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"Mictlán"

Omnisciencia

En lo alto de Inglaterra; al contacto con el vitral de una oficina, los últimos rayos de la luz crepuscular refractan delicadamente un sinfín de matices.

Dos hombres, tan distintos entre sí. Conocidos mediante la sagrada vinculación de los negocios, del dinero, y por supuesto, de la conveniencia. Por un lado: de complexión fuerte, rostro de rasgos delicados pero viriles a la vez, Lyssandre Savatier, afamado empresario francés... su piel blanca combinaba a la perfección con sus agatados ojos color cielo, cubiertos por unas espesas pestañas rubias. Y por el otro... Adler Dankworth: engreído británico con una larga lista de enemigos, entre los que se incluye Lyssandre, no menos peligroso que él. Sin embargo, el francés conservaba un semblante pacífico, contrario a las palabras que eran capaces de salir de su boca.

- Entonces... ¿Te ha quedado claro?

El tono de voz era agresivo y su mirada afilada no tenía la más mínima intención de alejarse del rostro de Adler.

- Sí, sí, ya he entendido que la única forma de que me dejes en paz es cediéndote todo.

Molesto, Adler hizo un ademán con las manos, extendiéndolas para mostrar todo lo que le rodeaba.

- Dejarte en paz sería pedir demasiado, pero sí, dame toda la empresa y trataré de no matarte.

Los labios de Savatier dibujaron una sonrisa maliciosa y sus ojos brillaron con diamantina perversión.

- Me niego a darte nada.

- Adler, Adler, Adler, de verdad que no entiendes, mira; sé muy bien los movimientos que realizaste contra Justin Trudeau, créeme que estoy enterado de todo, del intento de secuestro al presidente mexicano, del supuesto "accidente" automovilístico del ministro; un accidente que tú causaste. Dankworth -Lyssandre pronunció aquel apellido con una profundidad sepulcral, provocando que el británico se estremeciera con temor-, me debes muchas, incluso cuando estuve a punto de acabar en la cárcel, nunca revelé tu complicidad en el asesinato de Volodia Kovaliov, ni en el de Anton Meyers... y ya ves que tampoco sobre la desaparición de Elisabeth Borts, de no ser por mí hace largo rato que estarías pudriéndote lenta y miserablemente en una celda. Y la verdad me da igual de cuantos problemas te he librado, la cuestión está en que lo que haces con Pierre no te lo puedo dejar pasar igual de fácil.

- Ya, ya, deja tus malditos sentimentalismos para cuando Trudeau, su omega y sus cachorros estén muertos.

- ¡No es ningún sentimentalismo! -con la paciencia ya ausente Lyssandre dejó caer su mano con fuerza sobre el escritorio, al mismo tiempo que sus ojos veían con detenimiento a su "socio", con una mirada tal que era capaz de helarle hasta los huesos. Después de aquella intimidante inspección, relajó su rostro y continuó hablando- Realmente eres un idiota, solo espero que te haya quedado claro, dejas en paz a Justin y me das la empresa por las buenas... o el muerto serás tú, no me conformaré con delatarte, yo mismo me encargaré de deshacerme de ti.

- Vamos, como si nunca hubieras quitado una vida... -añadió Adler con tono burlón, dejando entrever una fina sonrisa.

- ¡Pues no!, a diferencia de ti yo no soy un completo cínico carente de vergüenza y dignidad... ¿De verdad has hecho todo esto por el amor de Sophie? Vaya... te has vuelto aún más patético que antes, ¿tan incapaz eres de conquistar a una mujer?

- ¡Cállate!

Dankworth gritó sintiendo el enojo apoderándose de él, deseando golpear a Savatier hasta el cansancio... de no ser porque la poca cordura que aún le quedaba se lo impidió. Su reflexión, más allá de provenir de aquel destello de prudencia, surgía del innegable miedo que en realidad el francés le ocasionaba.

El amante del ministro (AU omegaverse EPN x Justin Trudeau)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora