Perdición

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— Doctor — Dijo Betty con tristeza en su voz.

Era de madrugada y el hotel en el que se alojaban era frío de tanto aire acondicionado. Beatriz estaba en sus ropas formales y había tocado la puerta de su jefe en un arrebato de dejar las cosas claras.

— Betty, ¿Qué hace aquí? — Armando preguntó confuso y entre bostezos prosiguió — ¿Está nerviosa por lo de mañana?

Con impotencia, Beatriz se dio paso dentro de la habitación. Por suerte, Marcela no se encontraba allí por un retraso en su vuelo.

— ¿Qué sucede con usted? ¿Jugará así conmigo?

— No debió pasar — Soltó con frialdad —. Sólo quería a Marcela en ese momento.

— ¿Cómo puedes decir tal cosa?

— Tal vez te quiero, pero Marcela es la única mujer que amaré — Dijo Armando clavando sus ojos en los de ella —. Ahora vete.

Beatriz agarró una sombrilla que se encontraba en la esquina derecha de la puerta y apuntó al pecho de Armando. Quería que sintiera su dolor, y si no podía sentirlo en su alma lo sentiría físicamente.

— ¿Vas a golpearme? — Gruñó su jefe y arrastró una risa malvada — ¿Lo harías? Estás loca por mí y nada cambiará eso. 

Sus lágrimas salieron sin que ella lo permitiera. Él tenía razón, y aunque se burlara en su cara sabía que había perdido. Enamorarse es perder.

Tiró la sombrilla con rabia y dio un portazo sin importarle quién podría oírla. Armando abrió la puerta y la detuvo a mitad del pasillo.

— Llora todo lo que quieras, mañana quiero que te comportes como mi asistente.

Ella no volteó a mirarlo y siguió su paso hasta su habitación. La humilló, la pisoteó. Era un completo cerdo y cayó en su embrujo, en su maraña de mentiras y seducción.

El momento en el aeropuerto se sintió tan real, el te amo tan mágico, sus besos tan sinceros. ¿Todo fue mentira? ¿Sólo quería acostarse con ella? Beatriz quería sentirse amada como en el aeropuerto. ¿Y si para conseguir lo que quiere tiene que estar con él solo por sexo?

"Qué idea tan absurda" pensó.
Imagínate una hija de un párroco acostándose con su jefe por diversión.

Aunque lo odiaba tanto en ese momento que sólo quería golpearlo y besarlo. ¿Besarlo? Por supuesto, porque se veía condenadamente bien cuando se rió como un psicópata.

Sin embargo perdería su dignidad.

"Ya la perdí en el aeropuerto"

Sólo eran pensamientos efímeros y bobos, se irán a la mañana siguiente. Se decía Betty abrazando su almohada con mucha fuerza.

...

Durante la reunión, Armando no cruzó ni una mirada dulce con Betty, su mirada era fría, sin sentimiento alguno.

Las intervenciones de Beatriz fueron calculadas, sin robar toda la atención pero sí plantando un impacto en las mentes de los espectadores. La reunión terminó con aplausos y una llamada inesperada de celular de Beatriz, así que salió a atenderla.

— Aló, Michel — Beatriz respondió al momento que empezó a sentir un pesar en su barriga, quizá culpa.

— Amor, te extraño. Quería saber cómo estás — Dijo Michel con dulzura arrastrada en su voz.

— Bien, pero ahorita estoy en una reunión muy importante, Michel... — Soltó Betty, pero sus palabras se fueron desvaneciendo cuando su jefe salió y la penetró con su mirada —. Te llamo luego.

— Perdóneme, Doctor, ya voy para dentro — Articuló e intentó ingresar de nuevo a la sala pero Armando la detuvo.

— Ya terminó la reunión. Mañana tenemos agendado unas visitas a cada punto de venta, será un largo día.

— Bueno, entonces me retiro.

Beatriz se dirigió al ascensor con Armando detrás de ella. Percibía algo extraño en su comportamiento, como si se acercara a ella por mero interés.

Una vez dentro, el ascensor marcaba que debía bajar casi una infinidad de pisos por lo que estarían un buen rato.

— Betty, necesito hablar sobre anoche.

— Como lo recalcó anoche, soy su asistente, además Marcela está por llegar —. Dijo sin crear contacto visual alguno.

— Marcela llega esta noche — Murmuró con disgusto —, además yo necesito disculparme, fui muy grosero e insensible.

En la cabeza de la mujer no paraban de rondar preguntas como: ¿Está jugando conmigo? ¿Se quiere aprovechar de mí? ¿Qué le ocurre?

— Está perdonado, Doctor — Esta vez sí lo miró a los ojos, fue un pésimo error porque ya no podía parar.

— Bien, ya que quedó todo aclarado, ¿Le apetece venir a mi habitación?

Se quedó sin palabras debido a su repentino atrevimiento, en realidad le gustaba. No pudo responder ya que las puertas se abrieron y tuvieron que salir, sin embargo, una mirada suya bastó para sellar el vinculo, el vínculo que la llevaría a la perdición y adicción.

Una Mirada Fría Donde viven las historias. Descúbrelo ahora