02 ;; cambiaformas

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—Alfa tonto; "no te voy a pegar, Amelia", "ya te dije que no puedo, Amelia", "soy un lobo, Amelia" —Amelia puso su voz grave, caminando con varios libros en los brazos—. ¿Quién me manda a juntarme con Derek Hale? Una pide un favor y nada de na-

Amelia se detuvo, mirando el interior de su cuarto con la boca abierta. Un gran cuervo estaba en el marco de su ventana, en el lado de adentro, con Strange rodeándolo.

—¿Qué mierda? —murmuró cerrando su puerta al instante, soltando los libros que Derek le había prestado. El cuervo la miró fijamente, con ojos oscuros y extrañamente cansados— Te acepté esas ratas asquerosas, te acepté las arañas, te acepté hasta esa vez que trajiste otra serpiente porque te sentías solo. Pero un cuervo no, Strange. Por Hécate, ¿cómo te lo vas a comer? 

Strange siseo, casi como si se estuviera riendo de ella, y Amelia, que de un mes a otro se había vuelto experta en entender a la criatura, frunció el ceño.

—De mi no te ríes, viborita. ¿Quién es tu amigo barra amiga? 

El cuervo voló sobre su cuarto hasta quedar frente a ella, meneando las plumas. Strange siseo, acercándose velozmente. Amelia, de a poco, fue comenzando a entenderlos.

Sabía de algunas brujas que habían tenido más de un familiar, como su abuela, o Ruth (que en su momento, sus fieles compañeros habían sido Jay e Iris, un tigre y una leona). Sin embargo, Amelia no se tenía mucha fe. Además, cuidar a Strange era como cuidar a un niño. ¿Dos niños? Para eso cuidaba a Scott y a Stiles.

—Al menos para ti ya tengo nombre —suspiró, acariciando las plumas del cuervo—. Digo, espero que te guste Loki, porque te calza de una manera que no puedo explicarla. De todos modos, la pregunta aquí es cómo mierda hago para ocultarlos de mamá.

El cuervo hizo una especie de chillido, un poco más entendible que el siseo constante de Strange. 

—Espero que tu no me muerdas, eh. ¿No comes ratas, verdad? —los animales se miraron entre si, para luego mirar a Amelia—. Ay no. Aprendan a limpiar, desgraciados. 

Resulta que su plan funcionó.. por un día. El día siguiente comenzó tranquilo, se levantó y habló con Stiles, le coqueteó de todas las maneras posibles y una vez que se puso nervioso, Amelia estaba más que feliz. Desayunó (su relación con la comida iba mejorando, de a poco, pero iba mejorando gracias al apoyo de sus cercanos y su psicóloga) unas tostadas con mermelada de durazno, agarró (con mucho asco) algunos ratones y los dejo en su habitación para que sus criaturas coman. Su madre le pidió que vaya a hacer unas compras, y luego de lavarse las manos más de siete veces, Amelia fue a hacer los mandados. 

Era una compra sencilla; huevos, leche, manteca, harina y pollo (que era lo que más barato se vendía en la zona donde vivían). En el camino, una vecina le regaló pan, y un vendedor ambulante le regaló una rosa preciosa. Para ella no había un día mejor que ese, sin embargo, la felicidad se le borró del rostro cuando entró a casa y vio a su madre, con Loki y Strange a su lado. 

𝐦𝐞𝐫𝐚𝐤𝐢, stiles stilinskiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora