** Capítulo escrito por Martiqueta **
—El puente de Aguirre se ha venido abajo... y el camino del Viejo está incomunicado. No vas a poder bajar, Leire.
Cuelgo el teléfono cuando la zángana de mi hija me asegura que no va a salir de la casa del señor Areth hasta que el tiempo mejorase y arreglen los caminos. Cojo aire mientras levanto una caja que pesa más de lo que mi cuerpo puede soportar. Un gruñido se escapa de mis labios cuando me libero de la carga dejándola en un hueco de la estantería de nuestro pequeño almacén.
Cuando Ibai, el aita de Leire, nos dejó hacía diecisiete años con lo puesto y una tienda de ultramarinos, que parecía más un castigo, mi cuerpo se había empezado a resentir. Ser madre soltera en un pequeño pueblo de Euskadi y llevar un negocio le chafaban el cuerpo a cualquiera.
Hace unos meses volvió a nuestra vida, simplemente un día apareció haciendo las labores del campo y hasta hoy seguimos así. Leire no entiende porqué le he perdonado, pero le he explicado muchas veces que no lo he hecho. Hay relaciones que son complicadas y después de todo este tiempo, con mi edad, no quiero ni necesito que nadie me de explicaciones para seguir adelante.
Para mi no es más que un mueble que ocupa espacio. Si quiere continuar aquí hasta el fin de sus días no me interpondré. Esa rabia y tristeza hace muchos años que desapareció.
Mientras cerraba la tienda y hacía inventario de las ventas del día el temporal comenzaba a azotar las ventanas del pequeño local. No podía evitar preocuparme por mi niña, estaba en casa de un desconocido atrapada. Siempre hacía ver que era una mujer independiente y fuerte, pero yo sabía que era todo una tapadera para evitar que aflorasen los recuerdos que en algún momento había bloqueado.
Ibai y yo siempre habíamos querido tener hijos, pero la naturaleza no quiso bendecirme con la capacidad de crearlos. Tras muchas visitas al médico, pruebas de embarazo negativas y lágrimas (muchas lágrimas) decidimos que lo mejor que podíamos hacer era rendirnos y buscar otra forma de poder compartir nuestra vida.
Así comenzó el proceso largo y lento de adopción de Leire. Los servicios sociales dijeron que éramos demasiado mayores para un bebe, puesto que ya pasábamos de los cuarenta. Nos presentaron a una pequeña niña con el pelo azulado recogido en una coleta, con una mirada tan brillante que me enamoró. Al principio parecía tenernos miedo, sobre todo a Ibai, pero cuando me agaché y abrí los brazos se acercó tímidamente y se aferró a mi como si no hubiese nadie más en el mundo.
Desde ese momento supe que nunca me separaría de ella.
Mientras desmonto la máquina para cortar el fiambre y la comienzo a limpiar recuerdo con una sonrisa ese primer día que llegó al pueblo, como todo le parecía emocionante después de haber estado encerrada un tiempo en ese orfanato tan tétrico. Al caer la noche nos costó mucho, entre risas, que fuese a su habitación a dormir. Quería quedarse mirando el rio Oria que pasaba cerca de nuestra casa con esa sonrisa tan tierna.
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Si me dejas que te escriba
RandomPrimer reto de relato al azar. Participa en nuestro reto de escritura al azar. Escribe el primer capitulo del género que desees, y deja que otras personas escriban el siguiente capítulo desarrollando la historia que tú comenzaste. Escribe de lo que...