatriz era incapaz de seguir hasta el tope, debido a que sus besos eran imposibles de recibir sin desmayarse. En un acto de desesperación, susurró.

- Doctor... Ya deberíamos irnos.

- Betty, porfavor...

- Doctor. ¿Me está rogando? - Beatriz rió. - No lo creo.

- No puedo irme así, Betty, entiéndame.

- Yo lo espero, vaya deshágase de esa situación.

Una Mirada Fría Donde viven las historias. Descúbrelo ahora