09 ;; cristal roto

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Un fuerte ruido retumbó en sus oídos, logrando que alcen la cabeza, observando a su alrededor para intentar encontrar de donde provenía.

—¿Alguno sabe cómo se llama lo que hago? 

Amelia alzó la vista, observando a Deucalion arriba de un contenedor; había golpeado su bastón contra el metal.

—Ecolocalización —contestó Amelia.

—Sé nota que hiciste tus tareas. 

—El aquelarre me lo enseñó.

—Y por unos meses internada en un aquelarre, crees que en un día puedes aprender algo que me tomó años.

—No —negó Amelia—. Solo necesitamos saber lo básico.

—Sí, lo que pueda ayudarnos a pelear contra el anuk-ite sin verlo —agregó Scott. 

—Pelear a ciegas es una cosa —dijo—. Ustedes no saben ni caminar. Un especialista en orientación y movilidad debe practicar con los ojos vendados y bastón unas 120 horas antes de tener su certificación. No puedo enseñarles a caminar y pelear en menos de 24 horas. 

—Sabemos que estamos mal, pero Gerard tiene un ejército. Hay una criatura que asusta gente común y la convierte en asesina.

—Una criatura capaz de matarlos con solo la mirada. ¿Viste algunos, no?

—Vimos gente convertida en piedra —respondió la bruja.

—¿Por qué no huyen para salvar sus vidas?

—Porque no huimos —aseguró Scott con firmeza.

Deucalion sonrió.

—Así habla un alfa —felicitó—. Comencemos. 


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—Lamentablemente, hay una diferencia crucial al enseñarles a pelear a ciegas —comenzó Deucalion.

—Que no estamos ciegos —afirmó Amelia. 

—A menos que pasen días caminando con los ojos vendados, el anuk-ite solo tiene que hacer que abran sus ojos.

—Mantendremos los ojos cerrados.

—¿Crees que es fácil? ¿Qué pasa con tus ojos cuando te asustad?

—Se abren mucho.

—Para tener más luz, enviar información al cerebro y manejar mejor lo que tienes enfrente —agregó Deucalion. Se giró hacia Amelia—. Me enteré que tu niño murió. Lo lamento, pero no es hora de luto, dejemos eso para después. Cazadores o el anuk-ite, no les va a importar, te atacarán con eso y con el bebé también si es que ya se han enterado. Cierra los ojos.

𝐦𝐞𝐫𝐚𝐤𝐢, stiles stilinskiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora