forty five.

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BRIELLE MONROE

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BRIELLE MONROE.

Me agarré al brazo de mi madre, jugando con mis labios de una forma que hacía siempre que estaba nerviosa. No me gustaba estar en ese lugar, porque me recordaba a mi padre. Sin quererlo, las lágrimas se acumularon en mis ojos mientras observaba cómo el ataúd bajaba para ser enterrado.

Había una mujer en ese lugar que lloraba de una forma desgarradora. Se suponía que debía sentir compasión, ya que era la esposa del fallecido, pero había algo en ella que no me gustaba para nada. Siempre, desde que era aún más pequeña, había tenido una extraña punzada que me decía cuándo una persona era mala. Era eso lo que sentía con ella.

En un intento de distraerme, miré a un costado y vi a una niña de mi edad sentada sobre una piedra, unos cuantos metros más allá, abrazando sus rodillas, llorando desconsoladamente con la cabeza enterrada en sus brazos. Sin saber realmente qué estaba haciendo, me acerqué a ella y me senté a su lado. La abracé sin importar que no la conocía, lo único que sabía era que su padre era el que estaba siendo tapado por la tierra en ese momento.

Parecía que necesitaba un abrazo, porque me correspondió, presionando mi cuerpo con fuerza entre sus brazos.

Luego de unos minutos ella se calmó y se apartó para mirarme. Sus ojos redondos eran de un color como las avellanas, su piel negra era preciosa y brillante, mientras que su cabello negro era largo y rizado.

—¿Quién eres? —fue lo que preguntó, su voz era rasposa y débil.

—Me llamo Brielle. Puedes decirme Bri —contesté.

—¿Te puedo decir Coli-Brí? —preguntó.

—Hum... Claro —afirmé, un poco extrañada—. ¿Cómo te llamas tú?

—Ruby. —Sollozó un poco y se pasó la manga del suéter por debajo de la nariz—. Gracias por... abrazarme.

Le sonreí con un poco de tristeza. Volví a mirar al frente y me quedé en silencio durante unos segundos.

—¿Qué haces aquí? —cuestionó ella—. ¿Conocías a mi padre?

—Mi padrastro sí, así que mi madre y yo lo acompañamos —contesté—. Lo siento mucho.

Ruby no respondió y se limpió las lágrimas de las mejillas.

—Mi padre murió cuando yo tenía cinco años —comenté, sin saber muy bien por qué. Pensaba que tal vez podía sentirse menos sola si le mencionaba que yo también había pasado por eso—. Es solo para decirte que entiendo lo que estás pasando.

—Nos vamos, Elle. —Sentí como mi madre ponía una mano en mi hombro, así que me levanté y agité una mano hacia Ruby.

—Adiós, espero verte de nuevo —dije.

Ruby me dio una pequeña sonrisa sincera y genuina antes de que me volteara para irme.

La verdad es que mis esperanzas de verla de nuevo no eran muchas, pero sí pasó. Resultó que, dos idiotas de mi madre más tarde, coincidimos en Roswell, en la misma escuela. Ella se había mudado hace años en un intento de dejar la muerte de su padre atrás, lo que de alguna forma sí dio frutos, pero sólo en ella.

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