En el aeropuerto (+18)

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El pedazo saliente de zinc de uno de los garajes los resguardaba parcialmente de la lluvia.

Se recorrieron con sus labios. Armando no paraba de besar lentamente sus labios, desviándose hacia su mejilla de vez en cuando y regresando a sus labios con ahínco. La besaba como su tesoro, el cual adoraría para siempre, o por lo menos en este momento.

Beatriz se abrazaba al saco mojado de Armando y besaba su mejilla cuando él besaba la suya, un intercambio justo, pensaba. De repente, él se detuvo y la miró con ojos oscuros llenos de algo que ella no había podido ver hasta el momento.

- Dime qué quieres, Betty.

Beatriz estaba jadeando, pasar de un estado a otro no es tan sencillo.

- No sé lo que quiero. - Susurró.

Armando besó su lóbulo y lo mordió ligeramente.

- Betty, dime qué es lo que quieres.

Su voz firme sólo la excitaba más.

- Estoy loca. - Se dijo a sí misma.

- Te quiero a tí, ahora, Armando.

No necesitaba más explicaciones, él se sacó el abrigo y lamió sus labios. Bajó hasta su cuello y dejó marcas sin pudor alguno. Beatriz intentó hacer algo parecido y besó su cuello hasta desprender los primeros botones. Él se deshizo del saco de ella y ella de la corbata, y se besaron con desespero.

Armando acarició por encima de la ropa cada parte de ella, maldecía que hubiera un frío terrible y no le pudiera quitar hasta la última prenda de vestir. Bajó hasta su falda y la alzó un poco. Beatriz se sostenía de sus hombros, sentía vergüenza y a la vez gracia al tener a Armando debajo de ella y apunto de tumbarla. Los besos iniciales en los muslos la tensaron y casi la hicieron perder el equilibrio. Ni hablar de lo demás.

Armando tuvo que sostenerla con su brazo libre mientras besaba sus zonas más íntimas. Jugaba con ella de tal manera que la hacía pensar que caería desmayada del placer que sentía. Ella no había experimentado tantas subidas y bajadas, así que su solo toque la hacía sentir en las nubes. Para Beatriz, el frío se había desvanecido, haciendo que, se suba más la falda y con su pierna izquierda apriete a Armando más cerca.

Él disfrutaba de sus reacciones. Podía pasar todo el día en esta posición solo esperando que ella apriete su hombro o gima su nombre, o incluso grite sin importarle sus alrededores. Ya la sentía muy cerca, de forma que le ayudó a pararse y besó sus labios saboreando nuevamente toda su boca.

Beatriz pudo sentir la mezcla de sabores en sus labios, algo de lo que sonrojarse.

Él la miró con ternura y con una pizca de seriedad. Se aproximó a su mejilla y con su nariz dibujó un camino hasta su oido.

- ¿Quieres continuar? - Susurró.

Ella asintió con su cabeza varias veces.

De su bolsillo derecho sacó su cartera, la abrió y extrajo un condón.

Beatriz enarcó una ceja al ver el lugar tan práctico en donde lo guardaba.

- Ay Betty, uno nunca sabe.

Después de alistarse la bañó en besos nuevamente. Los dos jadeantes danzaban con sus bocas. Armando la cargó y la colocó contra la pared, y poco a poco fue entrando en ella.

Su ritmo era suave, con cadencia. Acariciaba sus piernas con delicadeza y apreciaba cada temblor que tenía. Beatriz sintió una electricidad que arrasaba en su cuerpo y para aliviarla decidió agarrarse de otra parte de Armando, llevó su mano hasta su trasero, y lo apretó tan fuerte que él no pudo evitar gemir en su boca.

La cadencia subió de nivel, y cada vez sus cuerpos buscaban más. Se movían más y más rápido. De la nada, el celular comenzó a timbrar. Seguramente debían de ser los asistentes de vuelo anunciando su cercanía.

Beatriz se distrajo y para devolverla al ambiente, Armando le besó el hombro y acarició su seno por encima de la tela.

- Mírame, Betty... Tú, yo adentro. - Sus palabras salieron entrecortadas.

Y así lo hizo. Beatriz cerró sus ojos y lo abrazó con ímpetu. Movió circularmente sus caderas y gimió más alto. El celular paró de timbrar unos minutos para después seguir con su insistente sonido.

Armando se inclinó y se puso contra la pared, Beatriz en esta posición podía sentirlo mucho más aún, y podía sentir su orgasmo acercarse.

- Muévete, mi amor.

Daba pequeños saltos y se movía sobre él de todas las maneras posibles. Estaba tan cerca que percibía que una palabra podría desencadenar todo.

- Te amo.

Eso fue todo. Ambos terminaron y cayeron abrazados en el suelo. Se dieron dos minutos para recuperarse y finalmente el sonido del jet aterrizando se pudo apreciar. Tomaron sus ropas y se vistieron rápido.

- Vámonos Betty.

Después de que Armando dirigiera serias palabras a los pilotos se establecieron en el jet. Cargaron sus maletas y se fueron. El jet constaba de unas camas en donde pudieron descansar y sobrellevar el vuelo de 18 horas.

Durante el vuelo, durmieron, comieron y revisaron proyecciones para futuros años. No se tocó el tema sobre el encuentro íntimo del aeropuerto, aunque Beatriz lo tenía en la punta de la lengua, no podía decir nada.

Él le había dicho que la amaba, le sonrió, se sintió tan real. ¿Acaso fue una mentira?

Una Mirada Fría Donde viven las historias. Descúbrelo ahora