Una agencia de acompañantes...
Una clienta que sólo los prefiere jóvenes hasta que una noche, el enviado, no era quien esperaba...¿o si?
Victoria Sandoval y Dionisio Ferrer 🔥🔞
Se acercó a su mejilla para darle un suave beso, sin embargo extasiado con el aroma de su perfume, cerro sus ojos y se detuvo unos segundos para inhalar por última vez su aroma. Se incorporó quedando frente a ella, como esperando su aprobación, muy cerca de su rostro... observando que por reflejo movia sus labios. Solo podía mirar su boca...pero no quería dar un paso en falso, no esta vez. Poso una mano en su cintura y bajo su rostro al cuello, lugar donde busco enconderse un momento para depositarle apenas el roce de sus labios. Victoria apoyo su mano en el brazo de Dionisio y cerro sus ojos. Los besos en el cuello eran un camino sin retorno.
Un paso hacia atrás y le dio pie a que ingresara con ella. El por su parte empujó la puerta hasta cerrarse para luego, encargarse de seguir marcando un sendero de besos mientras se animaba a correr sutilmente el borde del blazer. Quería besarla en los labios, vaya que si quería...ansiaba probarlos, pero no podía...ni siquiera sabía si podía tenerla otra vez.
Victoria se quitó el abrigo dejándolo caer al piso y se soltó el pelo. Era increíble lo que sentía cuando ese hombre tan solo la rozaba. Todos sus sentidos se nublaban, y si tenía que sincerarse con ella misma, debía dejar su orgullo de lado y entregarse como queria desde un primer momento.
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Dionisio se acercó y ella giro dándole la espalda invitándolo a que besara su hombro descubierto.
Así lo hizo mientras alternaba con besos en la suave piel de sus omóplatos y, notando que no llevaba brassier, inevitablemente su erección se fue por las nubes.
Quería tanto sentirla que la atrajo de las caderas para apretarla hacia su arma, al tiempo que Victoria solo podía comenzar a necesitar una dosis de lo que le había entregado en la mañana.
Sin demoras metió sus grandes manos desde su espalda bajo la tela del vestido para llegar a su pechos y masajearlos. Sintio sus pezones erectos y ya no podía contenerse más.
Lo único que podía decirse a si mismo era " Ve despacio". No quería otro rechazo luego, otro pedido de marcharse. Victoria sería suya, pero debía hacer las cosas bien. La condujo a la cama lentamente y ella se dejó llevar, pero al tocar el borde del colchón, se detuvo para comenzar a quitarse el vestido sin dejar de mirarlo.
