Segunda recaída

4.1K 501 71
                                    

Sanji suspiró. Tocaba guardia y sus pensamientos no estaban con él. Y estaba, realmente lo estaba. Cada uno de los ideales que mantenía como amantes de las bellas damas estaban siendo frustrados por la grande sonrisa que Luffy siempre le regalaba desde la distancia.

¡Era Luffy! Extrañamente era él.

Y lo podía entender, que también era su  estrés. Aunque el tiempo que habían pasado juntos -sin contar los dos años- se sentía tan largo. Por lo que su corazón vibraba con tanto fervor, era por la convicción con la que este vivía.

Era joven y un poco estupido, pero siempre los protegió. Vio en él, en todos, lo que siempre ocultaron, y supo escucharlos, incluso sin saber la respuesta correcta para dar consuelo.

Así era Luffy, lejos del calor de sus mejillas bajo la cicatriz que cubre, los de los grandes ojos que ruegan por un poco más de comida, su capitán... cubría toda las expectativas para gustarle.

Incluso si era hombre.

Caló un poco de su cigarrillo. Tampoco quería arrepentirse, era la primera vez que sentía algo tan fuerte, tanto como para convertirlo en su debilidad, algo que sí odiaba, pero que no diría. Aun debía guardar un poco de su orgullo, no quería escuchar un te lo dije. 

Podía trabajar como siempre lo hacía, un poco de coqueteo sería lo correcto, debía de ser muy obvio con él, si no, Luffy no entendería al menos que lo gritara, y no haría eso. Claro que no. 

—De todos, tenía que ser él. 

—¿Pero es lindo? ¿Cierto? 

—Lo es... maldito capitán —exhaló, sintiendo el picor en su garganta al expulsar el humo. Cerró los ojos, sintiendo como las comisuras de sus labios subían. Estaba sonriendo por él. 

—¿Qué es lo que más te gusta?

—Sus ojos, no lo sé, es tan sorprende cuando- —volteó a su lado encontrando sus sonrientes ojos de la navegante, por lo que dejó caer el cigarro de la impresión—. Nami... 

—Sabes, Sanji-kun, si no prestas atención a tu alrededor nos pueden atacar, pero ignorando eso —levantó su puño, aturdiendo por segundos al cocinero—. Por tu culpa debo pagarle a Robin. 

—¿Qué? Espera-

Nami sonrió, estiró sus brazos dejando escapar un bostezo mientras se levantaba de la cubierta—. Tranquilo, Sanji-kun, no le diré a los demás, ni siquiera a Luffy. Ya decía que estabas raro, pero, si te soy sincera... —se acercó a su oido, y susurró—: Ciertamente es lindo e inocente, y ese es su encanto, si demoras, otros podríamos aprovechar. 

—Nami. 

—¡Buenos noches, Sanji-kun! ¡Ah! Quiero té de mandarina por la mañana, me lo debes —le recordó la mujer mientras regresaba a la recamara compartida. 

Estando nuevamente solo, Sanji asintió sintiendo como sus mejillas se calentaban, por lo que ocultó su rostro entre sus palmas. Había sido descubierto por segunda vez. 

—Eres un idiota. 

De Robin podía entenderlo, era la más inteligente del grupo, no podía negarlo, pero Nami, su linda Nami, aparte de hacerle confesar sin problemas, también había recalcado la posibilidad de perderlo. ¿A manos de quién? ¿Había otra persona? ¿O si quiera ella estaba interesada en su lindo capitán? 

El pelirubio golpeó su mejilla sin pensarlo. No, él aun podía tener una oportunidad, y si era una invitación para pelear su lugar, lo haría. Sanji sonrió levantando la mirada hacia el cielo nocturno. Tenía la mayor ventaja, a Luffy le gustaba su cocina, especialmente como preparaba la carne. 

—¿Sanji? ¿Qué es tan divertido? —escuchó detrás de él, una voz adormilado, pero a la que estaba acostumbrado a solo pedir comida—. Nehh Sanji, Sanji, ¡Sanji! 

Sanji asintió, mientras buscaba un nuevo cigarro para encender, necesita bajar el ritmo de sus latidos. Estaba seguro que si ambos permanecían en silencio podía ser escuchado. 

—¿Qué ocurre capitán? ¿No deberías dormir? 

Luffy ladeó la cabeza, mientras se sentaba a su lado, cruzando ambas piernas—. Debería, pero Nami me dijo que me necesitabas. ¿Sanji no quieres compañia? 

¡Nami-swan es la mejor! ¡Pero no es el momento! 

—Esta bien, Nami-swan tenía razón —respondió. Volteó a su lado notando el leve temblor de sus hombros—. Espera aquí. 

—¡Hmm! ¡Esperaré! 

Sanji se levantó de su lugar y caminó de regresó a la habitación que todos los hombres compartían, incluso si Luffy tenía su propio lugar, aun tenía una habitación que se mantenía a su lado. Tomó la sabana más cercana, ignorando el mal dormir de los demás y regresó a la cubierta, viendo como el dueño de su corazón no autorizado cabeceaba. Por lo que no demoró en rodear su cuerpo con la manta, y tomar asiento. 

—No queremos que te enfermes. Debe saber cuidarse, capitán. 

La risa de Luffy llegó a sus oidos, tan cuidadosa para que no fuera escuchada por los demás, mientras la cabeza de Luffy caía sobre sus piernas. Dejando que sus brillantes ojos volvieran a remover su ser. 

—Gracias Sanji, eres el mejor... ¿Sanji? 

—¿Hmm? 

—Gracias por unirte —la mirada adormilada de Luffy, unido con sus mejillas rosadas por culpa del frío. Fueron el mejor ataque que derrotaron a Kuroashi Sanji. 

—No debemos agradecer, al contrario... gracias por dejarme conocerte, Luffy... 

Incluso lo dijo, un dormido Luffy no lo entendería. Más tarde por la tarde Chopper tomaba un poco de leche en el comedor, acompañado por una intrigada Robin, quien lo escuchaba atenta. Mientras que Sanji terminaba de preparar la cena.

—No encontré nada. Todo está bien en ti, Sanji, pero Luffy tambien presentó tus sintomas.  Ambos están enfermos. ¿Será contagioso? —preguntó inocente el menor. 

Sintomas; SanLuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora