VI

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"Oxygen"

Omnisciencia

Para Justin el aire en la habitación de hospital actual parecía más sofocante que en cualquier otra en la que se hubiese encontrado anteriormente. Ni cuando se halló cerca de la muerte por aquel accidente automovilístico, ni cuando Enrique casi fue secuestrado, ni siquiera cuando sintió el alma despegándosele del cuerpo aquella vez que estuvo a nada de perder a sus cachorros, se sintió tan deshecho y desesperado. Pues en esta situación no solo podía perder a sus hijos, sino también al amor de su vida, su querido omega.

Una de las preguntas más duras seguía resonando en sus oídos, aun cuando habían pasado varios minutos desde que le había sido formulada por el médico que atendía a Enrique.

"Estamos haciendo todo lo que podemos para procurar el bienestar de los tres, una de las ventajas es que al encontrarse en el séptimo mes de gestación es posible salvar a los bebés, sin embargo, la intervención no es tan sencilla, en caso de complicaciones mayores debemos saber como proceder, por eso es necesario que tome una decisión, ¿debemos priorizar la vida del omega o la de sus cachorros?"

¿Cómo se suponía que eligiera a alguno? Aquella pregunta era el ápice de su calvario, era la vida de sus cachorros, los hijos que había esperado con ansias por tantos meses, los hijos por los que él haría todo. Pero también era la vida de su omega, de Enrique; su alma gemela, su razón para seguir existiendo, él era como el oxígeno que respiraba, como el agua que ingería, como la sangre misma que corría por sus venas y que necesitaba para vivir. No podía imaginarse un futuro sin él, no podía imaginar quedarse solo con el sufrimiento de perderlo. teniendo que cuidar a un par de cachorros desamparados, le dolía en lo más profundo del alma... pero no podía seguir viviendo sin Enrique, nunca podría encontrar a alguien como él, así que su respuesta fue dolorosamente clara.

"Sálvelo a él, es lo único que le pido".

Las horas de espera parecían volverse un torturante martirio, Cada segundo estaba lleno de incertidumbre.

Su suplicio se volvió insoportable al caer la noche de ese fatídico día, nadie le había dado razón del estado de Enrique o de sus hijos desde hacía largo rato, su cabeza se había llenado de un montón de ideas y posibilidades ¿Y si los tres se encontraban muertos ya? ¿Y si había resultado imposible salvarle la vida a Enrique?

Fue incapaz de volver a casa o tan siquiera de pensar en salir del hospital, se negaba a dejar solo a su Omega.

Y así fue, se quedó sentado en una silla de la sala de espera, aguardando alguna noticia, alguna chispa de esperanza, inmóvil, durante toda la noche, tan siquiera pestañeando en contadas ocasiones... parecía una estatua, un cuerpo inerte al que cualquier rastro de vitalidad le había abandonado.

Mientras tanto, la misma oficina inglesa, el mismo vitral y el mismo reflejo multicolor, se apreciaban con un aire más melancólico. El mundo entero parecía tener un aura luctuosa después de lo sucedido con Enrique, sin embargo, aquel ambiente sombrío en la habitación no era por el estado crítico del mexicano, sino porque la muerte se había instaurado allí portando nombre y apellido: Lysandre Savatier.

- Te hice una sola advertencia Dankworth, una única advertencia.

El francés sostenía en una de sus manos un revólver calibre 38 bastante elegante y prácticamente nuevo, hecho de plata y con su nombre grabado en letras doradas sobre el armazón.

- Lo siento... juro que no era mi intención.

Fue hasta aquel momento en el que Adler recordó la amenaza, intimidado por el arma, se levantó de su escritorio y alzó las manos justo a la altura de su cabeza.

El amante del ministro (AU omegaverse EPN x Justin Trudeau)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora