Mikey siempre tuvo claros sus deseos.
El día que fue clasificado como omega fue un tormento para sus familiares, pues al verse envuelto en un mundo lleno de delincuencia donde los omegas eran presas fáciles de alfas irracionales, la confianza que habían depositado sobre él se había disipado.
Fue doloroso al principio, e incluso le hizo replantearse las desventajas de su casta y todo por lo que tendría que pasar, todo lo que tendría que abandonar.
Bah, que él era El invencible Mikey.
Su penumbra no duró más que un día posterior a su primer celo y con sus ánimos revitalizados, continuó su rutina sin ninguna alteración. Ser omega no tendría porqué perjudicar en su vida diaria, porque no tenía más peso que la diferencia de anatomías.
Ser omega no fue un obstáculo para él.
Y cuando su omega interno empezó a desear a cierto alfa, lo consideró una real bendición.
—Kenchin, ¿le vas más a los omegas o a los betas? ¿O prefieres deltas?
Draken arrugó sus cejas con confusión antes de figurar un gesto dubitativo.
—A los omegas, supongo.
Vaya que era un tipo con suerte.
Y luego de su pequeña celebración por confirmar que al menos iba por la misma corriente que Draken, ni corto ni perezoso empezó a recitarle sus insinuaciones en cada momento que se le ocurriera.
Mikey sabía que con su aroma lo tenía babeando por él y, sin dudarlo, lo usó a su favor.
Una noche, una torrencial lluvia obligó a Mikey a quedarse a pasar la noche con Draken. No era un acto muy inusual. Ambos ya habían compartido cama múltiples veces, las necesarias como para que cada uno se supiera de memoria las mañas del contrario durante el sueño.
Como que Mikey pateaba mucho. Que Draken se despertaba muy temprano para ejercitarse. Mikey hacia pucheros dormido. Draken soltaba suspiros cuando estaba bastante somnoliento.
Sin embargo, había acciones que aun eran secretas para el otro y que sería vergonzoso que salieran a la luz; como que Mikey solía delinear con los dedos el tatuaje de Ken. Draken en las madrugadas alargaba su mano para sentir entre sus dedos el cabello del omega. Mikey admiraba secretamente a Draken cuando se ejercitaba, fingiendo que aun dormía. Draken también miraba a Mikey mientras éste estaba inconsciente.
Y esa noche, ataviado con nada más que su ropa interior y una camisa del alfa (deliciosamente perfumada con su aroma) que le caía hasta la mitad del muslo, Mikey se aventuró a dar un paso más allá.
—Kenchin, quiero ser tu omega.
Ken resopló.
—Ya duérmete, enano. La influencia de Baji te está afectando.
Mikey rodó sobre el colchón para encarar a Draken, separado por unos centímetros a su lado y dándole la espalda.
—Acepto que la idea la tomé de Baji, pero estoy hablando en serio.
—Sí, Mikey. Lo que tú digas —murmuró con más somnolencia que lucidez
El omega se sintió ofendido por la falta de atención y seriedad. Si Draken no lo entendía con palabras, entonces se lo haría entender con acciones.
El alfa le había insistido que mantuviera puesto su parche neutralizador, debido a que estando en un burdel donde alfas en celo acudían a satisfacerse, no era muy favorable que el aroma de Mikey estuviera rondando despreocupado y más cuando este era demasiado potente incluso para su propia voluntad.
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¿Puedo ser tu alfa? | BajiFuyu (omegaverse)
FanfictionBaji Keisuke, un alfa que siempre tuvo la impresión de que los omegas eran personas debiles con necesidad de ser protegidas. Chifuyu Matsuno, un omega que llegó a su vida de forma tan salvaje que de inmediato transformó sus opiniones, dejando a Baji...