La vida colegial no es la más fácil

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Las luces cegadoras del bar producían aturdimiento a cualquiera. El alcohol lo hacía más tenue pero la sensación era inevitable. La música vulgar no estaba a tan alto volumen, característica inusual de bares de poca monta como ese. Armando se servía un whisky puro, desde que bebió aquella noche, la abstinencia no era lo que más le preocupaba. Beatriz se sirvió un jugo de mora, que no había tocado hasta el momento.

- Betty.

- Doctor.

Sus miradas se cruzaron y se desviaron rápidamente.

Pensaba en qué paso dar. Armando se sentía como el típico muchacho que sale en su primera cita, totalmente ridículo. Ya la había besado, pero había una barrera que le obstaculizaba seguir con su cortejo. Una barrera de confianza, que sería capaz de atravesar con la charla.

- Entonces... Este es su... Primer novio, segundo, o ¿Tercero? - Armando preguntó, sintiéndose como un idiota al decir tales cosas.

- Primero.

- Oh, me sorprende, digo, usted tan bella.

- Me gustaba un muchacho cuando era más joven, pero... - Beatriz explicó y giró su cabeza incómoda.

- Entiendo.

- ¿Enserio lo hace?

Armando pensó en una posible respuesta. Normalmente uno dice "entiendo" en señal comprensiva, pero no como si en realidad lo entendiera.

- No en realidad.

Los segundos se convertían en minutos y la desesperación en anhelo. Armando no dejaba de verla, esta mujer significaba demasiado para él, y estar haciéndole tal cosa, lo destrozaba.

- Mi primer amor fue estrafalario. - Armando empezó a contar su verídica historia para romper el hielo. Automáticamente, captó la atención de Beatriz, quién, cual asistente escuchó a su jefe - Tenía 15, y una estudiante nueva ingresó al colegio. Fue inesperado, a mitad de año lectivo, pero eso no la detuvo para demostrar su brillantez en los estudios. Yo era un tonto, despreocupado, jamás tomaba los estudios enserio, solo los veía como el requisito fundamental de ser presidente de Ecomoda.

Beatriz sonrió. Era verdad, Beatriz se ocupaba de la mayoría del trabajo en Ecomoda, prácticamente ella llevaba el título de presidente.

- Estaba con mi grupo de cabezas huecas y ricas, y al mismo tiempo intentaba que ella volteara a verme. Ella pasó un tiempo sola, y dos semanas más tarde, salía a receso con una muchachita, también muy lista. - Continuó con su relato, haciendo grandes esfuerzos para recordar - Un particular día, me decidí de parar de verla como un idiota y hablarle, y así fue. Le dije tartamudeando "Ho- ho- la, K- Karen". Su amiga se rió en corto y Karen me ignoró, de modo que ambas se alejaron riéndose de mí.

- La vida colegial no es la más fácil.

- Me deprimí profundamente. - Continuó - Mis calificaciones (que no eran las mejores) bajaron aún más. No salía con mis amigos. Y entonces me enfoqué en mis estudios. Me metí de lleno; a leer, revisar en lo que fallaba, superarme. Me gané muchos enemigos, pero puedo decir que ahora estoy donde soñé estar.

- De aquella manera.

- De aquella manera.

Se dedicaron sonrisas.

El relato no tuvo el resultado que Armando esperaba, mas le permitió abrir una herida que no había rememorado hace mucho y que en algún momento consideró superflua, aunque en su juventud, la consideró como el inicio de la segunda Guerra Fría.

Ofreció su mano para bailar una pieza suave que Beatriz aceptó sin dudar.

La eufonía hacia que la pieza deatacara y que con la cadencia de sonidos, ambos, bailen con un ritmo acorde. Sus ojos analizaban todo el lugar, y en un arrebato de aburrimiento, entrelazaron sus miradas. Se quedaron en esa posición durante un largo tiempo, sin darse cuenta que la agradable pieza ya había llegado a su fin.

Bailando sin ritmo con muchas otras canciones similares, las horas pasaron, hasta que sus labios se juntaron. Mucho más delicado que las últimas veces, mucho más dedicado. Sus manos servían para sostener al otro como soportes para evitar desplomarse del éxtasis y sus brazos servían para juntar al máximo sus cuerpos. Nada podría detenerlos, nada podría separarlos.

Sin embargo sólo bastó una llamada.

Armando revisó la pantalla y dijo que debía contestar. Caminó presuroso fuera del establecimiento y contestó su llamada.

Beatriz aguardó obediente. No entendía lo que había sucedido. Ese baile, ese beso. Fue como si el tiempo se congelara y sólo los dos bailando sin música estuvieran en la pista. Se daba cuenta que había algo que la atraía a su jefe, y que recién ahora lo veía.

Con rapidez, Armando apartó a la gente y agarró a Beatriz del brazo.

- Debemos irnos.

Salieron del no tan ruidoso lugar y hablaron más pacíficamente.

- Tenemos una reunión de propuestas con inversionistas españoles.

- ¿Qué? ¿Ahora? Nuestros números no son los mejores para compañías internacionales doctor. - Beatriz espetó preocupada.

- Necesitamos nuevos números Beatriz.

Al siguiente día, Beatriz llegó a la oficina tres horas antes, como habían acordado. Debido a la eficiencia de Beatriz, los balances falsos estaban adelantados, solo hacía falta agregar unos cuantos informes y estaría listo. Armando, en cambio, crearía la propuesta.

Horas de silencio eterno no ayudaban a la mente con sueño, y el ambiente, no era el más animoso de todos.

La propuesta era algo mucho más sencillo, y lógicamente se terminó primero. Armando entró a la oficina y preguntó por un reporte del trabajo.

- Doctor me falta redactar, añadir, estoy segura que en 40 minutos termino. - Un bostezo salió después de sus palabras.

- ¿En qué la ayudo?

- Mmm... Dícteme las cifras. - Beatriz le mostró la hoja de reportes - De arriba a abajo, voy por la segunda.

Ahorraron veinte minutos y celebraron su victoria como es debido. Con un shot de... Whisky. Era lo único disponible en la oficina.

- Doctor, ¿Cree que logremos vínculos con España?

- Este es un proyecto que mi padre tiene en carpeta desde hace años, debemos lograrlo.

Beatriz bajó su cabeza, evitando sus ojos.

- Parece que nosotros hemos hecho todo lo que nuestros padres han querido que hiciéramos.

Eran palabras hirientes, pero ciertas. Es que Armando jamás había pensado en ser algo más que presidente de Ecomoda. De hecho desde que era pequeño, no veía un futuro en donde él no fuese presidente de dicha empresa.

Cuando eres pequeño, eres susceptible, y ahora de grande, ni siquiera te das cuenta cuando tienes en el cerebro una idea encarnada.

- Sí...

El presidente de Ecomoda se aproximó a su asistente, haciendo que solo centímetros separen sus rostros del colapse. Besó sus labios y lamió toda su mejilla. En realidad deseaba hacer eso, y ese deseo lo inquietaba.

La guió hacia el sofá y se sentaron sin romper el beso. Un beso delicado como el de anoche. Beatriz estaba extasiada, nunca había experimentado tanto inexplicable placer antes, así que besó su cuello para recompensarlo. Gemidos salieron de ambos; Beatriz contra su cuello y Armando contra el de ella. La cargó y la colocó encima de sus piernas, para que se siente a horcajadas en él. Dejó de besarlo y arqueó su espalda, y en acto instintivo, balanceó sus caderas dándose placer. Esto encendió una mecha en Armando, que con más énfasis, profundizó sus besos, sin percatarse de que podría dejar marcas.


Una Mirada Fría Donde viven las historias. Descúbrelo ahora